Confesores y muertos vivientes

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Seguro  que diréis: a este tío se le ha ido la olla. ¿Qué tienen que ver los muertos vivientes con los curas que confiesan? Tranquilos, me explico inmediatamente. Maracena  – que ha saltado a la palestra últimamente por más de un rifi rafe político con secuestro de una concejala incluido y cambio del equipo de gobierno, o por una señora que recurrió al tribunal supremo de Italia por un jaleo con un niño-. Maracena…genio y figura, pueblo confundido ya con Granada, del que hablaré algún día.

De muy joven, filósofo yo. Seguidor de Marx y Engels, de la Teología de la liberación y de Pedro Casaldáliga, de Paco García Salve y del Padre Llanos   – ninguno de los que se dicen rojos ahora andaba por allí y algunos podían ser hasta falangistas-. Daba yo clase de marxismo en la que se llamaba entonces Rusia la Chica, o sea, Maracena. Intentaba explicar el materialismo dialéctico a un grupo de maraceneros, bastante analfabetos, pero con ansias de saber que es el principio de toda sabiduría: querer aprender. Todos se llamaban comunistas y ateos y uno, “el cojones”, mote que le vino de quemar una moto yendo de Maracena hasta Armilla, sin saber que había que cambiar de marcha, era además partidario de fusilar a todos los ricos. Este pensamiento lo hizo publico en la clase, que yo impartía en el altillo de un bar, de manera clandestina porque Franco estaba vivo y coleando. Les explicaba el concepto de plusvalía que se enbolsaba el dueño del capital cuando se hacía un bien manufacturado y el cojones, sentenció: “lo que yo llevo tiempo diciendo, que hay que pegarle dos tiros a toos los ricos”. Este  cojones, marxista y ateo aunque desconociera lo más elemental de los dos conceptos  – como muchos políticos de ahora, que no saben nada de nada-, cogió un día un apretón y pensó que era un cólico miserere. Pensando que estaba malo, pero no de tomar un poco de bicarbonato, sino malo de estar acostado, que en Granada hay dos maneras de enfermar: malo normal y malo…malo, pero de estar acostado. Pues malo de estar acostado llamó a la vecina, que el cojones estaba soltero y se aliviaba yendo de putas dos veces al mes a la calle San Juan de los Reyes detrás de lo que ahora es el Tribunal Superior de Justicia. Llamó el cojones a la vecina y le dijo: “Rita, hija, que estoy mu malo. Llama al cura y que me confiese. No vayamos a pollas”. El cura se enteró de inmediato. No vayamos a pollas, en Granada, quiere decir que me desdigo del ateísmo y pido confesarme no vaya a ser que haya algo y vaya al infierno. No vayamos a pollas es una manera de resumir.

Esa moda de la gente disfrazada de moribundo, o de muerto resucitado es una gilipollez americanoide, que nos han metido los gringos y que hace que en noviembre, vea uno gente con la cara cadavérica y la cabeza hendida por hachazos, gente con el corazón en la mano y el pescuezo rebanado como si el garrote vil fuera una navaja de Harvard, perdón de Habarcete.

Cuando hay muertos de por medio, hay confesores a la fuerza, que también en mi  pueblo había un salvaje – este ahora podría ser alcalde o asesor y hasta secretario de estado, perfectamente-, “el artillero”, al que jamás dieron el certificado de buena conducta para poder irse a Francia a la vendimia y, cada vez que veía al cura andando rápido con la sotana se preguntaba en voz alta: “Onde pollas va ese tan corriendo. Ya nos ha metido el cenizo”. Eso me paso ayer en un atasco. Me tocó detrás de la funeraria y me aprendí, leyendo las coronas para pasar el rato, toda la lista de parientes del difunto. Leí algo de wasabi, shushi, sashimi… y no llegue a saber si le gustaba la comida japonesa o era chino el finado.

No hacen falta celebraciones de noviembre, no hacen falta gilipolleces americanas. Hay muertos vivientes por las calles, algunos incluso condecorados hasta que les quiten las medallas. Mirad Ábalos, antaño líder y hombre cargado de futuro en la comunidad valenciana y anda como alma en pena, nadie lo conoce, nadie ha hablado nunca con él. Mirad Koldo, deportista vasco forzudo y apetecible, con fotos y manos rodeando los hombros, ahora no sabe ni donde guardar el hacha. Mirad Aldama, de ser un señor imbricado en las más altas redes de la inteligencia mundial, a ser el que se hizo una foto aprovechando un descuido. Mirad Felipe, admirado por miles y por mi, y ahora hacen un congreso y ni lo invitan a que se de media vuelta por él y pontifique un poco. Sánchez y su señora – todos mis respetos- están poniendo en práctica el manual de resistencia, pero cuanto más hablan de tranquilidad total, más encogidos los veo. ¿Y Lobato? Líder de una región tan prestigiosa como Madrid y, por ir a un notario, no saben si darle cianuro en vena, aunque eso lo han puesto muy visto en las redes sociales chivando cosas, o mandarle directamente a algún sicario que quede libre de los antiguos de Pablo Escobar. De otros muertos vivientes no hablamos. Mirad Mazón que quiere reconstruir los daños y aprovecha para subirse el sueldo, mirad las conselleras guillotinadas, mirad Rovirita abucheado. Rovira, aquel al que la peña ultrafacha tenía por líder y protector, aunque él me ha jurado que ni los conocía. Lo creo, si los hubiera conocido, pese a ser de San Vicente, ni les habría dirigido la palabra Todos, he dicho todos, os tendríais que ir confesando como el cojones. No vayamos a pollas.

Empiezan el congreso federal. Hablan de días de duro trabajo y empiezan mal porque  he visto a Sánchez en un telediario con Pepe Álvarez, líder de un sindicato que se dice de izquierdas  – ¡una mierda que hay tíos acogidos en su seno que hasta en los Guerrilleros de Cristo Rey serían considerados de derechas!-, que hizo como que empezaba a trabajar en el 78, se liberó y no ha dado golpe en su vida. Nunca más esfuerzo que pelar alguna gamba.

Qué pena me da el socialismo y que pena la falta de repuesto popular. Feijoo ¿Cómo vas a buscar consenso para una moción de censura? Llámame que te asesoro gratis, hombre. Tú crees que los peneuveros y los bildus  – los conozco a todos, uno a uno- van a perder el chollo económico político, que tienen con Sánchez. Si abren la boca y se la tapa con un chorro de  millones y con la ley general penitenciaria a su medida. Ya verás cómo acaba Iglesias Chouzas, alias Gadafi, asesino de mi amigo el Cabezón Goikoetxea, de director de Martutene o Antxon López, o sea Kubati, de director de la Ertzaintza, que yo soy partidario de reinsertar, pero una cosa es reinsertar y otra dar el mando. ¿Crees que Puigdemont o el charnego de la Alpujarra, van a votar contra el chollo más grande que han tenido en su vida? Bendicen a Felipe IV y al Conde Duque de Olivares y mandan a la mierda al que inventó la música y la letra de “Els Segadors”.   Feijoo, estate calladito hasta que estos se agosten en su propio jugo porque te recuerdan otra vez al narco Dorado y te hunden, coño. ¡Déjate de pollas! No les hables de crear ningún movimiento para salvar al estado de leyes ad hoc y de la liquidación del principio de igualdad o de presunción de inocencia, salvo la inocencia que a ellos les interesa, porque a esta patulea el Estado se la sopla, salvo para desguazarlo.

Ya me he despachado a gusto con los muertos vivientes. Vamos ahora por los confesores. Noticias frescas: Impartí un curso, un Taller de Novela Histórica en el que, apostado con el antiguo rector Manuel Palomar y con el Director de la Sede de Alicante, Jorge Olcina, tenía que salir una novela de cada curso. Finalizado – he pedido mordida, porque no cobro y he trabajado más de mil horas y los alumnos me tienen que invitar a un cocido, menú del día de doce euros- el curso, ya está la novela casi en el horno. Samarcanda me ha tirado los tejos. Santi Montañés, Fuensanta, una señora de bandera, va a iniciar una serie en su editorial dedicada a la novela histórica: “Los confesores reales. Pecado, política y perdón” será la primera novela de la serie. En dos fines de semana, me voy a El Pedernoso, cuna y sede del QUIJOTE NEGRO E HISTORICO, a hacer la foto de la portada ante el casoplón de mi antepasado Don Diego Pacheco de Avilés, que la tuvo con Cervantes por culpa de su hermana Magdalena. Venga, olvídense de las andanzas de Campechano que los ha habido peores. Ni se acuerden de obispos gilipolloides, deanes que pierden aceite, ni sacristanes chivatos, olvídense de pelotas efusivos y curas solicitantes que la confesión da para mucho más. El poder administrado bajo la falacia de ser portavoz de no se sabe bien qué divinidad. Al servicio de mi hocico. Benedicat vos.

Manuel Avilés, escritor y director de prisiones jubilado, columnista de h50 Digital

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