Llevo tres días y medio en política, como aquel que dice, pero en este breve tiempo he podido detectar con nitidez algunas claves de lo que se cuece en este curioso mundo.
Tras mi decisión de abandonar un grupo parlamentario, de cuya historia no quiero acordarme, e incorporarme al cajón “de sastre” del Grupo Mixto, se abre un mundo oscuro y lleno de curiosidades dignas de mención.
Los grupos parlamentarios en el Congreso de los Diputados, y creo que en cualquier cámara autonómica, provincial o municipal, son burbujas cerradas, independientes y con una jerarquización muy marcada, todos menos el Grupo Mixto.
La propia naturaleza de este grupo, en el que conviven partidos políticos antagónicos obligados a entenderse para el propio ordinario funcionamiento de una entidad única administrativa parlamentaria, obliga a hacer un análisis profundo de las situaciones que pueden llegar a darse.
Yo estoy viviendo una situación de esas provocadas por la desregulación en una entidad con personalidad administrativa propia en la que debería estar todo prescrito.
Existen ciertos derechos que todo representante del pueblo tiene en la Cámara Baja de nuestras Cortes.
Entre estos figura el de tener un despacho en las instalaciones de la Cámara, yo no tengo ese derecho. Los Diputados tienen derecho a ejercer el control del Gobierno en las Sesiones de Control de los Plenarios, yo no. Tienen derecho a presentar cualquier tipo de iniciativa que el Portavoz del Grupo Mixto debe firmar con independencia de que comparta o no sus objetivos, yo no.
Los diputados también tienen derecho a ejercer la portavocía y la portavocía adjunta del Grupo Mixto por meses, yo no. Tienen derecho a intervenir en las comisiones pertinentes, yo no.
Puedo seguir, pero resumo: en el Grupo Parlamentario Mixto hay nueve Diputados que tienen todos sus derechos reconocidos y uno que no tiene ninguno, y es por la decisión unánime de sus componentes.
Uno podía pensar que los diputados de Unión del Pueblo Navarro o Foro Asturias, por la evidente afinidad ideológica, apoyarían al menos que no se vulneraran mis derechos constitucionalmente reconocidos, pero no. Existe una dinámica parlamentaria en ese heterogéneo grupo que todos temen perder, y ello a pesar de que lo que pretendo es trabajar sin molestar a nadie, bueno, a este nefasto Gobierno sí, pues merece toda la oposición de la que seamos capaces, y en esas estoy.
No hace falta ser Ulpiano para saber que personas con situaciones administrativas idénticas, tienen los mismos derechos. Privar de derechos a uno de los componentes es ilegal y profundamente inmoral.
Y todo esto conocido, permitido y auspiciado por la tercera autoridad del Estado. La Presidenta del Congreso de los Diputados ni se ha manifestado. Ante la solicitud de amparo a la Mesa del Congreso de los Diputados presentada por mí, una respuesta vía email con dos palmaditas en la espalda, pero ninguna decisión relevante, sólo la de denegar esa solicitud de amparo por el voto de PSOE y Podemos, aquellos a los que haría daño darme voz.
“Cuando acudes a un ente de esa entidad, valga la redundancia, esperas una resolución administrativa seria y que agote la vía administrativa para pleitear donde proceda, pues no“.
Y así sigo, sin poder hacer aquello por lo que me pagan por la decisión de unos representantes que poco creen en la democracia si son incapaces de aplicársela a ellos mismos, y de quien les debería llamar al orden.