Un asesino es un asesino siempre en el más amplio sentido de la palabra y no caben interpretaciones ni banalizaciones. La verdad es la verdad y como tal es única, no admite versiones. Grandes profesionales de las fuerzas de seguridad inspeccionan e investigan milímetro a milímetro, paso a paso, con rigor, exponiendo su vida en lagos, precipicios… con innumerables obstáculos. Para ellos no existe el frío ni la nieve ni la lluvia. Cumplen su misión con eficiente profesionalidad.
También los psicólogos que estudiamos la mente humana y la raíz profunda de las conductas, que analizamos conductas y nuestra experiencia y bagaje nos avala. Casos que no son casos sino seres humanos, víctimas de síndromes postraumáticos, de historias reales y vividas que necesitan se les respete el dolor de una pérdida.
“Sabemos que existen conductas que jamás son reinsertables”
Los que apelamos por la prisión permanente revisable, como lo más efectivo ante el que mata, no lo hacemos desde la ideología ni desde la política sino desde la psicología. Sabemos que hay conductas que jamás serán reinsertables porque sus rasgos dominantes son la imposibilidad de control, la impulsividad, la repetición, la obsesión y volverán a asesinar porque poseen inherente ese rasgo psicopático de nula empatía por la víctima.
La declaración del asesino confeso de Laura es bestial, salvaje e inhumana. Pero observamos una sociedad fanática e ignorante, gregaria que grita y no sabe lo que grita, como hipnotizada por una ideología. Se centra en los derechos de los asesinos y no en el derecho de las víctimas.
“Observamos una sociedad fanática e ignorante, gregaria que grita y no sabe lo que grita”
Es la deformación de la realidad típica de lo atrevido de la ignorancia, del complejo y la nula autoestima. Hay un hecho evidente, el asesino de Laura ya había asesinado antes y si hubiese permanecido en la cárcel, Laura no habría muerto.
Ana Julia asesinó al pequeño Gabriel y a Laura la asesinó este innombrable. Cuando dejemos de llamar a todo violencia de género y pensemos en la mezquindad y maldad de un psicópata, que sabe plenamente lo que hace y es consciente de ello, sabremos que no mata por ser mujer. Matan a un niño, a un anciano, a quien les pueda delatar.
Recordemos la pedofilia y la pederastia que es una perversión y pueden llegar a matar ante el temor de ser descubiertos. Si atajamos el problema real, allanaremos el camino en la prevención. De nada valen lamentaciones cuando decide la ignorancia y el
fanatismo.
Autora: Pilar Enjamio, psicóloga