Los guerreros fueron enviados a una comunidad en la que los leones los echaron a la arena, preparados para matar, aniquilar a todo aquel que encontraran dentro del tendido. Las garras se veían en cualquier esquina. El circo había comenzado. Los aplausos al caer un guerrero eran vilmente vitoreados. Daba igual atacar a este o a su hijo, a quién sacaban del aula, o directamente le decían que sus padres eran los peores; maltratadores e incluso asesinos.
Cuanta ignominia siento al recordar el 2017. Nos sitiaron por unos cenutrios, dispuestos a realizar un referéndum ilegal. Solo fueron a votar ellos, los independentistas lograron la cuarentena de los españoles que vivimos en Cataluña. Dejamos de pasear o de ir al teatro. Nos encerramos en nuestras casas, mientras se escuchaba el piqueteo de los leones que saldrían de nuevo para otra noche de guerrilla urbana.
Teníamos batallas de día, y de noche, con las banderas esteladas ondeando al aire, y la rojigualda pisoteada y quemada.
Los guerreros venidos de toda España, fueron soltados a la arena, para poder defenderse. Ni pelotas de goma, ni gases, ante auténticas alimañas que devoraban cada resquicio de una pesadilla que parecía no tener fin.
Las calles ardían y las aceras eran arrancadas para lanzarlas a los guerreros defendiendo una ciudad que les odiaba.
Fueron semanas en las que las lágrimas brotaban. Nos miraban de reojo, para evitar saludarnos por conocer nuestra profesión. En tiendas y gimnasios se nos negó la entrada.
Nuestros guerreros fueron hospedados en barcos atracados en el último rincón del puerto de Barcelona. Vergüenza sintieron de tener a policías y guardias civiles en la ciudad. De los hoteles les echaron como si apestaran y de ratas se tratarán. Así quisieron realizar una demostración de fuerza, presionando a los propietarios que siempre les atendieron con galantería.
Las colas en los bancos para sacar dinero, las empresas se marchaban cada día, hoy cien, y mañana doscientas y pasado otras más. Así era nuestro día a día
Me recordaba otra etapa que vivimos, y como siempre abandonados por nuestros políticos que se lavaron las manos como Herodes.
Los guerreros, decenas, fueron atendidos por lesiones, tres les llegó una jubilación anticipada, y uno casi muere, ante la garra de un león que hundía sus afiladas uñas en la cabeza.
Todo un honor matar a un guerrero; aunque tal osadía no se consiguió. Esa era la premisa, matar a cualquier precio. No importaba la forma, mejor muerto que mal herido.
Desde la Generalitat, se exaltaban a los leones para conseguir el objetivo, echar a los policías y guardias civiles de la ciudad. Mientras estos políticuchos de pacotilla, huían al extranjero, dejaban a sus secuaces para animar a las hogueras y a la destrucción.
Hoy, al recordar aquel circo de años atrás, esos políticos y leones, tendrán una amnistía, no existirá ningún delito cometido. No serán considerados terroristas ni malversadores, ni tampoco golpistas.
A la misma vez, en el mismo tiempo en los que unos firman acuerdos y serán exonerados del perjuicio ocasionado. La destrucción de una ciudadanía a la cual han dividido, juzga a nuestros guerreros, cuarenta y cinco en total. Nos obligan a aguantar a los políticos de turno que sigan sin otorgarnos la demostración que defendimos a nuestra patria y la bandera de un país al que amamos.
El circo sigue montado para los leones henchidos de valor y coraje por destruir una comunidad, y a esos guerreros dejados y olvidados.
Nuestros guerreros de verde y azul, serán para muchos un horror, y los bastardos ofrecerán su pulgar para abajo con el objeto de ser eliminados y echados de esta tierra.
Os quiero decir, estáis muy equivocados, como lo estuvo Herodes, os lavaréis las manos, pero nosotros estaremos ahí, aquí y allí. Donde nos necesiten.
El circo todavía no ha cerrado sus puertas, estar seguros de que en esta ofrenda a los sediciosos que vitoreáis, seréis condenados por todo el odio que estáis alimentando.
