Ha vuelto a pasar. Otro depredador, otro monstruo, se ha vuelto a aprovechar de una grieta del sistema para llevar a un niño inocente a un portal oscuro y matarle primero de miedo, para luego acabar con su vida. Podría haber sido una joven en un bosque o en una carretera solitaria, violada y asesinada, de facto ya la había sido antes… demasiadas veces.
Y volverá a pasar, de eso no tengáis dudas, porque la reacción desde el poder ha vuelto a ser la misma.
El mal existe desde los albores de los tiempos, los monstruos también, en criminología el riesgo cero es una ecuación imposible, pero cuando una persona que ya ha sido condenada por agresión sexual y asesinato vuelve a matar, es porque no está sólo, detrás tiene todo un aparato ideológico que anula cualquier perspectiva profesional e impone unas líneas estratégicas que están al servicio del discurso político dominante y no de los ciudadanos.
Y para sostener todo ese aparato se necesitan mucha gente.
Toda la maquinaria de poder está preparada desde el minuto uno para actuar de forma casi automática:
Lo primero es desviar el debate hacia la prevención general, algo que se ha impuesto incluso en las escuelas jurídicas. Así, veréis a muchos juristas el mismo día del hecho cruel hablar de que “está demostrado que mayores penas no disminuyen los delitos”.
El mantra es falso, de facto si este monstruo de Lardero hubiese estado en prisión, el niño hoy estaría vivo, luego al menos ese dogma no sirve para los asesinados por delincuentes reincidentes.
Sí que es cierto que a partir de cierto margen razonable, endurecer penas no tiene efectos en la disminución de la delincuencia.
¿Pero, hacer lo contrario sí?
No, tampoco.
El monstruo no habría dejado de matar porque la pena fuera cadena perpetua, 40 años o 15, luego el debate nunca puede ser el de la prevención general, sólo a los que han diseñado el sistema les interesa que se lleve a ese terreno. El debate es cuál es el castigo correcto para cada hecho concreto, no si el castigo va a evitar que haya más hechos en el futuro porque eso no ocurrirá nunca, con ningún castigo, dentro de unos parámetros punitivos razonables.
Aquí muchos expertos en criminología de salón, que no han salido de un despacho en su vida, apelarán al modelo americano y sus altas tasas criminales a pesar de la dureza de sus penas, pero la discusión es una estupidez, porque Estado Unidos tiene una especial relación con la violencia desde su propia fundación y en todo su proceso de construcción, especialmente con las armas de fuego y aquella mítica conquista del Oeste con un Colt en la cintura y un Winchester en el caballo.
El debate soló tendría sentido si comparamos entre estados americanos en función de sus sistemas punitivos, y aún ahí seguirían perdiendo: de las 20 ciudades con mayor tasa de homicidios en USA, 18 están gobernadas por los demócratas, partido que con más contundencia apoya las medidas de reinserción y el discurso de reducir penas.
El debate real debe centrase sobre la retribución y la prevención especial, la que actúa directamente sobre el criminal.
¿Qué merece el monstruo por sus actos y cómo hacemos para que no lo vuelva a repetir? Y ahí es donde la ideología juega un papel que asesina la perspectiva profesional para imponer un discurso político trazado por auténticos ignorantes sin ética que solo protegen los intereses de partido.
Si no vemos que la segunda muerte es un fallo del sistema perfectamente evitable, entonces estamos condenados a repetirlo, una y otra vez…
Toda persona es capaz de entender que hay monstruos más cerca del estadio animal que del de seres humanos, precisamente por eso es difícil de encajar que a estos, después de cometer delitos atroces, se les permita reincorporarse a la sociedad contra el criterio de todos los técnicos que conviven con ellos a diario.
Recordemos que los miembros de la Junta de Tratamiento de prisión, en virtud de los informes de los equipos técnicos, había denegado el tercer grado al monstruo, y que este acudió vía recurso a un órgano político: la Secretaría General de Instituciones Penitenciaras, para revertir esa situación.
Sí, esa misma secretaría dependiente del ministro Marlaska que premiaba económicamente a los directores de centros que más presos pusieran en tercer grado. ¿Nadie va a sumir ninguna responsabilidad?
Nadie
La opinión de psicólogos, funcionarios, trabajadores sociales, médicos, etc. anulada por una banda de políticos con cargo, incluido algún funcionario que sabe muy bien cómo se llega a lo más alto.
Hay delitos y delincuentes reinsertables y otros que no, te lo dice cualquier psicólogo con experiencia carcelaria, y lo comprobamos lamentablemente con demasiada frecuencia, así que cuando nos repiten como mantra que las penas no evitan acciones futuras, hay que reflexionar:
¿Qué penas? ¿Para qué delitos? ¿En qué estadios?
El objetivo básico de la pena no es acabar con la delincuencia, es pagar por lo que se ha hecho (Poena=castigo, tormento).
Ese objetivo principal fue sustituido en los códigos occidentales por el de la reinserción, cuando dejamos la política criminal en manos de políticos analfabetos. Y esa reinserción es ahora obligatoria por ley para todos los criminales, a pesar de que está demostrado que algunos de ellos, sobre todo los relacionados con delitos sexuales y los multireincidentes, no son reinsertables, y seguir intentándolo se convierte en una lotería macabra en la que volverá a haber otro niño… es sólo cuestión de tiempo.
Lo segundo que pone sobre la mesa el establishment de poder, trasladado a la opinión pública por todos sus tertulianos de referencia es otro mantra: “necesitamos justicia, no venganza”. Un padre que pide prisión permanente para un criminal que ha violado y asesinado a su hija no está buscando venganza, está pidiendo justicia, venganza sería violar y matar a la hija del criminal.
Esos mismos tertulianos grandilocuentes seguirán apelando a elevados propósitos para defender su postura, como los derechos humanos y la civilización. A mí me parece que para un monstruo de este tipo, un mono naranja y cadenas que le aten de pies, manos y cuello es civilización, me importa una mierda si no lo entiendes, barbarie es dejarle libre a los 15 años para que vuelva a meter en un portal oscuro a otro niño y lo golpee hasta matarlo.
La culpabilidad de un asesinato, obviamente es del asesino, pero la responsabilidad, si el hecho atroz deviene de un fallo del sistema, es de mucha gente.
Así que se necesitan muchos altos cargos para llegar una vez más a esta situación. Un tercio del trabajo de la asociación que presido: Una Policía para el S.XXI, está dedicado a los procesos de liderazgo, porque sí, el modelo policial también tiene parte de culpa en este suceso, pero eso lo explicaré en el siguiente artículo.
Los planes siniestros serían imposibles de llevar a cabo con líderes profesionales con experiencia sobre el terreno, por eso necesitan convertir nuestra democracia en mediocracia, aupando a personas dispuestas a negociar la ética a diario con tal de escalar en la pirámide jerárquica.
La ética no se negocia miserables
Samuel Vázquez Álvarez. Mieres (Asturias), 1975, es policía del Cuerpo Nacional de Policía, escritor y articulista. Grado en Criminología por la Universidad de Salamanca, preside la asociación Una Policía para el S. XXI. Fue ponente en la comisión parlamentaria del Congreso de los Diputados para la reforma del modelo policial y de la comisión para la reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana, en 2018.
Samuel Vázquez presidente de Una Policía Para El Siglo XXI para h50 Digital.
Puedes seguir a Samuel Vázquez en su Twitter @guidoprincesa.
El artículo está chapó, lo secundo al 99%…
¿Democracia en España?
¿Seguro?
Ánimo Samuel, te apoyaré siempre que hables desde la ciencia policial… Pero cometes un tremendo error cuando afirmas que España es una democracia.
Completamente de acuerdo. La política lo corrompe todo en este país. Hasta cuando?