Degollar, descuartizar y blanquear el crimen

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Al español Daniel Sancho no le quedó más remedio que confesar el asesinato y descuartizamiento del médico colombiano Edwin Arrieta en la isla tailandesa de Koh Phangam. Las evidencias eran aplastantes. No obstante, Sancho pulió ante la policía su versión del crimen para obtener una pena menos severa, tal vez homicidio, y sortear la más que previsible condena a muerte de los tribunales de justicia del país asiático. 

Banalidad del mal

Daniel Sancho (29 años) y Edwin Arrieta (44 años) mantenían desde hacía meses una relación de intereses mutuos. Sancho, de oficio cocinero youtuber, ejercía de chico de compañía con Arrieta y éste, complacido y generoso, viajaba desde Colombia para verle a menudo. Daniel, según sus propias manifestaciones, se sentía con respecto a Edwin “en una jaula de cristal”. Ese parece el insólito móvil del macabro crimen. Quizás una suerte de banalidad del mal.

Pena de muerte

La policía tailandesa pide para Daniel pena de muerte. En sus investigaciones los agentes, a cuyo frente está el general y exmonje budista Surachate Hakparn, acreditan la indubitada premeditación del crimen. La autopsia oficial indica que Arrieta murió degollado por Daniel Sancho, quien a continuación desmembró el cadáver en 15 trozos con ayuda de cuchillos y una sierra que había comprado el día anterior en un supermercado repleto de cámaras de vigilancia. Después, el español arrojó los restos mortales en bolsas de basura al mar y a un vertedero.

Caso morboso

Hasta aquí, en resumen, los hechos repetidos hasta el hartazgo por los medios de comunicación en lo que, sin duda, va a ser uno de los casos mediáticos, morbosos y de “casquería”, dicho con todo el respeto, de la temporada. Tiene ingredientes de sobra: Daniel es hijo del popular actor Rodolfo Sancho y nieto del también admirado intérprete Sancho Gracia (Curro Jiménez), hay una previsible pena capital en juego y por consiguiente un corredor de la muerte en una cárcel apocalíptica esperando al preso famoso, y lo no menos importante, la víctima, vergonzosamente invisibilizada, era un cirujano plástico colombiano que vivía su orientación en el armario.

Por otra parte, la policía tailandesa aprovechó todas las circunstancias para televisar indecorosamente sus investigaciones en una clara operación de marketing y lavado de cara de un Cuerpo con serias dudas de honestidad y eficacia. No olvidemos que el turismo es la primera industria nacional de este país del sudeste asiático, con 12 millones de foráneos al año a los que hay que dar seguridad, al menos subjetiva. Como suele aconsejar la doctrina estoicista: hacer de la necesidad virtud.

Víctima

Pero, ¿qué ocurre con la víctima? En este caso, no cuenta apenas. Pareciera que la víctima fuera el victimario. El mundo al revés. Edwin Arrieta es agua pasada para la mayoría de medios de comunicación. No da espectadores. Simplemente se ha invisibilizado por “falta de interés” para la audiencia que zapea en busca de morbo y decide poner los ojos en el chico beautiful people, hijo de famoso, “que no tuvo más remedio que pasar a cuchillo y descuartizar al colombiano cuarentón” que le hacía sentir “en una jaula de cristal” en sus encuentros vacacionales exóticos.

Blanquear el crimen

La defensa de Daniel Sancho trabaja en busca de una condena lo menos cruda posible de la corte judicial tailandesa, ante un crimen horrendo que admite pocas dudas. Es entendible su postura. Ahora bien, esgrimir teorías “creativas” que revictimizan a la víctima y a sus seres queridos, y de paso “blanquean” al homicida, no parece lo más honesto. Edwin Arrieta merece visibilidad y respeto.

Particularmente, deseo que la condena que el tribunal le imponga a Daniel Sancho no sea la pena capital, una sanción cruel que debería estar abolida. Resulta inamisible que un Estado la administre como castigo, lo que la convierte de facto en venganza. Igual de inadmisible que el asesinato del doctor Edwin Arrieta Arteaga a manos del joven mediático Daniel Sancho Bronchalo.

(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (sgda/ac)

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