Pilar Enjamio repasa para Policía H50 quiénes sufren el síndrome postraumático en grandes tragedias como el accidente ferroviario de Alvia o el caso de Julen, el niño atrapado en el pozo de Totalán.
En situaciones tan traumáticas como un accidente, sea por azar o provocado, existe una angustia lacerante que no cesa. Esta primera fase es la peor, incluso más dura que un resultado fatídico porque es el no saber, el desconocimiento del estado de la persona le ha tocado vivir el desastre.
No hay explicación, no hay consuelo. Ni siquiera las GIPCES – Grupos de Intervención Psicológica en Catástrofes y Emergencias- apenas pueden paliar lo que constituye un auténtico calvario. Así como hay médicos brillantes, otros no lo son tanto y la conexión del psicólogo con la familia no siempre es empática.
A veces hay que respetar el rechazo a la ayuda momentáneamente, porque al que sufre le puede molestar hasta una simple palabra de otro, la ven como presión .
He visto en el accidente ferroviario Alvia personas en soledad a los que sólo consolaba el rezo en una capilla. Una madre se abrazaba a mí y en un típico mecanismo de defensa, como es la negación de la realidad, afirmaba que no era su hija sino la hija de un amigo .
En ocasiones, y especialmente en casos de ataques de pánico o sincopes, el apoyo psicológico es incompleta, siendo más necesaria la ayuda médica como suministrar un mero ansiolítico. A pesar de que resulte extraño, el conocimiento del resultado, ya sea positivo o fatídico, es una liberación ya que se diluye esa desorientación, ese no saber nada.
La familia, a buen seguro, acabe sufriendo lo que se conoce como síndrome postraumático, que necesite ayuda posterior de un profesional. Implicarse en grupos de ayudas podría ser una buena forma de terapia.
También ese pueblo sencillo que ayudó con mantas, comida… podrá sufrir ese síndrome. Recuerdo una señora en Angrois a la misma hora del choque de tren, cada día tenía temblores y taquicardia. También pesadillas, en las que el tren destruía su casa al empotrarse contra ella. Así como podría derivar en problemas auditivos, vértigos…
Estado de alerta constante en algún vecino mirando al suelo ante la existencia de otro pozo como el de Totalán. Ansiedad, depresión… Como mínimo durará este síndrome post traumático uno o dos años. Con ayuda pero con una consigna muy clara: debe salir uno mismo.
Seleccionar medios de comunicación no dañen y obviar a la prensa basura, amarillista que hace del dolor un negocio de morbo y audiencia, extralimitándose en afirmaciones que sólo corresponden a los investigadores. Y prevención, evitar negligencias como la carencia de permiso de obras que pueden conducir a tragedias en seres inocentes que nada más estaban allí en ese momento.
Todos los que colaboran en situaciones tan traumáticas como bomberos, ingenieros, guardia civil, policía… llevarán tatuada en su piel y en su alma la cicatriz de la angustia, del dolor que, sin ser familia, también fue suyo.
Pilar Enjamio, psicóloga y colaboradora de Policía H50