El horizonte se envuelve en tinieblas de un tiempo pasado al que no quiero regresar. Que triste es la historia que volvamos a caer y repetir lo que nunca quisimos sufrir.
En los colegios catalanes, nuestros niños de once y doce años tienen como lectura obligada un cuento escrito por una mujer que ha sido diputada de la CUP. En él se expone la maldad de unos hombres vestidos de negro, a los cuales no te puedes acercar, porque si pueden te detendrán o te encerrarán en una cárcel sin derechos. Estos hombres solo buscan tu mal.
No puedo creer que este adoctrinamiento llamado xenofobia hacia unos policías y guardias civiles se esté estudiando obligatoriamente y que los jueces y fiscales permitan dicha lectura.
La libertad de expresión es lo que llamamos democracia. Sin embargo, aquí, en esta Comunidad no existe. Las banderas independentistas las tenemos en todos los ayuntamientos. La fotografía del Rey se expone bocabajo o simplemente la queman en la plaza del pueblo.
Sigo observando el horizonte y enseñan los múltiples géneros que existen, 27,37, qué más da. Eso es lo que quieren, tener a nuestros niños equivocados hasta en su sexualidad. Las matemáticas han dejado de ser importantes, la historia que cuentan una que no es verdad. A los asesinos los ponen como héroes y los glorifican colocando calles con su nombre.
Presumen de tener fotografías y autógrafos con los que un día, no tan lejano, empuñaron un arma para asesinar por la espalda.
El horizonte al que me quedo observando en la distancia de la habitación donde escribo estas palabras se vuelve cada día más oscuro por temor a que el pasado regrese de nuevo.
© Un artículo de Yolanda Trancho- Escritora – para h50 Digital