Una persona se acerca a un policía con un arma blanca. Tras repetirle repetidas veces que tire el cuchillo mientras le apunta con su arma reglamentaria, el agresor hace caso omiso y sigue en actitud agresiva hacia el policía. Ni siquiera un tiro al aire detiene su avance.
Llegados a este punto al policía se le plantea una duda. ¿Disparo o no?
El artículo 20.4 del Código Penal dice que “está exento de responsabilidad criminal quien obre en defensa de la persona o derechos propios o ajenos siempre que lo haga ante una agresión ilegítima, que haya una necesidad racional del medio empleado para impedirla o repelerla y que no medie provocación previa”.
El problema viene en la interpretación que se realiza sobre la necesidad racional del medio empleado, es decir la proporcionalidad.
¿Existe proporcionalidad al usar un arma de fuego contra un arma blanca?
La repuesta que cualquier policía dará a esa pregunta será, que de la cárcel se sale, del cementerio no.
Por desgracia, el pensamiento generalizado es que si se utiliza el arma, por muy justificado que pueda parecer su uso, implicará tener problemas, bien por vía judicial, por vía disciplinaria del propio cuerpo o por ambas vías.
Ese segundo de duda a la hora de disparar a una persona, es lo que puede costarte la vida o sufrir graves lesiones, como el caso del policía municipal Juan Cadenas, que ante el ataque con un trozo de cristal, dudó. Solo se le pasaba por la cabeza la palabra proporcionalidad, por lo que optó por guardar su arma, sufriendo dos puñaladas con el fragmento de cristal. Una le partió el globo ocular izquierdo, la otra le rajó el paladar, no perdiendo la vida por el centímetro escaso que quedó de cortarle una arteria principal.
Tras lo ocurrido le quedó un único pensamiento: “Si volviera atrás le dispararía, pasaría un tormento, pero conservaría el ojo”
Otro caso reciente lo tenemos con Casimiro.
A mitad de noche, unos asaltantes, que vestían ropas oscuras y se cubrían los rostros con máscaras, entraron en su casa.
Entre 8 y 10 minutos vivió una pesadilla en su propia casa. Una pelea contra los delincuentes, en la que tuvo que usar su arma reglamentaria, su vida y la de su familia corrían peligro. Casimiro acabó herido con varios politraumatismos, tres de los ladrones acabaron con heridas de bala, un cuarto presentaba un mordisco en la nariz.
Hoy los asaltantes están en libertad y a Casimiro por defender su casa y a los suyos le piden 20 años de prisión en el juicio que en breve se celebrará. En alguna ocasión pensó en quitarse la vida, solo la suerte evitó que esto ocurriera.
Lo de siempre… Pero lo cierto es que de la cárcel se sale del cementerio no