Podía citar otros muchos ejemplos de asaltos a la Democracia o golpes de Estado, pero voy a centrarme en los más perniciosos de los últimos años para el devenir de nuestra libertad.
Así, el 1 de octubre de 2017 en Cataluña (España) se produjeron unos gravísimos hechos contra la democracia que trataron de subvertir el orden constitucional. Se incendiaron las calles empleando todo tipo de artefactos, se cortaron carreteras violentamente y paralizaron todo tipo de transportes, se ocuparon edificios públicos, se agredió en algunos casos gravemente a policías y guardias civiles que trataban de impedir la rebelión llegando a ocuparles sus propios vehículos y armas reglamentarias, se amenazó a jueces y funcionarios que tuvieron en algunos casos que huir por los tejados. Previamente, Carlos Puigdemont había declarado la independencia de Cataluña y sigue huido con el consentimiento de los tribunales de Europa. Todo un asalto a la Democracia. Un intento de golpe de Estado en toda regla. Antes ya habían asaltado el parlamento de Cataluña. ¿Qué pasó? ¡Nada! En la práctica sus participantes han sido indultados y ahora despenalizadas sus conductas. No hay sedición, sólo desordenes, y la malversación decapitada. Toda una farsa sanchista populista.
Sigamos, el 6 de enero de 2021, día de los Reyes Magos en España, como escribí en su momento se produjo en EEUU otro Asalto a la Democracia. Otro intento de golpe de Estado. Una muchedumbre asaltaba con violencia el Capitolio en Washington, cuando sus cámaras estaban reunidas para elegir a Biden. Trataban de justificarlo por falta de la limpieza en las elecciones presidenciales. Ningún tribunal admitió tal justificación, incluso el líder republicano en el Senado Mitch McConnell llegó a decir que era un asedio a la democracia.
Continuemos, el 8 de enero de 2023 se produjo en Brasil un nuevo intento de golpe de Estado. Una nueva muchedumbre ocupó violentamente las sedes de los tres poderes en su capital Brasilia alegando también fraude en las elecciones presidenciales. Lula ya era presidente desde el día 1 de enero, pero no estaba en la capital, aunque sí tenía conocimiento que desde hacía meses estaban acampados miles de brasileños pro Bolsonaro ante los cuarteles y muy cerca de las sedes de los poderes del país. ¿Por qué no se actuó con antelación y se les desalojó? No lo sabemos. Decía el historiador Armando Chaguaceda “Brasil, es un país central en el continente. Este ataque va a ser leído de forma oportunista por los autoritarios de izquierda para decir que hacen falta democracias populares y revolucionarias (p.ej. China) y para asegurar que toda la derecha es fascista”.
Ahora, vayamos con Perú, las mismas tesis del fraude resonaron entre los partidos más radicales de Perú para justificar la victoria limpia y legítima del ex presidente Pedro Castillo, que hace unas semanas intentó sin éxito un autogolpe que provocó su prisión por resolución judicial. De momento no cuenta con los militares, ni policías, pero ya tiene un cierto apoyo popular. De hecho, ahora mismo, dirigentes y activistas que han llegado desde distintas regiones del país ya están en Lima para dar la batalla final contra la nueva presidenta Dina Boluarte, elegida por el parlamento en sustitución del presidente golpista, que ha dicho “quieren quebrar el Estado de derecho y así tomar el poder por la fuerza”. Se dice que en los enfrentamientos callejeros con mayoría indígena hay ya más de cincuenta muertos. Lamentable noticia. Ahora bien, debemos recordar que estos indígenas son todo lo contrario a unos ciudadanos pacíficos, son los mismos que están provocando toda clase de actos violentos, sabotajes, cortes de carreteras, incendios, ocupación de aeropuertos. Una auténtica guerra de guerrillas. Es decir, intentos de asaltar la democracia, la legalidad, la libertad y la convivencia de sus conciudadanos, para destituir a la legítima presidenta y restituir al golpista Castillo, alentados por la ex primera ministra Betsy Chávez, aunque lo más sorprendente es lo que dicen desde la ONU “La represión es inaceptable”. En ese caso, si los militares y policías cambian de opinión, ya tienen el camino expedito para asaltar más pronto que tarde el poder legalmente constituido por la vía de la fuerza. Otro intento de golpe de Estado, como ya han hecho los comunistas en otros países de América del sur.
Ya me recojo, no vaya a ser que me recojan, pero no sin antes recordar a Jorge Bustos: “LA GRAN ventaja del golpismo es que los golpistas son siempre los demás. Por eso un progresista puede condenar enérgicamente el golpe de los bolsonaristas en Brasil y a la vez condescender paternalmente con los mismos cachorros de ERC y Junts que apedreaban policías y ocupaban aeropuertos. Desórdenes públicos, ya se sabe; que es como decir que el asalto de Brasilia en realidad inauguraba el carnaval de Río”.
Autor: Manuel Novás Caamaño |Abogado