El profesor Phillip Zimbardo, realizó un experimento, que consistía en dejar dos coches abandonados, uno en un barrio situado en una zona pobre y conflictiva y el otro en una zona rica y tranquila.
El resultado fue que en la zona pobre en pocas horas el primer coche presentaba más evidencias de saqueo que en la zona rica.
La conclusión era muy dura, pobreza y la marginación son “culpables” del delito, pero se añadió un matiz que cambió en mayor medida la variable, a saber; rompió un cristal del coche que estaba en perfectas condiciones situado en el barrio rico.
Entonces el robo, la violencia y el vandalismo redujeron el vehículo al mismo estado que el que habían situado en el barrio pobre.
La conclusión final fue que la causa no reside en la pobreza, sino en que el cristal roto en un coche abandonado transmite una idea de deterioro, desinterés y despreocupación que va a crear un sentimiento de ausencia de ley, de normas y de reglas.
El cristal roto crea la sensación de que todo vale. En esta situación, cada ataque que el coche sufre reafirma y multiplica esa idea hasta que el vandalismo se vuelve incontenible.
Es evidente que una teoría no explica la realidad y que debemos añadir múltiples factores, como el hecho que la delincuencia de desplaza y hasta es circunstancial. Es decir; los robos se pueden producir por cualquier delincuente y en cualquier lugar.
Pero sin llegar a tener pretensión absoluta de veracidad, esta teoría puede ayudar a comprender la delincuencia en países o regiones autónomas que no la persiguen o que institucionalmente no la condenan.
Los paisajes políticos y sociales, la falta de condena, favorecen la delincuencia. El apoyo institucional, léase como ejemplo el ofrecido por el Parlamento Catalán esta semana, a un presunto delincuente como Mohamed Said Badaoui, detenido por la Policía Nacional en Reus, presentando evidentes indicios de fanatismo yihadista y sobre quien se formuló una acusación tan grave como ser un peligro para la seguridad nacional, también favorece la delincuencia.
Este apoyo transmite desinterés, despreocupación y sobre todo politización de la delincuencia, todo esto llega al delincuente. Tómenlo como parte de la respuesta o motivación al mayor aumento de la delincuencia en esta zona de España.