La Catedral de la Encarnación de Granada acogió los restos mortales de José Manuel Arcos, el guardia civil asesinado de un disparo por un delincuente con una larga lista de antecedentes policiales, para ofrecerle el último adiós.
El féretro, engalanado con la bandera nacional y portado por ocho guardias civiles uniformados de gala, llegaría a la Catedral bajo un ambiente entremezclado por el dolor y la rabia imperante. Allí les esperaban su familia y amigos, arropados en todo momento por una numerosa representación de todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, así como por diversas autoridades como el Ministro Grande-Marlaska.
Una abarrotada plaza de Las Pasiegas quiso despedir así a un servidor público, que entregó su vida para salvaguardar la de otros. El respetuoso silencio cedería el protagonismo al las notas y acordes del himno de nuestra nación, solo interrumpido con gritos sordos de “viva España” y “viva la Guardia Civil”.
Consternación, rabia y emoción al observar a una viuda rota de dolor, junto a sus hijos desconsolados, llorando la prematura e injusta pérdida de un marido y de un padre.
Una sentida ovación daría paso al himno de la Guardia Civil y a “La muerte no es el final”, entonada con orgullo por los miembros del Instituto Armado. José Manuel iniciaba así su último camino, su cuerpo inerte iría al cementerio de San José, y su alma, a un lugar reservado solo para los grandes.
Antes de la ceremonia, el Director de la Guardia Civil, Félix Azón, imponía a José Manuel Arcos la medalla a la Cruz de la Orden del Mérito de la Guardia Civil con distintivo rojo a título póstumo.
Te lloramos y te lloraremos, pero siempre estarás presente en nuestros corazones
Edición: José J. Martínez