El síndrome de tiranía o emperador en menor o adolescente tiene su origen en muchas ocasiones en la alienación parental. Aunque no se reconozca, muchos lo traducimos en la manipulación que hace un progenitor del otro demonizándolo y generando en el menor una imagen distorsionada del objeto de ataque. Puede ser ejercida indistintamente por padre o madre. En ocasiones la rabia y rencor en una separación y, máxime , si existe una nueva pareja es el punto de partida.
Es evidente que con una nueva pareja el menor siente celos y ve usurpado el lugar que cree que en el pasado ocupó la figura paterna o materna. Esta situación es usada por el que demoniza al otro para empezar el control mental y moldear la mente del menor. Le hará ver que su progenitor prefiere a su pareja que a los hijos y que debe enfrentarse a ello.
Esto genera agresividad y síndrome tirano que cree que sus derechos están por encima de todo y de todos. Esta baja autoestima y nivel de resiliencia crea una ansiedad y desorientación magnificada que se traducirá en rotura de objetos para, más tarde, llevar a los insultos ,agresión verbal y física. Se debe de contentar al padre salvador y seguir sus directrices.
Por un proceso de disociación cognitiva su cerebro expulsa y no adentra la culpabilidad. Siempre sus actos agresivos se justifican porque el culpable siempre es el otro y jamás habrá empatía hacia el. A veces se roban objetos de valor emocional para hacer ver quien manda. Es decir, que si tú no me das algo yo me lo tomo, la autoridad soy yo.
En alguna ocasión y en el futuro, esta falta de empatía puede derivar en psicopatía.
Esta situación es insalvable sin ayuda terapéutica y tratar de equilibrar una mente que distorsiona la realidad pudiendo recurrir a terapia individual, en conjunto y mediadores. Se detecta partiendo de un fallo en la percepción del concepto de si mismo y más en la apreciación de los demás y del entorno. El tirano es narcisista y cree siempre lo hace bien y si se equivoca la culpa es del otro. Se burlan de los demás pero de ellos nadie se burla. No tienen remordimiento ni pena ni alegría actuando como una especie de robot teledirigido. En profesional se enfrenta al reto de solucionar muchos traumas y malentendidos de un pasado. Se trata de reconducir al paciente para que sea capaz de pedir perdón y admitir acaso haberse equivocado sin exigir unilateralmente el perdón al otro porque debe ser bilateral. La comunicación en este terreno es un factor muy importante porque es evidente y en ocasiones se desconoce qué conductas realizadas inconscientemente pueden herir al otro que magnifica dicha conducta.
Autora: Pilar Enjamio Furelos | Psicóloga, escritora y colaboradora en medios de comunicación