Hay cuestiones que ni estando de vacaciones dejan de merodear en nuestro pensamiento, y particularmente en mi caso existe una a la cual todavía estoy buscando enfoque. Desde que se conoció la noticia del macabro asesinato del cirujano colombiano Edwin Arrieta han sido muchas y muy controvertidas las informaciones que se se han dado a conocer por parte de los protagonistas.
Hoy en día hechos tan escabrosos no solo engrosan las páginas de los diarios en las secciones de sucesos, sino que también rellenan espacios televisivos en programas de entretenimiento que nada tienen que ver con la labor informativa o de investigación.
El interés que ha suscitado la noticia parece que está muy al margen de lo tétrica y siniestra que es. Para muchos medios de comunicación y para gran parte de la sociedad que consume esos medios la supuesta relación amorosa entre el presunto asesino y la víctima, sumado a que dicho victimario es una persona conocida en redes sociales y que proviene de una saga familiar bastante prestigiosa de España es motivo suficiente para convertir todo relativo al caso y a la investigación en un circo.
Hay que destacar también que la propia policía tailandesa está contribuyendo a generar expectación en torno a esa investigación. Aún existiendo una confesión de los hechos por parte del presunto autor, bajo mi punto de vista como criminólogo creo que se ha marchado a un paso muy acelerado y atropellado en cuanto a la resolución inminente del caso. las imágenes y los vídeos en los que se puede ver a miembros de la policía tailandesa acompañando al presunto asesino de Edwin por los diferentes lugares en los que se sucedieron los hechos dan a entender que el caso les está sirviendo para publicitarse de cara a la prensa de todo el mundo.
Se han llegado a filtrar a la prensa pruebas directas y de gran importancia para los investigadores. Tal ha sido el caso que en todas las televisiones se han mostrado vestigios a los que la propia policía tailandesa daba un valor significativo por la mañana y por la tarde renegaba de ellos porque la principal hipótesis de la causa de la muerte había cambiado por completo. El esperpéntico show echaba a andar y prometía subir las cuotas de espectadores.
No sé realmente qué me produce más urticaria, si que parte de la sociedad y los medios traten el caso como información sensacionalista y morbosa porque el presunto asesino sea el prototipo de guaperas surfero y las principales hipótesis del asesinato las basen en elucubraciones amorosas, o que la propia policía tailandesa se preste encantada a tan deplorable espectáculo.
¿No se dan cuenta que no es un Reality Show, ni el minuto y resultado?
Aquí en España las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado cada vez que se ven en la tesitura de iniciar una investigación por desaparición o asesinato no están pendientes de qué es lo que gusta o no gusta a la prensa y a ciertos espectadores ansiosos de carnaza televisiva. Aunque en muchos medios se ponga el reloj con la cuenta atrás, nuestra Policía y Guardia Civil demuestran profesionalidad y cautela para no contribuir a juicios mediáticos y sociales que nada favorecen el desarrollo de una investigación.
Con ésto no deseo trasladar la idea que pueda estar reñido el derecho a la información con la labor de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, con respetar los tiempos y dejar margen para analizar indicios, o con estudiar hipótesis e investigar el hecho.
Debe haber mesura, equilibrio y mucha cautela en cada declaración al respecto, en cada información que se publique tanto para el que pone el titular cómo para quien facilita los datos. La policía y la guardia civil necesitan calma y tranquilidad para avanzar sin pausa, pero también sin un ruido innecesario y molesto. Sólo así la resolución de los casos será plenamente exitosa.
En éstos casos la información veraz debe ser la prioridad siempre. La banalización de un crimen no debe ser el principal sustento de shows mediáticos. El efecto reclamo existe… Luego no lloremos si hay conductas criminales que se imitan.
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