Indignación e impotencia, así es como se sienten los agentes de la policía estos últimos años, ya que radicales y partidos políticos los ponen en el punto de mira de radicales, y sufren en sus carnes la irracional y agresiva respuesta de los violentos.
La falta de una legislación apropiada y justa que castigue los atentados que sufren un día si y otro también, que proporcione medios humanos y materiales contundentes para reprimir a estas tribus antidemocráticas hace aflorar en el sector de la seguridad pública y privada un sentimiento de impotencia que desemboca en uno de pertenencia.
Pertenencia a un colectivo castigado por la incomprensión, por la falta de cultura democrática alentada por aquellos que viven de la confrontación mediática, que deja a los que tienen que velar por que se mantenga el orden constitucional y la paz social a los pies de los caballos.
“Y sí, cuando tocan a uno, tocan a todos, cuando critican injustamente a uno critican a todos, cuando insultan a uno, insultan a todos, cuando sangra uno, sangran todos”.
Un colectivo que está harto de guerras sindicales y asociativas, de desunión, de envidias y egoísmos partidistas, que reclaman unión de todo el sector de la seguridad, pública y privada, para combatir la irracionalidad y lograr cambios legislativos, orgánicos y de funcionalidad que garantice su seguridad y el funcionamiento justo y correcto de la democracia.
La policía no puede ser la diana de los violentos y de los irracionales extremistas, la policía no puede ser el cajón abandonado por el poder ejecutivo que pare los golpes irracionales por la falta de una legislación apropiada que castigue lo injusto, la policía es y será una herramienta de la democracia, profesional y justa, de la que todos los españoles deben sentirse orgullosos,