Estructuras “domesticables” contra el acoso laboral

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Rosa María GARCÍA DURAN*

El acoso laboral no es un problema menor, como no lo es cualquier de sus formulas tóxicas. En este, es significativo que, además, de tocar la moral, el prestigio, el honor, y la salud mental y física con confabulaciones a hurtadillas, trampas a puerta cerrada, chismorreos a mansalva y desprecios inconcebibles (sumen todo lo que se les ocurra si por desgracia han pasado por esa fétida experiencia), se ponen en jaque las cosas de comer.

Para frenar estos ilícitos penados por ley, las instituciones, organismos y demás han puesto en marcha protocolos internos de prevención e investigación para, llegado este asunto, salvarnos de estos ataques, ya sean furtivos o, en menor medida, descarados. Los acosadores no son listos, pero tampoco tontos, y no suelen dejarse ver;  sí, indirectamente, pues sus actos violadores de la dignidad de un trabajador son inequívocos e indisimulables en los silencios y ojeras de este último que pareciera un muerto en vida o en otro mundo.

EL LOBO Y LAS OVEJAS

Todo aquello que frene la perversión y el maniqueísmo en el medio laboral, en la vida en general, debe ser celebrado con cerebro, si me permiten la aliteración. Saben, quienes me leen y a quienes les doy las gracias por ello, que suelo acudir en estas modestas columnas a los dichos,  diplomados en la infalible sabiduría popular. Saco aquí un par de ellos para explicar por qué ha de ser cauta la alegría, pues  “quien hace la ley hace la trampa” o “no se puede poner el lobo a cuidar las ovejas”, dependiendo de los lugares y/o circunstancias que acompañen al acosador y acosado. Ojo, que el acoso puede darse entre “compañeros”, de abajo a arriba en la estructura del personal o de arriba abajo, más frecuente;  y, el colmo, pero real,   puede un trabajador ser acosado en modo pinza (cuando el de arriba necesita aprendices de muy abajo con aspiraciones, porque al mandamás la “tarea” le viene grande o solo no se atreve).

La enloquecida, bravucona pero tontaina inquina, con o sin jauría, contra un profesional por quien puede hacerlo (uno no se deja pisar si puede evitarlo, por eso los acosadores suelen ser cobardes y oportunistas) requiere, siempre, ser demostrada para dar fin a la sangría moral de la víctima y a la pesadumbre de su familia.

PORTERIAS Y JUZGADOS

Una dirección general u órgano similar de omnímodo poder, por ejemplo, que me interesa, ha de poner en marcha todos los departamentos, Asesoría, Recursos Humanos, Disciplinario, Salud Laboral, etcétera para que sus jefes y jefas se apliquen en la honesta labor de saber lo que está pasando, a quién, por quiénes y por qué.  Para detenerlo. Vale. Yo veo un problemilla cuando el protocolo sea manoseado, que así será más  difícil distinguir de un rumor severas injusticias, sectarismos, segregación como un contemporáneo “apartheid, si me permite traer aquí aquella execrable práctica que se inventaron necios contra las personas.

Sigamos. Si el acoso lo perpetra alguien que en el protocolo anti acoso, tiene que ver con la responsabilidad de evitarlo e investigarlo para sancionar al culpable/s y que respire quien ya se  ahoga, o vivir no le hace ilusión ¿cabe plantearse algún dilema?¿puede generar esta coincidencia alguna inquietud? Hay solución para esto, si el temor no es infundado.

BOFETÓN DOMÉSTICO Y LAVADORA CASERA

Un protocolo “domesticable” o con riesgo de serlo, ay cómo es la condición humana, no puede sustituir a la acción de los tribunales. Hay veces que “no todo puede quedarse en casa”, no es el sitio para “lavar los trapos sucios”. Un bofetón doméstico por así decirlo que queda sin más, podría un tribunal sancionarlo con penas; imposible de blanquear los hechos por una lavadora casera. Claro, con pruebas, y ya sabemos qué difícil resulta hacerse con ellas; son muy liquidas, dadas a desaparecer, ser negadas sino hay testigos (suele haberlos, nombrados a dedo y pagados con dinero y posición). Son susceptibles también de ser destruidas, camufladas o retorcidas por la labilidad, si acaso, de una normativa interior …“de andar por casa”.  No pasa nada. En defensa de quien lo necesite, existen los reajustes que proporciona la jerarquía normativa, la seguridad jurídica, el amparo judicial, no me olvido de la acción sindical, que van más allá de localismos normativos, si cojean. En este caso hay motivos para el consuelo y la esperanza, sin grandes cautelas, ni fraude o corrupción.

UNA HISTORIA CON POCA IMAGINACIÓN

Estoy en estas: escribiendo unas páginas para contar una historia con las justas concesiones a la imaginación. Los personajes principales y principalmente mujeres, pues estamos de moda, se llamarán, Rose Mary, la acosada, también lo será del acoso sexual. Del más siniestro, el de Chuck, no olvidará esto “si no doblas las rodillas, lo hará tu hijo que se dónde estudia”…Pero bueno esto es otra trama.

Sigo nombrando a los personajes de lo que viene a cuento: Andrew, el acosador, Emma y Pigeon, obedientes del anterior y nada sororas u honestas que es un término que engloba además de a todas, a todos y todes. Habrá sitio para un secundario, Paul,  “The  commoner” o el comunero en español,  por su desatada pasión, en concreto, por la vida y obra de Padilla. Y también daré un papel de figuranta, a una médica,  Gossiping,  a quien no habla  Hipócrates, que acudirá cumpliendo órdenes a las urgencias de un hospital donde habrían de reanimar a la acosada tras un intento de suicidio. ¿Para qué? Pues para colocar un mensaje mendaz, pero necesario, a modo de coartada del estropicio que había en una camilla, y que hacía falta en el informe médico antes del alta: el jefe no le hace nada es su familia. ¡Toma ya! Guion para Hitchok, Tarantino o Carpenter. Lo hará a sabiendas de que la acosada, en clara desventaja, no podrá hablar, aún medio inconsciente con un tubo en la nariz por el que le llegaba carbón activado al estómago. Ya digo, oportunistas, patéticos y chuscos. Ni para pinturas negras falsificadas de aquellos ilustres pinceles.

La acosada acudirá a denunciar en un juzgado todas las invectivas, y por dos veces, pues recurrirá esta gente, y la Justicia verá acoso, maltrato, abuso, degeneración y vulneración de derechos fundamentales de la casi muerta por varias veces;  a Rose Mary le entrará manía en suicidarse. ¿El motivo del acoso? No existirá.  Sí, motivación, degradar a una exitosa profesional, aún dando “patadas” a sus propias normas, que serán transgredidas, desfiguradas y reinterpretadas desde una conciencia completamente enferma.

Tras este scoop, como se dice ahora, vuelvo a mis páginas que la editorial es muy exigente.

¡Ah!, una última cosa y bien importante.  El padre de Rose Mary, Ángel, no se enterará de las vilezas que vendrán después de hacer la Justicia su trabajo, de quien también se reirán; sí, le sacarán la lengua a los jueces. Por eso habrán de ser llamados al orden de nuevo.

Ángel ya no lo sabrá y morirá y se dolerá pero ya “solo” por un dolor oncológico terminal.

Rosa María GARCÍA DURAN

Policía Local de Madrid jubilada. Jefa de las oficinas de atención al ciudadano. Escritora

 

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