Mal día para uno de los 300 carteristas que operan en el Metro de Madrid cada día. En esta ocasión metió su mano en un bolsillo equivocado. La víctima se trataba de un policía nacional que retocerle el brazo, le dijo: “Bien, chaval. Has ido a robar a un policía nacional”.
Los hechos se produjeron en la línea 3 que une Sol con Lavapiés. Un individuo de unos 30 años de edad y cuya procedencia parecía ser de Europa del Este, introduce su mano en la americana de otro viajero, con gafas de sol y de unos 50 años de edad. Error. La víctima se trataba de un policía nacional que se percató de la maniobra del ladrón.
“Bien, chaval. Has ido a robar a un policía nacional”, les espeta al sorprendido delincuente. Acto seguido lo redujo con evidente destreza hasta la llegada de una dotación policial que se hiciera cargo del desafortunado carterista.
Al no emplearse fuerza ni violencia o intimidación, estaríamos ante un delito leve que no acarrea detención en la mayoría de los casos, salvo que el delincuente no pueda acreditar su identidad y/o no disponga de domicilio conocido. En resumidas cuentas, en pocas horas el delincuente regresará al metro para continuar con su actividad delincuencial, rozando la impunidad.
Desgraciadamente Madrid se ha convertido en una de las mecas del hurto de carteras y enseres personales entre los países del viejo continente. En 2018 se detuvieron a unos 1.500 carteristas, todos ellos de nacionalidad extranjera. El 90% era reincidente.
Rumanos, bosnios y búlgaros aglutinan el 80% de las sustracciones al descuido. El resto se lo reparten entre personas de nacionalidad marroquí, argelinos, ecuatorianos y peruanos. Lo cierto es que el carterista español de guante blanco ha desaparecido y ahora se trata de extranjeros que actúan en grupo y de forma organizada.
Modus operandi
Se distribuyen en grupos de al menos tres componentes, generalmente mujeres. Con gran habilidad aprovechan cualquier despiste de sus víctimas para sustraerles sus carteras o cualquier objeto de valor. El reparto de tareas es la base de su éxito: unos distraen, tratando de impedir que sus compinches fueran descubiertos, otros roban al descuido y otros se encargan de huir con el botín.
Un procedimiento perfectamente engrasado que dura apenas segundos. Asumen pocos riesgos y la rentabilidad es muy alta.
Los lugares preferenciales donde focalizan sus fechorías es el centro de la ciudad y el Metro de Madrid,especialmente en las líneas 1 y 6. Las horas de mayor incidencia oscilan entre las 18 horas y las 20 horas.
Aprovechan las grandes aglomeraciones de personas para pasar más desapercibidos. En el metro incluso no dudan en detener las escaleras mecánicas para provocar pequeños tumultos para cometer los citados hurtos. Otro momento crítico, coincide con la salida y entrada en los vagones. Un leve empujón “fortuito” y te han desvalijado la cartera.
Los turistas son su principal objetivo. El motivo radica en que los turistas regresarán a sus países de orígenes en un corto espacio de tiempo y las posibilidades de personarse a un hipotético juicio contra ellos son remotas.
Debido a la incomparecencia de los perjudicados gran parte de procesos judiciales acaban en sentencia absolutoria o directamente archivados, facilitando la impunidad del delincuente y la multireincidencia. Muchos de esos hurtos incluso ni se denuncian.
Realmente es descorazonador ver como el trabajo realizado resulta infructuoso debido a leyes tan permisivas con la delincuencia…..