“Este último Miércoles salieron con destino a Madrid y desde todos los puntos de España casi 1800 autocares. Llegaron a las afueras de la capital y fueron descendiendo de los mismos y uno a uno y en fila india comenzaron a andar para dirigirse hasta el Congreso de los Diputados. No había pancartas, no había megáfonos, ni banderitas de sindicatos.
En silencio y sin cortar ni siquiera el tráfico, esta fila interminable de mujeres y hombres caminaba a buen paso hacia su destino. La gente no comprendía muy bien qué estaba pasando. Algunos hacían fotos desde sus teléfonos móviles a esa larga fila de hormiguitas en movimiento. Mientras llegaban noticias muy urgentes…”las estaciones de Metro no funcionaban.
Las principales estaciones de tren estaban saturadas de gente que no podía acceder a las mismas. Las centrales de energía no tenían quien controlara sus accesos. Los hospitales tuvieron que cerrar sus puertas porque nadie aseguraba el ir y venir de pacientes y familiares. Las cárceles no tenían controles de acceso, ni perímetro. Los centros comerciales ni siquiera podían recibir mercancías ni controlar al público que se agolpaba en los aparcamientos. Los bancos con sus empleados dentro, no habían recibido las sacas con el efectivo, tenían miedo ya que aporreaban sus puertas clientes que no comprendían por qué no abrían. No se podían celebrar conciertos.
Los museos tampoco abrieron. Los centros de menores tampoco estaban seguros. En las urbanizaciones los propietarios no salían de sus casas. Los parques temáticos cerrados a cal y canto. Los edificios públicos tampoco se atrevían a abrir, no había nadie para controlar el acceso. El país sin saber cómo, se había parado. Un ejército de hombres y mujeres habían decidido que ese día tenía que cambiar su vida. Políticos de todos los partidos salieron a las puertas del Congreso, querían conocer a esos hombres y mujeres que, sin hacer ruido, sin cortar el tráfico y en silencio estaban decididos a cambiar su destino ese día.
90.000 vigilantes de seguridad formaban fila. El presidente del Gobierno y los ministros implicados en las condiciones de trabajo de los V. S. invitaron a los representantes de las Asociaciones a entrar al Congreso. Estos declinaron entrar ya que lo que se tratara, debía tener 90.000 espectadores. Diligentes los ujieres del edificio sacaron unas mesas y unas sillas al exterior y comenzó el dialogo. Tras cuatro horas de intensa negociación todos se levantaron con cara de satisfacción.
Los V. S. volvían de inmediato a sus puestos de trabajo y el país volvería a la normalidad. Las propuestas sensatas que los representantes de las Asociaciones habían puesto sobre aquellas improvisadas mesas, se iban a cumplir. 180.000 ojos lo habían visto y eran testigos. Y en silencio, sin hacer ruido fueron hacia su punto de encuentro para volver a su día a día. Desde ahora, desde ese momento sentían un soplo de aire nuevo en sus vidas. Todas las condiciones de precariedad en su trabajo iban a desaparecer y la dignidad de ser vigilante de seguridad estaría en el pabellón más alto”.
Un artículo de Juan Gómez. Asociación Nacional de Vigilantes de Seguridad Privada para h50 Digital
Ojalá algún día se reconozca la labor del vigilantes de seguridad ,sin armas para defender al ciudadano ni medios jurídico .Pero ahí estamos defendiendo al ciudadano y cumplimiento con nuestro deber .Pero es un gremio que no hay unión ,que pertenecemos al misterio del interior y es ese ministerio que mira al vigilante de seguridad como un esclavo que por 1000 euros escaso tienen que echar muchas horas y que no tiene derecho a asuntos propio ni festivos ni fiestas a descansar ,contra más horas echa mejor para la empresa ,nos viste como conserje de hostal y como payaso y el ministerio del interior mira para otro lado y no hace absolutamente nada para mejorar al vigilante de seguridad ,al contrario le quita todos los derechos .