19 de febrero de 2009. ¡Cuánto ha costado llegar hasta aquí! Han sido muchos los días de dudas, de creer que no se podía, de pensar que esto era para otros. Ha sido enorme el esfuerzo, las ganas puestas en la meta, el sacrificio. Han sido años de dejar todo lo demás a un lado; la familia, los amigos, hasta a uno mismo. Todo por un sueño que parecía casi inalcanzable, que no llegaba. Ha sido un camino lleno de obstáculos, repleto de piedras, que se presentaban de una u otra manera, pero que había que sortear.
En ocasiones, la dificultad, aparecía en forma de desconfianza, incluso de tu núcleo más cercano. Otras veces, uno mismo se jugaba una mala pasada, creyendo que nunca lo iba a lograr. En otros momentos, los empinados escalones aparecían en forma de lesiones en el momento menos oportuno, o incluso de nervios que te bloqueaban y paralizaban el día que te lo jugabas todo a una carta. También han sido algunos los días de desolación, sobre todo, cuando con cada uno de los suspensos pensaba que el esfuerzo caía en saco roto, que no servía para nada, sin caer en la cuenta de que nunca el tiempo es perdido, si sabemos el camino hacia el que nos dirigimos.
Pero todo eso ha cambiado, las piedras fueron saliendo de nuestro sendero para dejar paso a la ilusión, al entusiasmo, a los logros, hasta que al final, paso a paso y batalla a batalla, se ha llegado al final del camino. Ese final que constituirá un nuevo inicio en nuestras vidas y que la cambiará para siempre. Así es como hemos llegado a Ávila, así es como hemos llegado a la Academia del Cuerpo Nacional de Policía, con esfuerzo, con dedicación y sin dejar de perseguir nuestros sueños, porque quien nunca se rinde, nunca fracasa.
Aquí estoy, a escasos 500 metros del lugar al que tantas noches he soñado llegar y que al mismo tiempo, tanto me ha quitado el sueño, pero aquí estoy. A unos minutos de cruzar esas puertas, las puertas del éxito del esfuerzo, del éxito de la entrega y del éxito de una voluntad infranqueable. Hace un día radiante, no puede ser de otra manera, en este momento la ciudad se encuentra llena de magia, la misma que transmiten esos 2750 aspirantes que en este día nos incorporamos a la Escuela. Las medidas de seguridad son impactantes, se pueden ver policías por todas partes, controlando a todos los vehículos y garantizando la seguridad de todos lo que nos incorporamos.
Al fin he conseguido llegar, he podido aparcar mi coche frente a la Escuela y me encuentro con mis maletas a la puerta de la misma. La mezcla de sentimientos no puede ser mayor. Me siento feliz, orgulloso de estar donde estoy, porque se ha conseguido con sudor, con lágrimas y casi con sangre. Al mismo tiempo esa felicidad me llena de emoción, porque quizás estoy más feliz por mi familia; por mis padres, mis hermanas, mis abuelos, que por mí mismo. Sé que ellos no pueden ser más felices en este momento y unas sutiles lágrimas recorren mi rostro de la emoción, de la ganas de abrazarlos y compartir mi felicidad con ellos en este momento, pero no poder al tenerlos a más de 600 kilómetros de distancia.
Sin embargo, estén a la distancia que estén, siempre estarán en mi corazón. Así, con esa bonita mezcolanza de sentimientos y cargado de maletas, de nervios, de miedos, pero sobre todo, cargado de ganas y entusiasmo crucé el control de seguridad en busca de lo que tanto había soñado.
Inspector de Policía José Reyes, autor del libro La batalla de tus sueños (@labatalladetussueños)