Columna de Ricardo Magaz en h50 Digital Policial. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”.
Durante un mes cubrí y analicé el juicio, a menudo excéntrico, del crimen de Isabel Carrasco para varios medios de comunicación y mi universidad.
Junto al centenar de profesionales que tomamos al abordaje las salas y los pasillos de la Audiencia Provincial, había un tipo que destacaba por tres motivos: por su puntualidad británica, por el porte londinense que tienen los del barrio del paseo de la Condesa y porque se trataba de un amigo que ejercía con rigor el oficio periodístico hasta su fallecimiento, a los 62 años.
Naturalmente, hablo de Javier Tomé, autor del libro Isabel Carrasco. Una conjura envenenada, editado por el sello Eolas Ediciones. Tomé estudió las jornadas del proceso colmando de notas sus cuadernos que se le quedaban pequeños a media mañana. Si alguien pudo hablar con autoridad del crimen de Isabel Carrasco y de sus circunstancias inauditas ese es, sin duda, Tomé.
Sainete criminal
Isabel Carrasco. Una conjura envenenada es un volumen, como todos los de Javier, meticuloso y meditado, escrito sin urgencias y alejado del morbo de un caso que, admitámoslo, no tiene parangón en la historia criminal española.
Así, tenemos que la asesinada con modus operandi sicarial era la presidenta de la diputación de León y del Partido Popular en la provincia. La homicida es la esposa del comisario de policía de Astorga (en realidad, inspector jefe en funciones de comisariado). La cooperadora necesaria es a su vez la hija de ambos (del comisario y de su mujer). La encubridora, luego declarada cómplice, era agente de la policía local de León. El abogado defensor de ésta (un señor de Murcia, al decir de la periodista Ana Gaitero), desapareció misteriosamente el día clave del juicio y volvió a surgir de la nada algo perturbado veinticuatro horas después en un cajero automático de la ciudad…
Si acaso todo ello no fuera un sainete amargo, el presidente del Tribunal admitió haber fallado en el fallo y le enmendó la sentencia al jurado popular a través de la pregunta número 69 objeto del veredicto, dejando en cinco años la pena de Raquel Gago.
A los pocos meses el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León desautorizó sin remilgos al veterano magistrado y le impuso doce años de prisión a la agente de policía local como cómplice del asesinato, acrecentados a catorce por sentencia firme del Supremo.
Armas y marihuana
Y por si estos avatares resultaran escasos, súmenles el medio kilo de marihuana hallada en casa de madre e hija, las armas compradas supuestamente a un drogodependiente fallecido en Gijón o el traslado forzoso de prisiones de las convictas irreductibles.
Todas estas claves del magnicidio de Isabel Carrasco las hallará el lector en las 250 páginas del libro de Javier Tomé que, como buen sabueso, fue más allá de lo superficial del drama y analizó las dos vertientes sustanciales del caso: la verdad jurídica que se pudo acreditar en las sesiones y, de tal modo, los hechos que ocurrieron aquel fatídico 12 de mayo de 2014.
Por siempre en nuestros corazones, amigo.