La imagen que se proyecta de la Ciudad Autónoma de Ceuta a la sociedad española e internacional está distorsionada, sobre todo en relación con las tasas de criminalidad y por ende a la (in)seguridad del lugar.
Los datos muestran una criminalidad tendente a la baja con algún repunte cíclico de ciertos delitos que de alguna forma están relacionados con la propia idiosincrasia de la ciudad dado el emplazamiento en el que se encuentra.
No es menos cierto, que Ceuta presenta una serie de parámetros estructurales de fondo que están directamente relacionados y que afectan a la seguridad y que deberían ser tenidos en cuenta para escenarios futuros, y concretamente a medio plazo.
La alta tasa de desempleo, los problemas socioeconómicos, las tasas de analfabetismo, el continuo cambio en la demografía de la ciudad, el factor identitario de la población musulmana, la corrupción, la singularidad de la frontera, la reivindicaciones de soberanía del país vecino, la penetración de estructuras de corte radical, entre otras, hacen que la ciudad sean un ejemplo de estudio para analistas de diversa índole, así como una adaptación del modelo policial en la zona.
Y en medio de este puzzle, está la Barriada del Príncipe y otras zonas de la ciudad como El Recinto, El Angulo, Calomocarro que multiplican exponencialmente esos problemas en gran parte por la dejadez de las instituciones para cumplir su cometido y esto se traducen la explosión de la criminalidad asentada en ese lugar, con una idiosincrasia particular y cierta impunidad. O por lo menos hasta el año 2014, donde algo cambia.
Lo sucedido ayer en El Príncipe es algo que se veía venir desde hace ya algunas semanas.
Todas las variables, parámetros analizados y monitorizados sobre la zona apuntaban a que fuese altamente probable que hubiese un suceso de alta intensidad que rompiese la dinámica de estabilidad que se ha ido manteniendo durante estos casi 5 años.
La pasada noche, unos sujetos la emprendieron a tiros (kalasnikov) con aquellos que se juegan día a día y más concretamente noche a noche el pellejo para mantener esa normalidad, esa estabilidad, y esa seguridad en una barriada conflictiva donde impera la ley del silencio. Todo el que conoce y/o ha trabajado allí sabe que cuando cae la noche comienza el movimiento, tiroteos, asesinatos, ajustes de cuentas, quemas de contenedores, apedreamientos, etc.
Es ahí donde entra en acción el Subgrupo de Noche de la Policía Nacional, un grupo que moldea la estructura del modelo policial habitual y que fue creado para dar respuesta a la problemática existente en la barriada. Gente proactiva, con un know how diferente ya que han pasado por judicial, información, por seguridad ciudadana, proximidad etc, que poseen y ponen en práctica todos sus conocimientos de la mano de la rigurosidad, aparte de compartir la información y servir de apoyo a otras unidades.
Y es que este grupo ha buscado la especialización en una zona muy conflictiva y compleja, que ha sabido adaptar el modelo policial a la situación requerida, donde lo mismo dan las buenas noches entrando en los cafetines, que persiguen a los delincuentes por las angostas callejuelas de la barriada. Por diversos motivos he compartido con ellos espacios y momentos de análisis y hay dos cosas que marcan la diferencia una es la adaptación de este grupo en los entornos conflictivos y otra es la capacidad de trabajar la información que poseen. Este modelo debería ser estudiado y exportado a otras zonas de España.