Si no fuera poco la que está cayendo con el nuevo Estado de Excepción, encubierto de Toque de Queda, con graves consecuencias económicas, sociales y psicológicas; las filas del hambre; la expulsión del español en las aulas catalanas, que supone el desprecio del castellano como lengua vehicular; la enésima deslealtad y ataques de Pablo Iglesias al Rey Felipe VI en su viaje a Bolivia, con su propia agenda política; los continuos ataques a la independencia del poder judicial, parados momentáneamente por la Unión Europea; el chantaje con trueque de los nacionalistas catalanes; la llegada más que masiva de los emigrantes a Canarias, con el consecuente descontrol de los servicios sanitarios, policiales y de protección civil; y un interminable etcétera. Ahora se suma un nuevo asunto que vuelve a afectar a la libertad, la libertad de expresión e información, recogidas en el artículo 20 de nuestra Constitución que también prohíbe la censura previa, dado que el Gobierno quiere patrimonializar la verdad, imponerla, creando un Comité, Comisión o Ministerio de la Verdad oficial, bajo la excusa de fortalecer la libertad de expresión y el pluralismo de los medios de comunicación ¡Hay que ver! Es en realidad una forma de vigilar a la prensa, como una censura previa, castigada incluso por el artículo 538 del Código Penal.
Podría ser entendible, si la creación de este “organismo” fuese con la finalidad de combatir las campañas externas de desinformación, que pudieran afectar a la Seguridad Nacional, como también dicen. Pero la realidad es bien distinta. Cada día hay más asuntos que se han vuelto intocables y al periodista o escritor independiente se le trata de demonizar, desprestigiar y perseguir de todas las formas posibles. Si se atemoriza a la otra prensa, la que se manifiesta contraria a la verdad oficial, la que no les hace el seguidismo, y se les pone un bozal, entonces, la verdad real se convertirá en una dirección prohibida.
Algunos ilusos dicen que en España no será posible que triunfen las imposiciones totalitarias, antidemocráticas. Estoy de acuerdo, pero mientras tengamos el paraguas de la UE, como he dicho en otras ocasiones. A tal respecto, dado que vivimos en un mundo muy convulso, debo traer a colación el accidente de Chernobil, cuando el científico Legasov, miembro de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, durante toda su vida comprobó que tenía que mentir, callar, mirar para otro lado, siempre que la verdad real pudiera contradecir la verdad oficial, aunque al final presentó un informe honesto en el que exponía la verdad sobre el accidente nuclear, que le llevó al suicidio. Así funcionaba el sistema soviético. Y, así siguen funcionando las dictaduras, los estados totalitarios. En un Estado de Derecho el Gobierno no puede oficializar la verdad. No puede decirnos qué es la verdad. Esa tarea le corresponde a los Tribunales de Justicia.
A tal respecto, la Ministra de Defensa, Sra. Robles, mantuvo algunas diferencias con la Vicepresidenta, Sra. Calvo, al decir: “A ningún Gobierno le corresponde en democracia velar por lo que dicen los medios”, subrayando “la importancia de la libertad de prensa y de información que ningún Gobierno puede tocar”. También la Comisión Europea, se pronunció a través de su portavoz, Johannes Barke, avisando que “Cualquier iniciativa en el ámbito de la desinformación debe respetar siempre la seguridad jurídica y la libertad de prensa y expresión. Pero, no tenemos motivos para pensar que esto no haya ocurrido en el caso de España”.
Más aún, como ha dicho la diputada del PP, Ana Belén Vázquez, “Un Gobierno mentiroso como éste no puede decirle a los medios lo que es verdad y lo que no lo es. Un Gobierno que nos oculta hasta los fallecidos por Covid, la mayor indignidad que hay, que oculta datos de Interior como las pruebas hechas a policías y guardias civiles, que miente sobre la gestión en residencias de ancianos y nos engaña con los datos de la economía, ese es el que nos va a decir qué es verdad”.
En una democracia real la prensa debe ser libre e independiente para tener su voz propia. No se le puede atemorizar y ponerle un bozal. No se le puede imponer a nadie una verdad oficial que contradiga la verdad real. Estaríamos en un Estado fallido. La mentira es la antesala de la verdad, como lo es la ignorancia del conocimiento, la injusticia de la justicia, el confinamiento de la libertad y la dictadura de la democracia. También la imposición de la verdad es la antesala de la libertad de prensa y de expresión. Incluso, como decía Mahatma Gandhi, “Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira”. Pero, como en la caída del Muro de Berlín, el pueblo acabará, si es preciso, derrumbando cualquier intento de destruir todo tipo de libertad, porque la verdad debe ser un patrimonio inmaterial de todos y cada uno de los ciudadanos, no de un Gobierno que en los últimos tiempos no la ha respetado. El pueblo tiene derecho a leerla y escucharla.
Autor: Manuel Novás Caamaño | Abogado