(*) Julio Arroyo
«Asesinado por legal» fue el título con el que se encabezaba un artículo del extinto semanario El Caso fechado el 16 de abril de 1994. Un título que reflejaba, y refleja el sentir por el asesinato de un policía, un hombre, un cántabro y un héroe.
Dos encapuchados
A las dos y cuarto de la mañana del 7 de abril de 1994, el Policía Nacional D. Pedro Cisneros González cayó abatido en el cumplimiento de su deber.
Dos encapuchados, un hombre y una mujer, entraron en el Pub Karaoke de la calle Perines de Santander, armados con una pistola y un estilete de veinte centímetros, respectivamente, con el fin de perpetrar un atraco.
La mujer se situó detrás de la barra, mientras que el hombre tapaba la puerta y apuntaba con su arma a los clientes.
Pedro Cisneros, que se encontraba fuera de servicio y vestido de paisano, se identificó de viva voz y frustró el atraco al precio de su vida.
El atracador, al percatarse de la presencia del policía que le apuntaba con su arma reglamentaria, disparó a bocajarro contra él. La bala rebotó contra el arma del policía y se alojó en el interior de su cráneo, causándole lesiones cerebrales y un coma neurológico.
Los dos atracadores se dieron a la fuga dejando a Pedro en un charco de sangre, pero tuvieron tiempo de quitarle su arma.
Detención y penas
La investigación, dirigida por el Fiscal Especial Antidroga, concluyó con la detención de los dos asesinos en menos de diez horas después del asesinato, gracias a la colaboración de más de quince personas que se encontraban en el local en ese momento. También se procedió a la detención de una tercera persona, Miguel Ángel Álvarez Gómez, que fue quien les facilitó el arma.
José Merino Rivas, alias «Mono», se encontraba disfrutando de un permiso carcelario de siete días, puesto que estaba recluido en el Centro Penitenciario de El Dueso, por la comisión de diversos atracos y la condena firme de siete años de prisión, de los que solo llevaba cumplidos dos. Asimismo, Mercedes Ruiz Prieto, alias «Merche» y «Culona», se encontraba en libertad condicional. Ambos contaban con un largo historial delictivo.
La Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Cantabria condenó el 9 de julio de 1996 a José Merino a treinta y dos años de cárcel como autor del homicidio, a Mercedes Ruiz, esposa del primero, a cuatro años de prisión y a Miguel Ángel Álvarez a un año de reclusión.
Exequias y condecoración
La capilla ardiente fue instalada al día siguiente en la Delegación del Gobierno. Pedro estaba considerado por sus compañeros y jefes como un excelente policía, con una hoja de servicios ejemplar y una gran calidad humana. Su muerte conmocionó en especial a sus compañeros, que acompañaron a la familia durante su estancia en la UCI, en su velatorio y en su funeral.
En el partido de fútbol celebrado el día nueve en los campos de Sport del Sardinero entre el Racing y el Deportivo se guardó un minuto de silencio por Pedro.
Cisneros fue condecorado a título póstumo con la Cruz al Mérito Policial con distintivo rojo el 3 de octubre de 1994, coincidiendo con la celebración de los Ángeles Custodios. Distinción que fue impuesta a su viuda, Carmen Poo Valdivieso.
La Asociación Cultural Santiago, que promueve desde su fundación las ayudas a los huérfanos de las Fuerzas Armadas y de los Cuerpos de Seguridad, entregó a la hija de trece años, Marina Cisneros Poo, una bolsa de ayuda económica, que a partir de dicho momento adquirió el nombre de «Pedro Cisneros».
PEDRO, DE ACUERDO CON EL REGLAMENTO, DIO A LOS ATRACADORES LA OPORTUNIDAD QUE ÉL NO TUVO.
Carta póstuma a un policía
(Transcripción de la carta escrita por Federico Lucendo Pombo, publicada el 17 de abril de 1994 en el periódico El Diario Montañés)
“Pasan los días y continúa un silencio desasosegado en la ciudad. Un policía (Pedro Cisneros, Caracas, 1957 – Santander, 1994) ha sido asesinado. Un delincuente (iba a escribir otra cosa) de esos que «libran» el fin de semana le disparó a bocajarro en un pub de la capital cántabra. Pedro solo dijo «Soy policía, tira el arma». Nada más. Les dio la oportunidad que ellos nunca dan. Luego Venancio González Fernández me habló de muchas cosas. De su trabajo valiente y sacrificado en Euskalerría, de su lucha, de ese pulso titánico para crear un sindicato en una policía civil y democrática, de su profesionalidad… Pedro, fuiste tú el señalado para morir en aquella alta madrugada en la calle Perines. Tenía que suceder así. Estaba escrito. Está decidido desde el origen de la vida que los héroes sean jóvenes. Los héroes de la ciudad. No soñabas, no, con tiros en la nuca, en Santander no. No podías sospechar ni aun cuando a tu espalda emergieron las oscuras cuencas de una pistola alquilada. Me inquieta, Pedro, te lo digo con franqueza, cuál será la suerte de esta población. Tengo el presentimiento de que algo oscuro y turbio se nos viene encima de manera irremediable. La estupidez que nos circunda, la dramática subversión de valores que nos cerca, la adiposa cobardía de la sociedad insolidaria, el culto a los arribistas, la «fiebre del oro», la torpeza de las soluciones, el enorme cansancio, en fin, acumulado en la conciencia de las personas de bien, en la mayoría de los cántabros, una y mil veces engañados, son cosas que en la historia se pagan caro. Bien lo sabrás tú ahora, mi buen amigo, navegante feliz por los anchos mares celestiales y ya sin asesinos de fin de semana en la popa. Y acaso te sientas contento, después de todo, por habernos dejado cuando todavía era tiempo, cuando aún es posible afrontar la muerte con claro discernimiento de lo que a un hombre le exige el destino. A un miembro de la Policía Nacional. A un trabajador del Sindicato Unificado de Policía. Mientras Carmen y Marina, con diálogos callados de amor, dejarán sobre la piedra de tu tumba la húmeda nostalgia de singladuras ya imposibles. Y bajo el perfil añil de las costas cántabras, tu alma navegará impalpable en recuerdo y ejemplo para todos tus compañeros del Cuerpo Nacional de Policía. En todo caso, pide a Dios que nos preste luz y aliento para ver claro y estar en la vida y en la muerte igual que tú, como hombres de bien nacidos. También en el periodismo, claro.”
Pedro Cisneros González, nació el 4 de mayo de 1957 en Caracas (Venezuela). Ingresó en la Policía Nacional el 1 de enero de 1979.
(*) Julio Arroyo (Santander, 1979) es policía nacional. Amante del cine y el mundo del cómic, comenzó escribiendo relatos cortos, lo que le llevó a realizar diversos artículos y entrevistas para la revista autonómica Policía Solidaria de Cantabria. Fue columnista en la revista digital Opineslibres.es con su sección “Pienso, luego insisto”. En 2021, Dolmen Editorial publicó su primera novela negra titulada Ferro, presentada en la XXXIV edición del festival literario Semana Negra de Gijón. Es coautor de la antología de relatos criminales Malas calles, de próxima aparición en las librerías de España y Latinoamérica (Ed. Reino de Cordelia).