Cuando en pleno Apóstol Santiago se recordó a las víctimas del accidente ferroviario del Alvia recibí una petición de ayuda para visibilizar el atropello mortal de un joven argentino de veintiún años. Su sueño, me decía su padre Marcelo Camargo, era ser boxeador profesionalprofesional. “Era un pibe, un profesional de diez”, manifestaba entre lagrimas.
Ariel acudió un fatídico 25 de enero a su entrenamiento. Eran las ocho y cincuenta y cinco minutos de un día lluvioso cuando perdió la vida truncándose sus ilusiones y un brillante futuro.
Su familia no fue avisada por la Guardia Civil hasta la una y media, demasiado tarde para la familia según manifiestan. Marcelo afirma que jamás le dejaron ver el cadáver de su hijo y que la culpa de las consecuencias de ese trágico accidente no fue de la persona que agarraba el volante sino del que caminaba libremente hacia toda una vida que le quedaba por delante. Según indica, la mujer en cuestión que le atropello supuestamente y según informaciones recopiladas por él mismo, no estaba capacitada conducir a determinadas horas.
Una familia muy humilde de Mendoza, Argentina y un padre y un hijo que se trasladan buscando nuevos horizontes
Cuando le pedí una foto bonita de su hijo me respondió: “Todas eran bonitas”. Pronto entendí lo que querían decir sus palabras porque el recuerdo es la terapia de recuperación del dolor y cada imagen es revivir recuerdos y vivencias.
Es necesaria la justicia para superar un duelo y dolor tan inmenso como la pérdida de un hijo que lastima y hiere las entrañas más profundas.
Su abogado, que al principio era positivo en referencia al desarrollo del proceso judicial, ahora acaso por “presiones” argumenta que es mejor no proseguir con el caso. Pero si hay que seguir y darle espacio porque no hay personas de primera y segunda clase sino seres humanos.
Kiara, su novia, me habló de la página “Justicia para Ariel” y esa es la lucha. Es curioso que la autora no se haya puesto en contacto con la familia ni haya habido indemnización alguna. Gracias a la ayuda amigos han podido realizar el sepelio y es en cierto modo hasta denigrante que ni el consulado les haya ayudado.
Toda muerte debe esclarecerse por derecho y justicia. Hoy mi corazón es argentino y español y estoy con vosotros Marcelo, Kiara, su madre, hermanos y todo un pueblo argentino que tanto dio a España en la emigración. Comienza la lucha.
Autora: Pilar Enjamio Furelos. Psicóloga