Asociación Una Policía para el Siglo XXI
En un momento de luto no es adecuado polemizar, pero sí adoptar una visión analítica, y atraer la atención sobre las lecciones aprendidas para que no se pierdan.
Existe una polémica entre policías y bomberos por su diferente aproximación a los incidentes, los policías se quejan de que en numerosas ocasiones han evacuado a personas de un incendio en sus etapas iniciales y los bomberos han protestado por tales actuaciones.
Los bomberos defienden como norma general las actuaciones en que las personas en riesgo han de quedarse aisladas donde el fuego no haya llegado, sellar las vías de entrada de humo con paños mojados y las puertas cerradas para no oxigenar el fuego y reducir el riesgo de intoxicación hasta que puedan ser rescatadas, mientras que los policías defienden la actuación en caliente y sacar al mayor número de personas en peligro. También es cierto que la mayoría de los incendios son en compartimentos aislados y no se extienden. Los bomberos no recomiendan llamar puerta por puerta para dar la señal de alarma, pero esto es lo que hizo el conserje de la finca con éxito en el incendio de Valencia y es lo que habría hecho la Policía.
Ambas aproximaciones son válidas, pero responden a diferentes contextos, policías y bomberos coinciden en el espacio, pero no en el tiempo porque actúan en momentos diferentes de un mismo incidente, la diferencia de un momento a otro es una delgada línea que diferencia entre sacar un herido y levantar un cadáver. El contexto policial es anterior al de los bomberos mientras que los bomberos no llegan los primeros, no son los que disponen de más personal desplegado continuamente y tampoco son los que están más cerca, pero sí los que disponen de la formación y medios técnicos para actuaciones complejas en las que la Policía no puede actuar y tiene que esperar a que lleguen. Es un proceso de gestión de riesgos y de incertidumbre, de toma de decisiones con resultado malo o menos malo.
Las lecciones aprendidas en el incendio de 2018, que acabó con la vida de 64 personas en Kimerovo (Rusia), 40 de los cuales eran niños, se asimila en parte a la dramática situación vivida en Valencia, en que una familia permaneció en su domicilio esperando un rescate que no pudo llegar. En ninguno de los casos había una decisión buena, solo una menos mala.
El 25 de marzo a las 16:00 en Kemerovo (Rusia), se desató un incendio en un centro comercial, el incendio comenzó en la sala de trampolines en la cuarta planta, donde se celebraban fiestas infantiles y donde los niños se quedaban mientras los padres hacían compras en otras partes del centro comercial. Las alarmas de incendio no sonaron y según la comisión de investigación, un técnico de seguridad contra incendios había desconectado la alarma. Las puertas de seguridad estaban cerradas cuando el humo llegó al cine y dejó a todos dentro, también parece que algunos creyeron que era mejor no salir por la puerta y lo prudente sería esperar un rescate, solo un padre salió cuando vio que todos empezaban a perder el conocimiento a su alrededor, entre ellas sus dos hijas. El hombre desfalleció por el camino, fue rescatado y pudieron reanimarle. Las inspecciones de seguridad no se habían hecho y aparecieron las sospechas de corrupción. Hubo protestas contra el Gobierno Local, responsable de las inspecciones de seguridad que no se habían realizado, la población exigía la cabeza de los responsables de la seguridad y de los controles no efectuados. Tras el incendio hubo una cadena de actuaciones arbitrarias para proteger a los empleados públicos, la Policía incautó vídeos a los testigos e hizo firmar declaraciones de confidencialidad. Todo fue puesto en evidencia por la Comisión de Investigación y ocho personas fueron condenados a penas de prisión, la mayoría del sector privado.
La recomendación de los bomberos consiste en bajar por las escaleras y abandonar el edificio si el fuego está por encima, pero si el fuego está por debajo, encerrarse en casa sellando las entradas de humo con toallas húmedas. Ya que, de otro modo, lo más probable es desfallecer de asfixia durante la evacuación e incrementar el número de víctimas por evacuar. El problema frente a esta solución es que no podemos sellar todas las entradas de humo de un domicilio y no podemos evitar que el fuego se transfiera entre viviendas. ¿Es menos malo desfallecer en el intento de salir y arriesgarse a recibir un rescate o esperar ese rescate en un lugar donde no nos ve nadie y no saben que estamos?
Cuando los policías llegan a un escenario de estas características con gente pidiendo ayuda, actúan con criterio humanitario, pero no técnico. Comunican, protegen el perímetro, crean una zona segura a la que evacuar a los heridos para su tratamiento y ayudan a salir en la medida de lo posible a quien se encuentre atrapado. El Policía ignora las variables técnicas de la gestión del fuego, asumirá riesgos que desagradan a los bomberos, entre ellos el de transformarse en una nueva víctima de la que los bomberos tendrán que hacerse responsables.
En Una Policía para el Siglo XXI defendemos la aproximación táctica y operativa en la toma de decisiones por delante de los criterios estratégicos y políticos. Porque la mayoría de las cosas escapan al control y dependen del que llega primero, por ejemplo: si respiras monóxido de carbono o si te entra agua en los pulmones y no recibes atención, desfalleces y mueres; porque una hemorragia arterial te deja inconsciente en menos de 30 segundos y acaba con tu vida en 3 minutos si alguien no la detiene; porque una parada cardiorrespiratoria atendida a tiempo se puede revertir o puede ser irreversible si esperamos atención especializada, en los casos anteriores un policía cree que es menos malo tener heridos que muertos. Con este criterio enviamos a Interior una petición en enero de 2023 solicitando que se dotara a las patrullas policiales de unos estándares mínimos de equipos para evacuación de incendios como los que ya se disponen en muchos centros de trabajo y que maneja el personal de seguridad privada. Equipos de reanimación cardiopulmonar como los que hay en centros comerciales y centros deportivos, equipos de rescate acuático como los que hay en las piscinas públicas, y botiquines completos que permitan detener un sangrado.
La integración a nivel táctico implica que la coordinación no sea solo operativa, a niveles de intercambio de información, sino que sea completa, y que los primeros intervinientes sepan cuál es su función orientada a mitigar los daños hasta que lleguen los especialistas. De unos años a esta parte la coordinación táctica entre policías y sanitarios ha mejorado, de modo que la actuación que comienza un equipo policial, la continua un equipo sanitario, no hay compartimentos estancos como ocurre en los servicios poco desarrollados, en que cada uno solo hace su parte. Mientras que los bomberos no parecen estar de acuerdo en que los agentes de policía lleven equipos de evacuación de incendios en sus vehículos y ocupen un rol en la evacuación de personas en peligro cuando no hay fuego, pero sí mucho humo, y los policías defienden que no se van a quedar de brazos cruzados mientras alguien pide ayuda. Conseguir entre policías y bomberos el nivel de integración que hay entre policías y sanitarios, es una tarea pendiente.
Soy Policía Local con experiencia previa en incendios, he realizado ejercicios de adiestramiento contraincendios llegando a estar casi rodeado por el fuego. He estado presente en varios incendios pequeños y la verdad que siempre hemos llegado antes que bomberos. Siempre echo de menos un protocolo de actuación conjunto, falta de medios de protección (capuchas de escape) que nos pueda dar la posibilidad de aproximación al fuego y evacuar a posibles víctimas o incluso nos permita intentar apagar con un extintor o por lo menos reducir su propagación…pero la única formación es emplear un extintor y poco más. Cómo primer interviniente podemos hacer muchas cosas previas a la llegada de los “especialistas” que pueden salvar vidas y reducir daños materiales, tanto en incendios como en temas sanitarios.