Columna de Ricardo Magaz en h50 Digital Policial. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”.
Leí no hace mucho en el libro “Ágora de la poesía III”, que “la felicidad está en lo sencillo”. Es un hermoso verso. Acaso una sentencia para quienes se empeñan en complicarse la vida con asuntos innecesariamente tremendistas y posturas alambicadas, en contra de lo cotidiano, lo natural, lo llano, la celebración de lo pequeño o la ausencia de ostentación.
Hay varias teorías acerca de la sencillez en el pensamiento o, lo que viene a ser lo mismo, el sentido común y la forma de expresión directa y sin rodeos jactanciosos. Con todo, la sencillez no encarna pasividad ni falta de amor por las tareas bien desempeñadas. En absoluto. Hacer las cosas simples requiere su esfuerzo.
Navaja de Ockham
Una de esas tesis sobre las que ya escribí en h50, por tener relación con la ciencia policial, y que me sirve ahora como pretexto para la columna de esta semana, es el principio de economía al que también se le llama “Navaja de Ockham” por ser un precepto metodológico y filosófico atribuido al fraile escolástico nominalista Guillermo de Ockham, más conocido entre el común por la película de corte detectivesco “El nombre de la rosa”, basada en la novela homónima de Umberto Eco, magistralmente interpretada por Sean Connery.
Expone este postulado que cuando dos teorías tienen las mismas consecuencias debe preferirse la que ofrezca menos conflictos. Es decir: la explicación más sencilla, pero suficiente, suele ser la probable.
Por cierto, pongamos un ejemplo, ¿qué puede llevar a un presidente de Gobierno a compadrear (para muchos, confraternizar) con los herederos usufructuarios de una banda terrorista con 853 asesinatos, de ellos, 379 aún sin resolver? ¿Mantenerse en el poder enfermizo a cualquier precio? ¿Así de sencillo? Sí, ya lo advirtió, para bien o para lo peor, Guillermo de Ockham en el siglo XIV.
Elogio y maldición de la sencillez. La banalidad del mal, cuando se emplea con ruindad.