Un policía nacional nos hace llegar una carta, contando la conversación que tuvo con un joven al que detuvo.
“Estoy destinado en un grupo de investigación de una comisaría pequeña de distrito.
El otro día tuvimos un chico joven detenido por un delito menos grave.
Tras contactar con él se presentó voluntariamente en Comisaría, lo que ya es un indicador positivo.
El joven tenía diecinueve años recién cumplidos, pero la Comisaría no le era desconocida.
Había pasado alguna que otra vez por una Comisaría cuando era menor de edad.
Lo más llamativo fue la conversación que tuve con él hasta la llegada del abogado de oficio.
Sus padres eran gente adinerada y bien posicionada, pero él se tiró al mundo de las drogas cuando era menor de edad.
Con menos de 14 años ya fumaba marihuana y hachís.
Pedía dinero a sus padres, los cuales al enterarse de que consumía dejaron de dárselo.
Contaba sin ningún tipo de expresión, como lloraba su madre por la situación, por lo que decidió cuando fue mayor de edad dejar su casa y buscarse la vida.
No quería que su madre llorara por él.
Ahora estaba en un piso de okupa esperando que llegara el juicio del desahucio.
Se ganaba la vida recogiendo chatarra por las noches, porque no quería levantarse pronto para estar todo el día trabajando.
Había vendido su teléfono para comer y había dejado de consumir droga.
Tras la declaración con el abogado, y darle la copia para que la leyera, nos dijo que se la leyéramos pues no sabía leer bien.
Como padre que soy, le di toda clase de consejos, que imagino no seguirá, pero no podía pasar sin dárselos.
Si al menos hiciera caso a alguno habrá merecido la pena.
Por último le di el recado que me dio su madre cuando la llamé para localizar a su hijo: “si logras localizarlo, dígale que me llame por favor”