Todos tenemos asumido que las muestras de cariño y afecto son algo positivo y necesario, a tenor de nuestra condición de seres sociales. Cómo negar cuestión tan evidente. Sin embargo, algo no debe ir bien cuando esas muestras de cariño provienen de un perfecto desconocido/a. ¿No os parece?
Desde hace ya algún tiempo, en las calles de nuestras ciudades el timo del abrazo cariñoso, se está extendiendo a lo largo de nuestra geografía como la plaga de la langosta.
Como cualquier hecho delictivo, se trata de un acto reprobable, pero quizás su reproche se agrava al conocer a sus potenciales víctimas, que no son otras que nuestros mayores. Los estafadores de esta modalidad se aprovechan de la inocencia y exceso de confianza característico de este sector de la sociedad para perpetrar el timo con mayor facilidad.
Pero querido lector, después de esto te preguntarás: ¿en qué consiste? o, como decimos en el argot policial,¿cuál es su “modus operandi”?. Te lo contamos a continuación.
Las formas de llevarlo a cabo son variadas, pero suelen tener un nexo en común, el contacto corporal con la victima para “distraerle”. Estamos pues, ante una versión remasterizada del carterista de toda la vida.
Sírvase como ejemplo. Persona mayor que se encuentra realizando sus quehaceres diarios en la calle: llevando bolsa de la compra , saliendo a tirar la basura, etc.… y se le acerca un/a joven con mucha educación preguntando por una calle o por un vecino, el pretexto puede ser tan banal como variado.
Amablemente la víctima intentará prestar su ayuda y el timador/a, tremendamente “agradecido/a”, se fundirá en un entrañable abrazo, aprovechando con la habilidad y destreza de un buen carterista, para sustraerle la pulsera, el reloj, y/o cualquier objeto de valor que porte. Algunas de las víctimas refieren que cuando son abrazados notan en las manos de la “cariñosa o el cariñoso” como que llevan crema o una sustancia resbaladiza, lo cual es muy útil pues les favorece el poder deslizar con mayor facilidad las joyas de la piel de las víctimas.
Hay otras variantes como la de abordar a la víctimas en la parada del autobús, o a turistas en plena calle, siempre con preguntas banales u ofrecimiento gentil, pero todas suelen obtener el mismo resultado: “desplumar” a la víctima con un afectuoso abrazo.
Ante este tipo de timos, el método más efectivo para impedirlos, es empelar la tan conocida frase de: “que corra el aire”. No dejemos que la distancia entre nosotros y el timador sea tan corta que permita el contacto físico, y de esta forma no podrá alcanzar su objetivo.
Los timadores de esta creciente modalidad delictiva suelen proceder de países del Este, aunque no son los únicos lugares de procedencia. No siempre es fácil detectarlos, algunos hablan perfectamente español, suelen ir correctamente vestidos, no levantan sospechas (no llevan un cartel que ponga que son malos, ni cuernos ni rabo), son muy amables, y a simple vista pueden aparentar ser un ciudadano común que precisa nuestra ayuda. No operan demasiado tiempo en una misma ciudad para dificultar ser localizados y, por consiguiente ,detenidos. Su acción se distribuye por todo el panorama nacional.
Así pues, tengamos precaución queridos ciudadanos, especialmente los mayores, pues como hemos podido constatar, “hay amores que no te roban el corazón, pero si la cartera”.
Autor: A.V.B.