Desastre natural e invisibilidad institucional

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¿De qué sirve un Estado mastodóntico en el que impera la burocracia, si a la hora de la verdad la sociedad se siente completamente desamparada?.

¿De qué sirve un gobierno plagado de asesores, de ministerios y secretarías de estado, de qué sirven los reinos de taifas autonómicos, de qué sirven los comités de expertos y sus complejos y rimbombantes protocolos, de qué sirven esos institutos especializados en alertas y emergencias?.

¿De nada?… No quiero pensar eso.

Y la verdad es que no hay que negarles su utilidad cuando están bien gestionados, pero ése no ha sido el caso con la última DANA que ha azotado el levante español devastando gran parte de la Comunidad Valenciana, zonas de Castilla la Mancha y Andalucía. Son innumerables los daños materiales, la pérdida de casas y negocios y lo peor aún, las más de doscientas vidas perdidas y los muchos desaparecidos aún por encontrar. Es el escenario propio de un apocalipsis para las víctimas y el tablero de ajedrez perfecto para parte de la clase política más ruin.

Desconozco si lo que ha fallado es la previsión, si ha sido la alerta tardía, el miedo a asumir el mando, la dejadez de las instituciones públicas, o simplemente ha sido el cúmulo de todos esos factores.

Lo que está meridianamente claro es que se ha puesto en evidencia que vivimos en una sociedad en la que el poder político está instalado en unos escalones más altos que el resto de la ciudadanía y por mucho que llueva nunca van a llegar a mojarse sus lustrosos zapatos. Esa distancia abismal ha provocado una falta de empatía y de humanidad enorme hacia quienes han perdido prácticamente todo como consecuencia de la catástrofe.

No han sabido estar a la altura, o más bien no han sabido ni estar

Es por esto, por lo que resulta incomprensible que si ellos no van a ayudar, al menos dejen a quien sí está dispuesto a hacerlo.

Es momento de aparcar diferencias políticas o de cualquier otra índole que nos separe, es hora de arrimar el hombro, de hablar menos y actuar más y mejor.

Si los burócratas de traje y corbata carecen de gallardía para tomar decisiones difíciles en los momentos más complicados, que dimitan, que se pongan a un lado y dejen a sus policías, a sus militares, a sus guardias civiles y a ese pueblo ejemplar que se calcen las botas de goma y cojan la pala para quitar el barro.

Pero eso sí, cuando llegue la hora de rendir cuentas que asuman sus responsabilidades en la parte que les toque, bien por negligentes o por omisores del deber de socorro.

“Puede que suene muy bonito eso de que el pueblo salva al pueblo…lo que sí espero es que el pueblo no olvide quién les ha salvado”
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Brau López 

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