El Ministerio del Interior ofrece con periodicidad datos de criminalidad que se reflejan en un informe publicado por el Portal Estadístico de Criminalidad. Se trata de un sitio web donde se pueden consultar los datos registrados por las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad durante un cierto periodo temporal.
La información recopilada para el cómputo de estas infracciones penales parte del trabajo diario que realizan los miles de agentes que integran las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad. De ahí parte que se puedan extraer del Portal Estadístico balances como “hechos conocidos”, “hechos esclarecidos”, “detenciones e investigados”…
Lejos de servir como herramienta policial, la estadística se ha convertido en un recurso político. Así pues, durante el estado de alarma decretado por la pandemia del Covid-19, los ciudadanos han sido testigos de cómo el “baile de cifras” de detenidos y propuestos para infracción formaba parte esencial del discurso de los altos mandos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil durante las ruedas de prensa de Moncloa. Así pues, observarnos unos resultados reducidos a valores cuantitativos y no cualitativos obviando los análisis derivados de la investigación social o científica.
Este sistema numérico es duramente criticado por los policías ya que subordina el modelo operativo a un modelo estadístico. Así pues, todo el trabajo de los agentes pasa por una evaluación de los superiores que supervisan valores medibles y en función de ello exigen resultados. Esto resulta realmente paradójico en una institución como la policía, cuyas mejores cifras después de un día patrullando quizás serían los de una tasa cero: cero detenidos, cero identificados y cero delitos, resultado de un día perfecto de servicio garantizando la seguridad de los ciudadanos.
¿Qué se valora más, el palote o la prevención?
La estadística incluso ha propiciado origen de cierta jerga policial como es el caso del término “palotero“. Así es como tachan algunos agentes a aquellos policías que a su juicio practican detenciones sin excesiva complicación o de cuestionada calidad para simplemente hacer cuadrar las cifras marcadas por un jefe.
Llegados a este extremo, se plantea la paradoja de que ciertas iniciativas propias de los agentes como lo son las labores de prevención resulten profundamente infravaloradas por sus mandos. Así pues, labores esenciales como la de recopilación de información o de patrulla activa se convierten en servicios detestados por aquellos que tan solo se rigen por la vorágine de los resultados medibles.
Es de esta forma, es cómo en uno de los servicios más esenciales de la Policía como los Zetas (patrullas de seguridad ciudadana) surge el germen de la desmotivación profesional. Y he aquí el dilema existencial del patrullero:
¿El policía debe trabajar para coleccionar actas y detenidos o desarrollar sus funciones para efectuar una correcta labor de prevención y evitar la comisión de ilícitos penales?
Llegados a este punto habría que mencionar también las fatídicas consecuencias del sistema estadístico en el protocolo de asignación de felicitaciones públicas o medallas al mérito policial. Ambas, cuestiones de delicada crítica por estar rodeadas de cierto oscurantismo en cuanto a la falta de transparencia y origen de “favoritismos” relacionados con este sistema matemático que choca de bruces con los valores de “mérito, capacidad y antigüedad”.
Otra polémica en relación a la estadística es que está ligada a una dirección por objetivos (DPO). Esto significa que en función de los resultados cuantificables se percibe un plus de productividad anual. Esta gratificación se divide en tres tramos y no es la misma para todas las escalas ya que la cantidad a percibir entre los integrantes de una misma plantilla se incrementa en función de la escala a la que pertenece. Así pues, puede llegar a suponer un peligroso incentivo destinado a que ciertos superiores perturben su honestidad profesional y ejerzan el mando condicionados por unos resultados que llegan a influir en sus salarios.