“Hombres limpios para trabajos sucios” es un relato basado en hechos reales que narra la misión de un guardia civil, destinado en los servicios de inteligencia y espionaje quien, durante una semana, vivió en la piel de un vagabundo a las puertas de un supermercado de Euskadi.
Todo es diferente cuando estás de este lado de la partida, a veces te planteas si todo lo que se hace durante días, incluso meses, vale la pena. ¿La verdad? claro que vale la pena, todo tiene un fin y si el final es bueno aun es más satisfactorio, no se sabe a ciencia cierta cuando podrá ser o no ser bueno. En este trabajo las cosas pueden cambiar en pocas horas…
Ya casi no distingo entre mi olor corporal con el de cierto animal que le gusta revolcarse por el barro. Llevo alrededor de una semana sin ducharme siendo mi actual vivienda unos cartones en una céntrica calle del norte de España, aunque mi lugar de trabajo está a pocos metros de la entrada de un supermercado. Sentado sobre un trozo de cartón pasan las horas, gente que entra a comprar, otra que charla animadamente, los pocos que me miran pasan de largo algunos mirando con indiferencia y otros, los menos, dejando unas monedas en el recipiente de cartón que he improvisado.
Desde esta posición paso horas viendo un parque y detrás de este unos edificios, pronto conoceréis el motivo de ello.
Como decía, llevo ya tiempo sin ducharme y con la misma ropa encima, haga frío, calor o llueva. Una barba de dos meses cubre mi cara haciendo que aparente diez años más de los que tengo, llevo un gorro negro para el frío pero me he acostumbrado a llevarlo todo el día, al principio rascaba habitualmente la zona capilar, llegas a un punto que no sientes nada. Entre mis pocas pertenencias hay una radio antigua, un boligrafo y una libreta donde voy escribiendo números y palabras.
El motivo de tener el aspecto de vagabundo es la mejor forma de pasar desapercibido y recoger información para este caso, cuando se hace la reunión y te dicen que X persona está en Y lugar y tienes que recoger información la mente empieza a pensar en como tienes que hacerlo, también influye que te digan una frase que marcará tu vida en este tipo de unidades: “Búscate la vida”. Por todo ello aquí estoy, hoy por suerte ha salido el sol y los rayos de sol se agradecen tras pasar una noche donde el termómetro no subía de 5ºC.
Te dan una descripción, ves una foto con suerte de hace un par de meses y te las tienes que apañar para localizar a tu objetivo, un objetivo que no tiene que saber quién eres, dónde estás y qué haces, en definitiva, ver sin ser visto. Hace un par de días tuve suerte de poder localizar a dicha persona, entró a comprar en el supermercado del cual soy guardián de día. En mi libreta apunté la hora, su ropa y cuando salía las bolsas que llevaba, así como lo que había en su interior, así tendría una idea de cuantos días iba a estar recluído en el domicilio sin volver aquí. Ayer a altas horas de la noche cuando cerraban el supermercado observé al objetivo bajar al parque y dejar una bolsa de mano en un banco, tocaba esperar tumbado en el suelo cuando ya empezaba a refrescar, pasada media hora vino una motocicleta con dos personas, una se bajó y recogió el paquete, me dio tiempo a memorizar la matrícula y apuntarlo en la libreta.
Tenía que pasar la información a mis superiores para que valorasen qué hacer. Por la mañana al abrir el supermercado, a primera hora, pasé y con las pocas monedas que obtuve el día anterior compré un buen bocata de embutido. Eran las 9:00 cuando me levanté dejando mis enseres en el lugar y me dirigí a una papelera, sintiéndolo mucho dejé un trozo del bocata envuelto en papel de aluminio, dentro había una hoja de la libreta con el resumen del día anterior. Cuando volví a sentar mis posaderas en el duro y húmedo suelo, únicamente acolchado con una fina capa de cartón se bajó de un vehículo un hombre que recogió el bocata y volvió a subir para largarse del lugar.
Empieza el día y se ven las mismas caras, una señora que a diario pasa por delante me da los buenos días y deja un par de monedas junto con una barra de pan al salir del supermercado. además se dejan ver diversos trabajadores, unos saludan y otros pasan de largo; es horario escolar, por lo tanto, también observo adolescentes que al pasar por delante me miran extrañados, incluso alguno burlándose, si supiesen…
Faltaban pocos minutos para las once de la mañana cuando apareció un hombre que tendría sobre cincuenta años, su aspecto no era mucho mejor que el mío, si acaso tenía el pelo más largo, zapatillas más viejas y la ropa deshilachada…
– Aupa, ¿que eres nuevo por aquí?
– Si, llevo poco por aquí -respondí extrañado-
– ¿Te vas a comer ese pan? – Puedo darte la mitad, me lo acaban de dar-
– ¿Es de hoy? ¿De verdad?
– Claro, coge lo que quieras me lo ha dado una señora y está recien hecho.
– ¡Ostia tío! muchas gracias de verdad, llevo días sin comer un trozo de pan que esté más o menos blando.
Al decirme esas palabras pensé lo puta que es la vida para algunos, y más cuando me contó su historia…
José había nacido fuera de aquí, en un pequeño pueblo de Castilla-La Mancha, rondaba como bien supe apreciar la mitad de siglo y llevaba en la calle diez años tras perder todo lo que tenía por razones personales. Estudió bellas artes antes de meterse en un mal negocio por el cual perdió a la que fue su mujer y su hijo pequeño, de hecho, vivía de lo que pintaba en un cuaderno y “vendía” como podía en unas calles más lejos de aquí. Ese día vagaba sin rumbo hasta que nos encontramos y estuvimos hablando durante horas, necesitaba hablar con alguien y desahogarse, así me contó historias del barrio, sus costumbres y trucos para poder hacer una vida mejor dentro de lo que cabe.
Pasaron un par de horas cuando el objetivo se acercó y saqué mi libreta para escribir la hora a la que entraba en el supermercado. Al salir del supermercado pasó por nuestro lado y José le pidió una ayuda para comer a lo que el objetivo le miró con desdén.
José era educado hasta cierto punto o más bien hasta que en su cabeza había algo que hacía “click” y ese cambio llegó a esa hora y en ese momento. Tras el mal gesto del etarra le soltó un “vaya cara de amargado llevas hijo de puta”, quizá en lo segundo tenía más razón que en lo de amargado. El etarra se giró y sin decir ni una palabra le escupió mientras amenazaba con pegarnos un tiro si volvíamos a decirle algo. José intentó levantarse para “aclarar el tema” pero le frené.
– Tranquilo amigo, a todo cerdo le llega su San Martín, la vida puede dar muchas vueltas.
– Este es un gilipollas he tenido varios líos con él, lleva aquí unos meses y se cree el rey del parque, pues no va el muy imbécil y me dice que va a llamar a la policía si no me voy del parque, ¡que es un sitio libre dónde se puede dormir! – dijo José –
Cuando dijo esas palabras mi mente reaccionó….
– ¿Y eso? ¿Qué sabes de él?
– No sé, es muy rarito tio. Hay veces que por la noche baja y da vueltas por el parque mirando cosas, he pensado que hasta pueda estar loco, me decía que me fuese del parque porque no se podía dormir y yo por no meterme en problemas le hacía caso. Lleva unos meses por aquí, vive ahí enfrente en ese edificio.
Me dio la dirección exacta de donde vivía y lo que hacía algunas noches. Una persona por el mero hecho de hablar con alguien te puede dar mucha información, en ese momento José fue crucial.
-¿Qué apuntas en esa libreta si se puede leer?
– Nada, a veces me vienen ideas a la cabeza o pongo frases sin sentido, quizá algún día escriba un libro y salgas en estas líneas dije mientras me reía.
– A mi me gusta pintar, mira este último dibujo que hice de un pollo humeante con una buena salsa y unas patatas fritas, lo que daría por poder comer un día algo así. ¿Sabes dónde lo hacen? Ahí mismo, hay una pollería que se llama “Pollería Anne” a veces me siento en la puerta solo para poder oler la comida.
– Bueno José, algún día eso cambiará estoy seguro.
Se fue a dar una vuelta a ver si encontraba que comer, a las pocas horas volvió contento por haber descubierto en un contenedor de otro supermercado fruta en buen estado y varias latas de conserva.
– Hoy parece que es mi día de suerte, quizás has tenido algo que ver. Por cierto, ¿cómo te llamas?
– José, yo no tengo nombre desde hace un tiempo. A veces digo un nombre y a la semana me invento otro, soy así…
– Joder das miedo, sabía que yo estaba un poco tocado de la cabeza pero no sabía que tú estabas más que yo- ¿Has visto que ya están los “txakurras” rondando por el barrio buscando jaleo?
– No, no les he visto. ¿Por qué les llamas así?
– No sé, aquí todos les llaman así y algunos lo tienen merecido. Van sobrados y por sus cojones tienes que hacer esto u lo otro.
– Bueno, no todos son iguales. Te habrán tocado los peores que seguro que los hay.
José se fue a dormir a su cuarto como decía él, pasé de nuevo la información, esta vez cuando fui a dormir recogí un paquete de tabaco en el suelo y metí el pliego dentro, volví a dejarlo en la misma papelera y a los pocos minutos lo recogieron.
Esa misma noche se acercó hacia a mi un compañero, me informaron de que el siguiente día sería mi última jornada como vagabundo, ya tenían la información suficiente e íbamos a detenerlo en un par de días. A las 8:00 volví a la rutina, al poco llegó José y sin decirle nada le di la barra de pan junto al embutido que había comprado, su expresión de alegría era inmensa.
– José tengo que decirte algo, esta tarde me iré de aquí, voy a probar suerte en otro lugar. Espero que todo te vaya bien, estoy seguro que pronto nos veremos. Quiero que mañana estés aquí a primera hora, le he dicho a la señora que te dé a ti la barra de pan y algo de comer.
Su cara fue un poema, una mezcla entre tristeza y alegría por ver el sol el siguiente día.
Esa misma mañana fui a mi rincón, abandoné los enseres que tenía y me acerqué a un lugar apartado donde una furgoneta me recogió. Por la tarde en un piso franco que teníamos cercano me duché y lavé el pelo como cuatro veces, me afeité y tiré toda la ropa a la basura. Salí al supermercado donde había hecho guardia por una semana, ahí estaba José con su cuaderno pintando, entré a comprar algo de comida y a la salida le dí un billete sin decirle nada, solo le guiñé un ojo y marché, hice unas gestiones en un hostal cercano y en un local del que hemos hablado.
Eran las 6:00 de la mañana cuando se montó un operativo que cubría parte del parque y el edificio. Silenciosos en distintos vehículos esperábamos a que saliera el objetivo, no lo hizo hasta las 8:00 en ese momento todo fluye rápido, la unidad operativa va delante para arrestarle y nosotros siguiendo sus pasos a escasos metros para ayudar. Trabajo hecho.
Una vez detenido empezaron los registros en el domicilio, miré hacia atrás y vi a José de pie en la puerta del supermercado observando lo que ocurría. Yo llevaba un pasamontañas y un chaleco con las palabras GUARDIA CIVIL y debajo S.I.G.C. le dije al sargento que aquel hombre fue crucial dando información sobre el etarra y que tenía unos asuntos pendientes con él, me dio permiso para abandonar momentáneamente el operativo.
Fui a la calle paralela, a la famosa “Pollería Anne” y pedí un pollo entero, el más grande, le dije que lo troceasen y pusieran hasta arriba de salsa y patatas fritas. Si llegáis a ver la cara de Anne al ver entrar a un “txakurra” medio uniformado y armado pidiendo eso no lo olvidaríais.
Recogí la bolsa y me acerqué hacia José, se asustó como es lógico y lo primero que dijo fue “yo no he hecho nada”.
– No te preocupes José, esto es para ti, creo que te va a gustar. Hoy no podrás saber quien soy, lo supiste ayer y será la última vez que nos veamos. Esto también es para ti, me descolgué la mochila que llevaba y se la di, portaba ropa y un neceser. Espero haber acertado con la talla, en todo caso, ahí en ese sobre verás otro regalo. Lo abrí delante suya, era la llave de una habitación del hostal donde había estado, en una hoja señalaba el número de habitación.
– Pero… ¿qué es esto? ¿quién eres?
– Te lo he dicho, una vez me dijiste que lo que más querías era un pollo para comer. Aquí lo tienes, y en este sobre hay una llave de una habitación, tendrás alojamiento por quince días. También verás en el sobre una cantidad de dinero, con eso te vale para buscar trabajo y poder alquilar un piso durante un par de meses.
– Venga ya, estás más loco de lo que creía- decía mientras me miraba atónito.
– De verdad, compruébalo por ti mismo. ¿Recuerdas que a todo cerdo le llega su San Martín? Al que te escupió le ha llegado hoy. No te lo podía contar, pero era un terrorista, sin querer nos ayudaste a su captura y yo como ves, soy un “txakurra” pero de los buenos, no todos son iguales como te dije. Por cierto, te vas a hinchar de pollo, he reservado pollo por una semana en tu pollería favorita a tu nombre, solo tienes que decir tu nombre y el número de la habitación. Cada día tendrás tu pollo preparado para comer, hasta arriba de salsa y patatas fritas.
– Por su cara cayó una lágrima detras de otra, no sabía que decir, solo me dio las gracias y una última pregunta ¿me vas a decir tu nombre?
-Por supuesto, lo pone detrás en el chaleco.
Bueno José, espero que te vaya todo bien. Ahí tienes para empezar, ese dinero es el que me correspondía de las dietas de esta misión, he puesto algo más de mi bolsillo para que puedas empezar de nuevo.
Se levantó me dio la mano y dijo “Gracias por todo lo que has hecho por mi sin conocerme”, no hay de qué, te conozco lo suficiente para hacer lo que he hecho.
Autor: RO-1 (@undercover_Camo)
Ole, por ese guardia, ojalá todo el mundo fuese así, no te conozco, pero te mando un abrazo,
Brutal !!
Me encantó leer esta historia! Es muy bonita y tienes muchos valores
Lindo tema, que Viva la honorable Guardia Civil Dios los proteja siempre.
Ole k Bonita historia . .dios los proteja en todos los trabajos k tengan k hacer . Son nuestros ángeles guardianes .
Dios los bendiga