Hace unos días, Bernard-Henri Lévy, escritor y filósofo, en una entrevista para el diario El Mundo, al pronunciarse sobre la labor de los medios de comunicación durante esta pandemia, decía “Crearon histeria y mantuvieron el pánico y, sobre todo, nos han colocado en una especie de mundo paralelo, en el que, durante meses, no existía nada más que la pandemia”. En efecto, nos estamos contagiando de un alarmismo, catastrofismo y tremendismo, que está provocando en los ciudadanos más que miedo, pánico, ansiedad, depresión, tristeza e inseguridad. Es la consecuencia de la exageración descomunal que estamos viviendo cuando las televisiones, las emisoras de radio, los periódicos impresos y digitales, las redes sociales y un sinfín de medios, siempre abren en portada con las noticias de la pandemia y ahora con sus rebrotes, como si quisiéramos ahogarnos en nuestro propio vómito. Estamos causando un alarmismo exagerado y propagando con insistencia un grave daño al turismo nacional y extranjero, y, por ende, a nuestra ya muy maltrecha economía. Un craso error. Debemos de cambiar nuestro chip, debemos de comprender, de una vez por todas, que tenemos que vivir durante un tiempo, pienso que más corto que largo, con esta pandemia y sus consecuencias, pero la vida sigue y tenemos que tratar de recuperar nuestra antigua normalidad, nuestra auténtica vida. La vida no vale nada si solo consiste en vivir, pero existen valores por los que es legítimo no tanto morir cuanto asumir el riesgo de poder hacerlo.
Me dirán, pero cómo podemos hacerlo si acabamos de enterarnos de que en el segundo trimestre se ha destruido más de un millón de empleos, que la tasa de paro aumentó por encima del 15%, que el PIB ha caído un 18,5%, que el déficit ha superado el 4,36 %, que la hostelería ha bajado un 40 % y el consumo un 20%. Precisamente, por eso. No podemos seguir así, difundiendo el catastrofismo permanentemente, mientras otros se frotan las manos, que provoca que un porcentaje de la población no salga apenas de casa. Tenemos que salir a la calle, sin miedo, como dijo nuestro presidente, en este caso tiene razón, y, los que podamos, viajar por nuestro país, consumir en bares, restaurantes, comprar en todo tipo de establecimientos, en definitiva, gastar y gastar para de esta forma evitar que nuestra mayor industria, el sector hotelero y también otros, se vayan por la alcantarilla. Se asfixien. Todos juntos podemos levantar este grande y maravilloso país. Es lo que se espera de nosotros, ya que los que no pueden tienen que comer y también vivir.
Basta ya de mensajes catastrofistas, de crear un pánico colectivo, ahora hay que estar juntos, todos juntos, hay que enviar mensajes de serenidad y seguridad para recuperar la imagen de España en Europa y en el mundo, esa marca que ahora está en entredicho, puesto que no se está explicando adecuadamente los datos del coronavirus de España. Nuestros datos son incluso mejores que los de muchos países del entorno. Bélgica, Reino Unido, Francia, Alemania, Suecia, Luxemburgo, Portugal, Italia, Ucrania y una larga lista, durante las últimas semanas han tenido rebrotes muy superiores a los nuestros, pero no los han divulgado como nosotros con ese alarmismo, con esa exageración desmedida. Por una vez, tengo que salir en defensa de la Vicepresidenta 1ª, Sra. Calvo, que ha dicho que “en otros países europeos existen también brotes, incluso superiores a los nuestros”. También, el Ministro de Sanidad tiene razón cuando dice que la situación está controlada, dado que la mayoría de los rebrotes afectan a pocas personas, salvo algunos que se disparan, y de los casos detectados la mayoría son asintomáticos, además de no existir de momento presión en el sistema sanitario. Por el contrario, sobre las declaraciones del “Dr. Simón”, me faltan calificativos, pero son más que nefastas no sólo para el sector turístico sino para nuestra economía global. Máxime cuando somos la segunda potencia mundial de turismo después de Francia, con 80 millones de visitantes al año, que supone algo más del 15% de nuestro PIB, aunque algunos indocumentados lo cuestionen.
El Gobierno dice que se ha creado “un alarmismo mediático”, pero poco hace para evitarlo, ya que debería de transmitir constantemente que “España se encuentra en un escenario de control de la enfermedad y es un país seguro”, como ha dicho B.H. Lévy “Si el primer deber del Estado es velar por la salud de sus ciudadanos, el segundo debería ser hacer todo lo posible para controlar el pánico”. Debemos presentarnos ante el mundo como un país fiable y seguro, como siempre lo hemos sido, repitiéndolo hasta la saciedad, incluso con un análisis comparativo de los datos de otros países. Esa debe ser la propaganda emitida por las televisiones y demás medios. La campaña publicitaria que si realizan otros países, como Italia, Grecia y Portugal, que pretenden aprovecharse de nuestra debilitada imagen. Ese debe ser el mensaje de Sanidad. Transmitir seguridad y confianza, difundiendo las imágenes del orden reinante en nuestras playas, guardando las distancias de seguridad.
También, hay que hacer pedagogía, especialmente con los jóvenes, haciendo un llamamiento a su responsabilidad, a las consecuencias que su comportamiento insolidario puede tener para su propia familia y amigos, al no cumplir las medidas básicas de protección contra el Covid-19. Debería ser una concienciación sobre el riesgo propio y ajeno. Digo también propio, ya que tendríamos que recordarles, seguramente lo ignoran, que en la gripe de 1957, llamada fiebre asiática, murieron 1,1 millones de personas en todo el mundo, de momento mucho más que ahora, y 10.000 en España, en este caso se cebó con niños y jóvenes, después mayores. Ahora bien, los actos de insolidaridad de algunos jóvenes no se resuelven con el cierre o reducción de horarios del ocio nocturno. Todo lo contrario, en ese caso provocan más fiestas callejeras y botellones nocturnos sin control alguno. Como ya dije, repito, es necesario el control del ocio nocturno, pero su cierre o reducción de horarios es una grave equivocación política, con consecuencias mucho más nefastas, como ya estamos comprobando.
Ahora pongamos un poco de orden jurídico, una vez finalizado el estado de alarma o excepción encubierto, seguimos estando en un régimen de excepción, como algunos dicen en un estado pos-estado de alarma. ¡Me da igual! Pero lo cierto es que el Gobierno está haciendo una dejación descarada de funciones e incumpliendo el artículo 149.1. 16ª CE, que establece que el Estado tiene la competencia exclusiva sobre las bases y coordinación general de la sanidad, competencia de la que se deriva la coordinación real y efectiva, y la alta inspección del Estado, pero el Gobierno ha hecho mutis por el foro, vamos, salió de escena, dejando a las CCAA la gestión, que no las competencias. Estas se crecieron más que los cortos, teniendo la osadía de aprobar normas que no se ajustan a la legalidad constitucional. Más aún, violando los derechos de intimidad y de protección de datos al ordenar, nada menos, que los visitantes, incluso a extranjeros, faciliten sus datos personales cuando entren en “sus territorios”, bajo la excusa de la pandemia. ¡Manda huevos! Así, nos estamos cargando nuestra Carta Magna y, en consecuencia, nuestros derechos y libertades. Nuestro ordenamiento jurídico. Nuestro Estado de Derecho.
Aún más, tienen la osadía de restringir todavía más la libertad de los ciudadanos, ahora ya todas las CCAA, al imponer ilegítimamente la obligatoriedad de las mascarillas en todo tiempo y lugar, aunque se salvaguarde la distancia de seguridad, sin base científica alguna, incluso contrariamente al criterio de la OMS, no digamos de muchos países de nuestro entorno europeo que ni siquiera las recomiendan teniendo mejores datos de contagios que nuestro país. No existe brote alguno vinculado a los espacios abiertos exteriores, salvo el contacto personal permanente. Es un disparate, siempre que se guarde la distancia de seguridad, obligar a su uso al aire libre, que con el tiempo puede suponer responsabilidad patrimonial, dado sus efectos secundarios (problemas respiratorios, bacterias, bacilos, contaminantes, hongos, gran negativos, cándida, etc.), además de producir un efecto negativo de llamada a los turistas. Entonces, nos preguntamos ¿Cómo el Gobierno de la nación permite que las CCAA endurezcan las medidas acordadas en el Real Decreto Ley 21/2020, que no exige las mascarillas si se respeta la distancia de seguridad, es decir, un metro y medio, exigiéndolas en todo tiempo y lugar? ¿Estamos permitiendo a los reinos de taifas campear por sus fueros? El Gobierno debe meditar e imponer sus criterios. Tiene la última palabra.
Bueno ¡ya veis! hoy no tocan las críticas, hoy lo que toca es estar todos unidos, todos juntos, para salvar a nuestro país del precipicio al que se está dirigiendo. Nuestra economía lo necesita. Por ello, no podemos propagar el alarmismo, que además acrecienta el miedo, la inseguridad y la falta de confianza y dominio de la pandemia, cuando no es cierto. Todo lo contrario, siempre que nuestros derechos y libertades no se infrinjan. Entre todos, estoy seguro, que lo vamos a conseguir. Después, siempre después, será el momento de pedir cuentas.