Después de ver en los telediarios la barbaridad que está teniendo lugar en lo que muchos consideran Tierra Santa, después de contemplar en primera fila a mujeres con la ropa ensangrentada secuestradas por Hamás y a centenares de personas asesinadas por uno y otro y bando. Criminal ha sido la acción de Hamás y criminal la respuesta judía. No estamos, con la que está cayendo, con intereses políticos, expansionistas, geoestratégicos y con grandes intereses detrás de estas matanzas, muy en condiciones de hacer historia de cárceles en las que también yo he presenciado barbaridades sin cuento.
No hay un solo terrorista que afirme que disfruta matando. No hay ningún país que practique el terrorismo de Estado afirmando que se lo pasa bien practicándolo. Necesitaríamos una enciclopedia, y nos faltaría espacio para hablar del problema árabe-judío. Lean si quieren mi libro – en colaboración con otros dos autores- “El terrorismo integrista. ¿Guerras de religión?”. Las religiones, todas, son un problema porque los hombres dirigentes de las mismas afirman ser depositarios de la voluntad de Dios – un Dios al que nadie ha visto. Yo sigo en este terreno las afirmaciones racionales de Ludwig Feuerbach-, afirman hablar por su boca y con ese peregrino argumento han organizado enormes matanzas a lo largo de la historia. Necesitaríamos una enciclopedia pero baste una referencia que hace David Solar en su obra “Sin piedad, sin esperanza. Palestinos e israelíes, la tragedia que no cesa”. El problema, que dura cuatro mil años, es que ambos dicen que Dios ha dicho que esa tierra es suya. Ni con una enciclopedia tendríamos bastante para desbrozar el problema. No nos podemos remontar al nacimiento del judaismo ni al del islamismo, pero si al más reciente: siglo XVIII Ibn Wahab e Ibn Saud, creadores de la dinastía wahabita o saudita. También al caso Dreyfus a finales del XIX y también al surgimiento de los Hermanos Musulmanes a principios del XX. Ahí están las claves principales. Lean el libro reseñado arriba y encontraran argumentos y explicaciones mas extensas.
Andábamos con la historia de las prisiones por los principios de los años noventa, unos años turbulentos porque resucitaron los motines carcelarios que parecían superados y que habían tenido sus puntos álgidos en el verano del 77 cuando los presos, que se bautizaron como sociales en contraposición a los políticos provenientes del franquismo, se organizaron para protestar por una amnistía – ahora se ha vuelto a poner de moda la palabra propiciada por las triquiñuelas políticas para asegurarse sillones bien pagados- por una amnistía, repito, la del 77 que no había sido suficientemente generosa con ellos y sí con los condenados por delitos ligados a la política que acaba de fallecer, la de Franco.
En los noventa surgieron varias figuras conflictivas, psicopáticas, líderes, kies, dominadores de los interiores de las cárceles que organizaron gravísimos conflictos con un gran coste económico y hasta de vidas humanas. He hablado en artículos anteriores del motín del Puerto de Santa María o del motín de Fontcalent, ambos con internos como víctimas de sus propios compañeros, o del motín de Daroca, con secuestro incluso de un Juez de Vigilancia y cuyo video nos fue privado porque quien mandaba no quiso que lo viéramos mientras estaba secuestrado con el Juez – no lo culpo ni lo critico, pero desde luego no era una situación vergonzante para él, sino para el secuestrador, un psicópata de libro, Joaquín Zamoro Durán que iba de independentista y de anarquista intentando un matiz político a sus fechorías-. También hablamos en el art´ciulo anterior del secuetro del famoso joyero Venero, chivato y beneficiario de la mafia policial de El Nani, en Nanclares de la Oca, secuestro que me tocó lidiar.
En junio del 95 un juez asturiano cayó en la trampa que este colectivo preparaba con frecuencia y magistralmente. Santiago Cobos y Juan Redondo, dos presos de larga trayectoria de conflictos graves, psicópatas de libro – lean mi próximo articulo en la revista de la Guardia Civil- siguieron una táctica antigua y que habían inventado con bastante éxito otros grupos de presos en otros sitios. Ya la he contado: escribían a un juez, lo insultaban, lo amenazaban e insultaban gravemente a su mujer – generalmente con graves acusaciones sexuales llenas de lindezas irrepetibles- porque eso hiere la hombría y hace que los hombres se enerven – a mí me pasó con otros jueces en Valencia y en Nanclares, pero estos no picaron-. Se ponían de acuerdo tres o cuatro presos peligrosos y escribían a un juez determinado una carta idéntica plagada de injurias. Desde prevaricador a hijo de puta – sic-, desde maricón de mierda – sic- hasta vendido a los poderes económicos. Desde cornudo – sic- aludiendo a que eran ellos los que se habían acostado con su señora mientras él miraba complacido, insultándola también gravísimamente y describiendo toda clase de disfrutes sexuales con ella – todos inventados evidentemente, pero que surtían su efecto-. El juez abría inmediatamente una causa. Eso les daba absolutamente igual porque todos los que hacían esto tenían previamente ruinas acreditadas y condenas múltiples por todo tipo de delitos. Por ello, unos meses más por el desacato y los insultos les importaban un bledo. También eran comunes las amenazas de muerte al juez o a su familia, siempre con el fin de ser reunidos en una cárcel determinada y ser llevados al juzgado por la causa a que daban lugar. Abierta la causa penal eran citados a declarar y bien en el juzgado, bien en la conducción, bien en el propio centro se organizaban para liarla bien liada.
Eso hicieron en Gijón Santiago Cobos y Juan Redondo. Llamados a prestar declaración en el juzgado, intentaron la fuga asesinando a uno de los policías que custodiaba los calabozos, a que robaron la pistola, e hiriendo a otros. La fuga era siempre el último fin de estos hechos y de muchos motines en los que, supuestamente, reclamaban derechos y voceaban el estado de opresión en que eran mantenidos por el Estado. Estos presos peligrosos han sido – la industria y el dinero no se detienen- Santiago Cobos o Juan José Garfía, El Vaquilla o El Torete, protagonistas de películas con mayor o menor éxito, desde Perros callejeros, hasta La celda 211 u Horas de luz que protagoniza Garfia y se publicita como redimido por el amor de una enfermera penitenciaria. A Santiago Cobos lo puso en el mapa recientemente el follonero – no sé el nombre de este chico- en uno de sus programas, blanqueando su conducta.
No me voy a eternizar contando motines y apuñalamientos o secuestros en las cárceles porque tendría para una enciclopedia. Antonio Asunción afrontó el gravísimo problema y cogió el toro por los cuernos. Organizó un par de reuniones informativas y de reflexión sobre el asunto. Nos dimos cuenta de que, efectivamente, en los motines, en los secuestros, en los asesinatos, en las cartas vejatorias y amenazantes a los jueces buscando causas en juzgados con poca vigilancia para liarla, siempre participaban los mismos. Noventa presos habían conseguido poner al sistema penitenciario español contra las cuerdas, porque todos los hechos que protagonizaban eran de una gravedad extrema y tenían una publicidad intensa. Ellos propiciaron la creación del FIES, tan sensato, tan necesario, tan polémico y tan denostado. Un medio de defensa del Estado absolutamente imprescindible, que los “humanoides” – este fue el término que se acuño en las cárceles- publicitaban como sistema de tortura inadmisible.
Se creó – lo creó Antonio Asunción, un genio también en esto- participando en el diseño y la reflexión necesaria un grupo de funcionarios cualificados y conocedores del sistema carcelario y de los presos. No los citaré aunque los conozco a todos sobradamente. Lean un libro muy interesante, “Para ti mi vida” de Juan Antonio Marín Ríos, gran persona y gran funcionario que descubre todos los intríngulis de esta y de otras cuestiones.
Se creó el Fichero de Internos de Especial Seguimiento el temido y conflictivo FIES contra el que se posicionaron todos los progres del universo y a quienes les habría cambiado el parecer y las opiniones que publicaban de manera gratuita, ignorante y gilipollesca, solo con haber pasado una mañana en el patio con alguno de estos elementos.
Hubo incluso una causa judicial grave y peliaguda por culpa del régimen FIES en la que estuvieron encartados el propio Asunción, el Inspector General de Instituciones Penitenciarias, el Director y varios directivos del Centro Penitenciario de Sevilla. Sin ánimo de ser exhaustivo diré que al final la causa se archivó pero todos estuvieron en la cuerda floja con acusaciones graves de vulneración de los derechos humanos. Yo soy defensor de los derechos humanos, pregúntenle a aquel grupo fascista que intentó machacarme mintiendo hasta la saciedad sin dar jamás la cara, a ver si pasados los años, con todo prescrito son capaces de decir una verdad. Nunca he consentido los abusos de ningún tipo, pero el régimen FIES era necesario como el comer porque un Estado no puede permanecer inerme ante un grupo de psicópatas acreditados. Antonio Asunción -nunca tuve nada con él, jamás me hizo un favor, nunca me dio una medalla que siempre se han reservado para los que calientan los sillones con su culo y hacen política de pasillo. Nunca, pero ha sido el gran genio penitenciario del siglo XX sin ningún género de dudas. Hoy, estos FIES, peligrosos, psicópatas, pendencieros y abusadores dentro de las cárceles – el peor enemigo del preso son los otros presos, quitando a algún funcionario psicópata y cabrón que conozco a unos cuantos porque la inmensa mayoría son profesionales ante los que hay que quitarse el sombrero-. ¡Ayyyyyy señor. Llévame pronto!
Hay una frase que los chavales de hoy – también los presos de nuestras cárceles, perdón, de las vuestras, que yo me he jubilado y ya no trabajo ahí- repiten casi continuamente cuando algo les produce asombro o cuando una situación les resulta difícil de entender la frase que sigue: “alucino por un tubo”. Esta frase tiene una variante que también nos vale: “Yo es que lo flipo”.
Ninguna de las dos expresiones es muy académica pero ya verán cómo pronto, los señores encargados de “limpiar, fijar y dar esplendor”, la admiten en los diccionarios de la RAE por aquello de que el lenguaje es un ente vivo y es el pueblo quien lo hace cada día.
Bueno pues yo alucino por un tubo y flipo en colores contemplando, desde mi observatorio privilegiado de jubilado pobre, anarquista, nihilista y desesperanzado lo que pasa cada día en este país de los cojones, perdón, en este país del alma que es el mío.
No se puede ver la televisión, se puede oír un solo informativo en las radios, no se puede leer prensa…porque sale uno con los pelos como escarpias, acojonado y pidiendo hora para el primer psiquiatra que encuentres en Muface porque las depresiones indignadas están a la orden del día y desde que empiezas a ver cualquier telediario.
Estoy hasta los moños – voy a intentar evitar los tacos que me surgen- de ver a Sánchez y a dos o tres ministros por turnos, dándome noticias de la bondad de los puigdemones, de su patriotismo y su españolidad, de que Rufian es un hombre de Estado y no un charnego como yo, de la necesidad de prudencia y de que todos debemos estar unidos para salir más fuertes de este lío. Cansinos. Noticias de que hay una crisis que la va a resolver él. ¡Una mierda! ¡Qué traidor es el lenguaje y qué razón tiene la escuela Critica de Criminología.! Los que tienen el poder , o sea Sánchez y los progres que lo jalean, son los que fijan las normas. Ya sé que al final moriremos todos, pero dejen de darnos la murga que me recuerdan al chiste del cura de mi pueblo – cura de misa y olla y con novia formal, no se lo pierdan- Acostumbraba este clérigo cebón a pronunciar sermones idénticos un día tras otro, en fiestas mayores, bodas, funerales y cada vez que tenía la iglesia llena. Hablaba de las penas del infierno y de los sufrimientos de los pecadores que en el caían. Describía con todo lujo de detalles las llamas, el sadismo de Pedro Botero sumergiendo a los condenados en sus calderas y la eternidad del sitio, aunque – analfabeto como era- no hubiese leído nunca la Divina comedia de Dante y, por tanto, no tuviera ni idea de qué es eso de “Lasciate ogni speranza, voi ch´entrate”. “Perded toda esperanza los que entráis”. Un cateto de mi pueblo – donde reinaba el alcalde Mehincho, haciendo honor a su apodo- le dijo un día a voz en grito durante el sermón. ¡Si hay que ir al infierno, se va, pero deje ya de acojonarnos!. Pues eso mismo le digo yo a todos los predicadores de esta España descojonada: sabemos que el canguelo es contagioso, que ustedes modifican el Código Penal a su gusto. Sabemos que amnistían los que les sale de los mismísimos. ¡Dejen ya de acojonarnos, que estamos servidos de sobra! Hagan un protocolo claro, cuiden al país y a sus habitantes sin favoritismos, doten de medios a los hospitales y dejen de estar arrodillados ante las farmacéuticas, no olviden a los abuelos que de sobra se lo han ganado y dejen los sermones ministeriales y presidenciales para el Obispo Cañizares y sus adláteres.