“Hace un año que te fuiste, hermano Sindo. Reconozco que hasta ahora no he tenido el valor y la mínima inspiración para dedicarte unas palabras, por breves que fueran.
Reconozco que no estaba mínimamente preparado para rendirte el culto que siempre has merecido. Seguramente por haber sido tan grande nunca reparé en lo que tenía a mi lado.
Nunca pensé que me quedaría tan huérfano de hermano y también de amigo. Las lágrimas del corazón me impedían hacerte un mínimo reconocimiento, aunque las de mis ojos sigan hoy brotando. Es el sentimiento que aflora al cumplirse un año de tu viaje a través del tiempo y el espacio, a los 56 años. Después de luchar como un campeón contra esa maldita enfermedad del siglo XX y XXI.
Estas letras únicamente pretenden hacer un mínimo de justicia a un ser humano, más grande que la copa de un pino, que siempre vivió en el anonimato de lo público. No deseó que esa obra llevara su nombre. Esa obra de tu infinito amor por los demás, mujer, familia, amigos y ¡cómo no! también por tu gato Siro. Profesaste el verdadero amor, ese que no se le conoce por lo que exige, sino por lo que ofrece. Esa humanidad, generosidad y sensibilidad sin límites que presidió tu vida.
Me quedo sin palabras, pero antes quiero decirte que seguirás viviendo entre nosotros hasta que un día volvamos a vernos. Ese día nos recordará que todo ha sido un sueño profundo. Un viaje muy largo con un final reconfortante. Ese día te habremos ganado para siempre, ya que la luz es eterna y las tinieblas sólo transitorias”.