Ya se ha cumplido el aniversario del Covid-19 desde su propagación desde China, como en anteriores pandemias, y los chinos, con mil quinientos millones de habitantes, en menos de un año, ya han dado por superada la pandemia, han celebrado fiestas multitudinarias sin distanciamiento social, ni mascarillas. Han vuelto a la normalidad con menos de cinco mil fallecidos. China ha conseguido en el año 2020 un crecimiento del 2,3% del PIB, gracias al control de los contagios y la demanda internacional de los productos derivados de su propia pandemia. Un gran milagro. No tiene sentido. Por el contrario, todas las grandes potencias occidentales han decrecido. Se han empobrecido considerablemente. Mientras China ha superado la pandemia sin vacunación, Occidente no es capaz de superarla si no es a través de la vacuna. El 99,92 % de la población mundial no está infectada de coronavirus. Entonces, por qué es necesaria una vacunación masiva de toda la población. Además, no es una vacuna al uso, según la mayoría de los científicos. Nos han vendido que cuando llegara la vacuna volveríamos a la normalidad ¿Se acuerdan? Ahora, ya no hablan de normalidad, además de reconocer que los vacunados pueden contagiar y contagiarse. El gran milagro o misterio chino no llegó a Occidente. Se quedó en Oriente. Tampoco tiene fácil explicación como Taiwán a 130 kilómetros de China y conectados ambos países por decenas de vuelos diarios tan sólo cuenta con siete muertos durante la pandemia.
Asimismo, en Europa la gripe ha desaparecido, cuando en otros años los hospitales estaban saturados y los medios televisivos ni nos lo enseñaban, en España, por ejemplo, según el CIBER y el Instituto de Salud Carlos III, en la temporada de gripe 2017-2018 hubo cerca de 800.000 mil contagiados de gripe, 52.000 ingresados y cerca de 15.000 fallecidos. Pues bien, hemos acabado 2020 con 4 casos diagnosticados (3 en Castilla La Mancha y 1 en Aragón). ¿Es comprensible? Nos dicen que el uso de las mascarillas y la distancia social han hecho el milagro. ¿Esto es así? Pues bien, cómo podemos explicar que la mascarilla o la distancia social haya acabado con la gripe y no acabe con el coronavirus ¿Hay alguna evidencia científica de esto? Los hospitales españoles reciben unas suculentas subvenciones por cada paciente Covid. Un hospital factura 2.500 € cuando un paciente ingresa por coronavirus y tiene una estancia de hasta 72 horas (BOE 04-06-2020). Si dicha estancia es superior el hospital puede facturar hasta 5.000 €. Estas subvenciones son la primera vez que se perciben. ¿Por qué?
Pero volvamos al patógeno, hace unos días el ex Director de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), Robert Redfield dijo que “el virus SARS-Cov-2, que causa el Covid-19, se originó en una laboratorio en la ciudad de Wuhan, en China “La etiología más probable de este agente patógeno en Wuhan fue la de un laboratorio”. Opinión refrendada incluso con más contundencia por otros muchos científicos no oficialistas. Entonces, cómo es posible que en Europa, Estados Unidos, ONU y demás organismos internacionales, ante un problema tan grave y acuciante, que está provocando nuestra muerte y ruina, no se haya creado todavía UN COMITÉ CIENTÍFICO INTERNACIONAL para estudiar el origen y naturaleza de este patógeno, medios de curación, etc. ¿No interesa? ¿Por qué? Tampoco tiene sentido.
En Occidente con la pandemia, o lo que sea, seguimos todavía peor. Más agotados, más cansados, más enfadados, más idos, más desesperanzados, más empobrecidos, más desiguales, más torpes, más descreídos, más miedosos, más todo, como dijo Lucía Méndez. Además, comprobamos cómo nuestras vidas y libertades individuales empeoran a velocidad de crucero por las restricciones que seguirán imponiéndonos sin rigor y al tuntún unos tontos con galones que se dedican a dar palos de ciego para que veamos en ellos líderes proactivos, cuando en realidad son unos zotes de cartón piedra, que diría Luis M. Alonso.
En fin, aunque sea una ensoñación, espero que el tiempo de contar trolas concluya, como finaliza aquella canción que nos enamoraba cuando éramos niños, “No contamos más mentiras, tralará / No contamos más mentiras, tralará / No contamos más mentiras”. No queremos la muerte de la verdad. No queremos que la mentira se eleve a fundamento del orden mundial, como decía Kafka. No podemos cambiar la libertad por la seguridad. Pretenden ser los amos de la ideas, propagando el miedo para despojarnos de los derechos más elementales de un ser humano. Están destruyendo al ciudadano, utilizando a las televisiones generalistas, los tragacionistas, los teledirigidos, los megalistos del poder y demás farsantes. Los que saben no hablan y los que hablan no saben. Todo lo que estamos viviendo te puede romper el cerebro, pero también el corazón. Por todo ello, necesitamos saber qué hay ahí debajo para conocer lo que hay aquí arriba.