Ciberdelincuencia: ¿Estamos protegidos?

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El mundo cambiante, está marcado por acontecimientos que han generado las más diversas revoluciones -culturales, intelectuales, filosóficas, políticas, sociológicas, productivas, entre otras-, de ellas, la humanidad ha extraído incontables y aprovechables conocimientos que nos han trasladado a lo que hoy tenemos. En particular, la denominada revolución informática, ha venido dando pasos dirigidos por las necesidades humanas encaminadas a obtener u ofrecer resultados más eficaces, eficientes, expeditos, con cada vez menos esfuerzo físico e intelectual, lo cual, durante los siglos XX y XXI ha tenido su mayor alcance. En la actualidad, podría decirse que la influencia de las tecnologías de información en la vida del ser humano ha sido tal que, se ha convertido en una capacidad integrada a la persona, al alcance permanente de la mano, ello con la proliferación de los teléfonos inteligentes (Agustina, J., 2019).

Tales avances, vinieron aparejados con la diversificación de los hechos delictivos que, conforme avanzan las tecnologías de información, cual engranaje, se han insertado en cada espacio con uno o más sistemas de aprovechamiento delictivo, dando lugar en el ámbito socio jurídico, al surgimiento de los conceptos ciberdelitos, cibercrimen, delitos informáticos, ciberdelincuencia, entre otros, dirigidos a explicar con mayor exactitud, los fenómenos delictivos que emergen de la practicidad brindada por la sociedad de la información y así, además, abrir el camino para la adecuación de la legislación.

La Ciberdelincuencia ¿Una nueva amenaza?

Como señalamos, las modalidades delictivas y en especial los ciberdelitos son cambiantes, tanto como la tecnología, por ello, es ineludible que con el paso del tiempo surjan nuevas amenazas. Así, somos testigos de avances tecnológicos que arropan a otros, como la inteligencia artificial, el aprendizaje automático, dispositivos más inteligentes, realidad aumentada, dataficación, genómica, entre otros, que inciden en nuestra percepción de lo aprovechable de éstas, pero también de los riesgos que comportan, de ello, que se aparejen los delitos dependientes de los medios informáticos, y delitos propiciados por los medios informáticos, conceptos aún discutidos, pero amplios, que engloban la ciberdelincuencia.

De suyo, la practicidad y facilidad relacionadas con el alcance y/o acceso a las tecnologías de información, se encuentran asentadas entre otros aspectos, sobre el hecho de no requerirse para incursionar en ciertos delitos tener mayor capacitación en materia informática, lo cual se erige como uno de los elementos que hace llamativo para la delincuencia ejecutar estos tipos delictuales.

Por otro lado, el desenvolvimiento en el ciberespacio de las potenciales víctimas, coadyuva de forma determinante en la inclinación del criminal a cometer estos hechos criminosos, dado en primer lugar, al traslado de las actividades cotidianas a su ejecución más sencilla e inmediata a través de las tecnologías de información, como por ejemplo compra de bienes, pago de servicios, manejo de cuentas bancarias, etcétera, lo que ha generado de igual forma, el traslado de los hechos delictivos a las plataformas tecnológicas. En segundo lugar, la percepción para los cibernautas de que no existen de barreras inhibitorias en el ciberespacio, lo que conlleva a la exacerbación de la exposición de información que, en el mundo off line correspondería al entorno más íntimo del ser humano. Esto se ha distorsionado de tal manera, que los autores refieren el término “extimidad”, para aludir a una mutación de la intimidad que ocurre en el mundo on line, al mostrar los cibernautas de forma voluntaria y a conciencia, ciertas partes de su vida personal en las redes para conectar con los seguidores y así, lograr su aprobación (ver: El País,“Tu extimidad contra mi intimidad”, 23/3/2009) y a su vez, da contexto a la “pornografía de los sentimientos”, o “pornografía emocional” según la cual, se muestran y exageran en algunos casos, los afectos y emociones sin guardar pudor, generando para los cazadores de víctimas, la disminución de dificultades en la incursión y obtención de datos personales a ser utilizados en perjuicio de terceros, incrementando así, los riesgos que ya tiene el mundo tecnológico.

¿Estamos preparados frente al cibercrimen?

La desinformación, además de la falsa creencia de que las tecnologías de información resultan ser seguras, y que, para enfrentar a los delincuentes cibernéticos o bien identificar y/o detectar los factores de riesgo, se deben tener profundos conocimientos en materia informática, aun cuando, en algunos casos, pequeños actos de protección resultan suficientes; no se vislumbra la respuesta a la preparación de la colectividad en general frente al cibercrimen. Por ende, la divulgación de la información orientada a lograr la prevención de esta tipología de delitos, es fundamental para incidir de forma positiva en la disminución de los denominados “altos riesgos” frente a la vulnerabilidad de quienes, frecuentemente, ejecutan acciones que favorecen la victimización bien sea a partir de elementos personales, situacionales o conductuales.

No pocos autores sostienen, por ejemplo, Hidalgo, D. “Anestesiados” (2020), que los seres humanos ante la proliferación o auge de la tecnología y de las redes de información, hemos perdido la conexión con la esencia del ser humano, al llegar a extremos como la deshumanización para sumergirnos en la realidad virtual, vista a través de pantallas electrónicas. Cabe preguntarse entonces, ¿Debemos dirigirnos hacia la reconstrucción de las barreras con la tecnología? ¿Debemos redefinir nuestra relación con la tecnología, y buscar la rehumanización? Tales cuestionamientos invitan a profundas reflexiones.

 Fenómenos cibercriminales en auge

La Organización Internacional de Policía Criminal (INTERPOL) resalta entre los cibercrímenes en auge, las estafas por internet y phishing, malware disruptivo -ransomware y DDOS-, y las violaciones de la seguridad de los datos no sin antes advertir, del surgimiento continuo de nuevas modalidades delictivas. En los entornos digitales como podemos observar, son comúnmente cometidos delitos motivados económicamente, cuyo incremento e intensificación ha sido divulgada por diferentes organismos internacionales, pero especialmente, Interpol reveló que se detectaron ataques informáticos en solo un cuatrimestre (entre enero y abril-2020) consistentes en 907 000 correos basura, 737 incidentes de tipo malware y 48 000 URL maliciosas, todos ellos relacionados con la COVID-19. Además de ello, señalan que, los registros maliciosos ─malware y phishing incluidos-, habían aumentado un 569 %, mientras que los registros de alto riesgo habían subido un 788 %.

El auge del cibercrimen, de acuerdo con las estadísticas oficiales en España (2021), especialmente tomando en cuenta los hechos conocidos de infracciones penales relacionadas con ciberdelincuencia por tipo de hecho (Portal Estadístico de Criminalidad, Secretaría de Estado de Seguridad), revelan que los delitos de otras estafas (119.722) estafas con tarjetas de crédito y otros instrumentos financieros (100.461) y estafa bancaria (39.586) muestran una importante aflicción a la sociedad. A eso hay que sumar que tasa de los reportados como “esclarecidos”, los cuales reportan: otras estafas el 19.90% estafas con tarjetas de crédito y otros instrumentos financieros, el 4,48% y estafa bancaria, el 6,15%; como vemos, la correlación entre la gran cantidad de ciberdelitos económicos contrasta con el bajo porcentaje de casos conocidos o judicializados esclarecidos, ello sin tomar en consideración la cifra negra de la criminalidad, constituida por los hechos desconocidos por los organismos receptores de denuncias.

Lo narrado, lleva a la autora a concluir, que el auge de los ciberdelitos y la ciberdelincuencia, derivan de aspectos multifactoriales, pero que, debemos tomar conciencia del rol de la sociedad frente a las TIC’s. El uso frecuente y muchas veces desmedido de las tecnologías forman parte de nuestra cotidianidad, pero, su uso consciente, pasa a tener un rol más importante para evitar riesgos en el desarrollo de nuestras actividades, y, por ende, debemos utilizar la tecnología en nuestro beneficio de forma racional, informada y con necesarias restricciones.

Raiza Melvis Sifontes Gómez

Abogado, egresada de la Universidad Central de Venezuela, especialista en el ejercicio de la función Fiscal de la Escuela Nacional de Fiscales, Venezuela, Ex Fiscal del Ministerio Público, estudiante del Master en Ciberdelincuencia de la UNIR, España

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