El gran avispero mundial II

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Tengo que prescindir por fuerza del basurero en que se ha convertido la política española. Ha venido la rubia del Jaguar a preguntar por la actualidad como siempre y cotillear de los chismes últimos, de los enjuagues, traiciones y descubrimientos lúbrico-políticos. No puedo, rubia, le he dicho, todo serio mientras recibía un pico deseado, pero sin permiso. Tengo que escribir de judíos, moros y cristianos, para cumplir mi compromiso.

Escribí en el artículo anterior sobre las razones históricas y los argumentos, incluso teológicos, que Dios siempre anda por medio en conflictos meramente humanos, del gran lío sangriento que se llevan entre manos  los judíos con los moros, con los cristianos avivando el fuego, porque los cristianos también están metiendo baza  flagrantemente en el conflicto.

Los judíos  – juegan con esto, lo utilizan como justificación de su necesidad de defenderse y se convierten de víctimas en victimarios sin dudarlo- han sido un pueblo perseguido, deportado y pisoteado desde la cautividad de Egipto o Babilonia, hasta la invasión   por los romanos, la expulsión de los Reyes Católicos, los pogromos en Rusia o el holocausto nazi. Los judíos, pueblo enquistado en sí mismo y potentísimo económicamente, con ideas paranoides respecto a su elección por Dios y su hábil manejo del dinero, han sido envidiados y se les ha tenido manía siempre. Una de las justificaciones inveteradas para agredirlos ha sido: ellos crucificaron al Señor. Hasta Benzion Netanyahu, padre el actual fascista Netanyahu, en su obra “Los orígenes de la Inquisición en España” habla de los oscuros motivos económicos de la Inquisición para perseguir judíos pues aprovechaban los procesos de fe para quedarse la pasta. Todo muy evangélico. Los argumentos de la redención para justificar el asesinato de Jesús de Nazaret ofenden a la inteligencia más simple y la gente se los cree sin rechistar.

El asunto de las invasiones y las expulsiones va por épocas y siempre ha estado presente. El ansia del hombre por el poder  – el poder motor esencial de la acción humana- invadían unos e invaden otros. Nos invaden los romanos, los godos, los moros y siglos antes los que venían de África, que solo hay que ver el cráneo del “hombre de Orce” que da fe de cómo hace quinientos mil años ya había emigración.

Decía mi magnífico profesor Manuel Sotomayor que hay que unificar el lenguaje y llamar igual a lo que es igual. No podemos decir invasión árabe y luego decir conquista de América. O las dos son invasiones o las dos son conquistas.

Para no eternizarnos y que me llamen paliza y dejen de leerme inmediatamente vengámonos a los finales del  siglo  XIX que es cuando empieza el fenómeno creciente del sionismo. En la historia los asuntos se cuecen a fuego lento y un siglo antes los moros ya habían empezado también otro movimiento que perdura.

En un Islam que había entrado en decadencia, en el siglo XVIII, con el imperio otomano enfermo de muerte, comienzan a surgir los fanatismos integristas. La península arábiga es un pedregal seco donde vegetan las piaras de cabras y camellos y sus cuidadores que rezan a Allah. Aun no ha surgido el millonario milagro petrolífero, pero ya los hombres pelean, como en cualquier sitio, por la gloria y el dinero.

Hay allí un santón  – peligrosísimos los santones, con certezas falsas que contagian y línea directa con todos los dioses tan falsos como ellos-  Ibn Wahab, integrista fanático, puritano retrógrado, partidario de amputaciones de manos y piernas, lapidaciones y otros castigos físicos. Fiero defensor de la sharía.

Coincide Ibn Wahab con un reyezuelo cacique  – todos los monarcas que han sido comenzaron siendo caciques sanguinarios, como dice mi amigo Eslava Galán, los más chulos del poblado-, que se llamaba Ibn Saud. Este Saud encuentra en Wahab la fundamentación teológica a sus maniobras de poder. Teología islámica más espada. Lo de siempre la religión y el poder juntitos y con idéntico objetivo.  En las ideas de estos dos se basó Hassan Al Banna, para fundar a principios del siglo XX los Hermanos Musulmanes, cuyo primer objetivo era destruir la constitución laica que habían instaurado los ingleses, con el Islam como única pauta de acción. Muchos líderes musulmanes y panarabistas pertenecieron a los Hermanos Musulmanes, desde Naser a Anwar El Sadat o el propio líder de la OLP, Yaser Arafat. Herederos de estos e ideólogos esenciales de la Yihad  son Abu Allah Al Maududi, que afirma que todo hombre nace musulmán, su ser entero le pide ser fiel al Islam y si es incrédulo  vive en las tinieblas permanentes  – teoría inquisitorial medieval- o el seguidor acérrimo de Al Maududi, Sayid Al Qutb, que defendía el que religiosos y laicos no pueden convivir en paz y veía la cultura occidental como un infierno horrible y amoral. En relación con la Yihad  – otra idea enloquecida y sobrevalorada que los cristianos ya vivieron en las Cruzadas- Ziyat Al Zarqaui, salafista jordano y líder de Al Qaeda en Irak,  explica a los adeptos las ventajas del suicidio. Antes de pasar a la acción, afirmaba, el mártir – todos los islamistas metidos en este conflicto son mártires potenciales- realiza la ceremonia del “que anhela a las mujeres de ojos castaños”, preparándose para la boda con las setenta y dos vírgenes que le esperan en el paraiso. Cágate lorito.

He aquí los ideólogos  de yihadistas, salafistas y terroristas islámicos de toda laya, que ven a occidente entero como un enemigo depredador a batir y han sembrado abundantemente su ideología. Faltan ahora los enfrentados sionistas a los que podemos aplicar lo dicho anteriormente de las convicciones judaicas.

En la Francia de finales del XIX, un militar llamado Alfred Dreyfus fue condenado por espionaje. Era judío y eso influyó en la injusta condena y comenzó a hablarse en Europa de pasiones antijudías. Casi paralelamente Theodor Herzl, periodista austriaco, publicó  “El estado judío”. En enero del 98  – año emblemático en España- Emile Zola publicó  el articulo “Yo acuso” y eso desató ya de manera potente el Sionismo, movimiento de vuelta del pueblo judío a Sion, monte cercano a Jerusalén, o sea la tierra prometida por Dios. ¿Se ve claramente la ligazón intrínseca entre religión y política? Una es la otra y viceversa.

Finalizó la primera guerra mundial y se desmoronaron los imperios austrohúngaro y otomano. Había que repartirse Oriente medio y ya ven como ahí las fronteras están trazadas con tiralíneas. La llamada Declaración Balfour, ve con buenos ojos el establecimiento de los judíos en Palestina como cuña occidental estratégica de control en ese territorio.

Ya tienen, creo, el mapa trazado. No ha habido, desde el primer día de la creación del Estado de Israel un solo momento de paz. Hay que ir allí y ver el terreno destrozado y ocupado por los colonos judíos. Ambas partes en conflicto llaman terrorista al contrario y cada acto violento de unos u otros  – actos de guerra siguiendo el más puro estilo Von Klausewitz- es terrorismo para el adversario.

No ha habido un solo acto terrorista  que no invoque el problema palestino. Acordémonos de los gravísimos atentados palestinos en la Olimpiada de Munich, del secuestro, por palestinos ayudados por una fracción del ejercito rojo alemán en 1977, del avión de Luthansa, que salió de Palma de Mallorca y fue liberado en Mogadiscio. Todas las acciones de Al Qaeda  – firma usada por cualquier movimiento yihadista- desde el atentado de las Torres gemelas a la estación de Atocha o al Bataclan parisino, las defienden y venden como respuesta a occidente por su agresión al mundo islámico en general.

Y aquí estamos. El 7 de octubre de 2023, Hamás lanza un ataque devastador contra Israel, contra civiles indefensos y captura un gran número de rehenes. La Operación Inundación de Al Aqsa – nombre de la mezquita de cúpula dorada de Jerusalén-, el movimiento de resistencia islámica Hamás atacó a Israel masivamente dando comienzo a una guerra que se ha extendido y que sigue viva. No me puedo creer que el Mossad, el mejor servicio de espionaje del  mundo, pudiera ser sorprendido  por Hamás.

Israel ha respondido multiplicando por cuarenta los daños recibidos y, si ese día hubo mil muertos, la guerra de Gaza lleva casi cuarenta y cinco mil.

Hamás, movimiento de resistencia islámica, considerado terrorista por occidente, considera terroristas a judíos y demás potencias occidentales. Imposible  -lean mi Criminalidad organizada. Los movimientos terroristas- ponerse acuerdo para definir qué es y quién es terrorista. Lean cualquier artículo que encuentren de la gran Lola Bañón, mi amiga y la que más sabe de todo esto. Aún me asombro de cómo la gente que pulula por los palacios madrileños sin tener ni idea, no se la llevan allí para que los ilumine con su inabarcable sabiduría sobre este problema.

Se desata la guerra e Israel no hace caso a nadie. Ni a la ONU, ni siquiera a los americanos y potencias aliadas, que son los que les proporcionan el armamento y les piden mesura en las respuestas. Ya tenemos el gran avispero organizado en el que dañar al contrario lo más posible es el único objetivo.

Oriente próximo se dirige, no ya a una guerra en Palestina sino a una extensión global e internacionalización del conflicto. ¡Menudo mundo nos han dejado a nosotros y menudo vamos a dejar a nuestros hijos y nietos! Israel no solo está siendo ayudado por los americanos con dinero y armas, sino con tropas. La intervención contra los hutíes yemenitas la han hecho tropas americanas con la excusa de controlar ese mar  donde tenían lugar milagros increíbles, como la separación de las aguas. ¿Para qué? Para que pasara el pueblo judío, que ya he dicho que la cosa y los móviles religiosos vienen de lejos.

Hay un silencio vergonzoso de la Unión Europa que se ha puesto de perfil y nos ha colocado  en una posición complicada con respecto al mundo islámico y favorables a una guerra que suponen una caída total de los derechos humanos y del derecho internacional en esta materia con una excusa: se bombardea un hospital, mueren niños y el argumento es que había un túnel de Hamas en el sótano. Ya se que los de Hamás también han matado inocentes, pero eso nos conduce al binomio mortal del terrorismo: acción-reacción. Yo golpeo porque tú golpeas. Binomio inacabable.

Los palestinos no se van a ir porque llevan toda la vida ahí y la colonización continua con el apartheid consiguiente es insostenible.

Israel no atranca y a la guerra de Gaza ha añadido la guerra en el Líbano. Hizbulá, el partido de Dios, ayudó a crear la rama armada de Hamas, ambos creados con el objetivo de resistir ante Israel. Atacar a Hizbulá tiene como objeto evitar que reflote a Hamás. Ambos movimientos  ayudados, financiados y armados por Irán y aquí ya nos encontramos con un enemigo más potente que es al que, en definitiva, quiere minar Israel o sea occidente. ¿Tengo razón cuando hablo de avispero?  Tal vez me quedo corto.

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50 Digital

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