Gustavo después de matar a su pareja, Pedro, tuvo la sangre fría de publicar un vídeo diciendo “lo siento mucho”. Antes de estas palabras se perpetraba el crimen en un piso del distrito madrileño de Puente de Vallecas. Un caso rodeado de rituales esotéricos donde el presunto autor aparece junto a un cuadro de Jesucristo y dos palos de madera cruzados.
Macabro el escenario de un crimen pasional y ritual, acaso escena de celos y efectos de las drogas y fanatismo de santería. En determinados ritos como el vudú se usan drogas para estar fuera de sí, perder el control y comunicarse con los espíritus induciendo a una especie de paranoia.
En este proceso, los directores de la ceremonia ordenan ejecutar acciones que no son otra cosa que fruto de las alucinaciones que provocan las drogas.
En estos rituales el ser humano se cosifica y es desprovisto de su humanidad pasando a ser un enemigo a derribar. Además, el consumo de drogras en exceso por parte del presunto asesino y su pareja, era habitual.
Sabemos que se producen psicosis no originarias y también psisicopatías que se agravan en el tiempo. El uso de santos es una tapadera de la malignidad de los rituales de magia.
La sal de cree que limpia de todo mal y negatividad. ¿Acaso dos palos en firma de cruz, y la sal y el Sagrado Corazón son una forma de exorcismo contra el demonio que se adentro en su cuerpo y le lleva a clavar un destornillador en un ojo y dos en el abdomen de su pareja?
El hecho de la grabación ya es constitutivo de sadismo total. Precisamente la triada entre sadismo, drogas y esoterismo son la perfecta ecuación.
Autora: Pilar Enjamio Furelos