No deja de ser sorpresa las etiquetas que por naturaleza vienen manifestada por los “cuñadismos” de la sobremesa. Y bautizo ciertos comentarios porque ya forman parte de un rito del cual, si no sale a la palestra sobre el mantel que antecede un buen plato de puchero, va anunciando que el café será prometedor.
Al fin y al cabo, los coloquios que, sin querer no hieren ni a mi persona ni al uniforme que uso para ejercer lo que, desde pequeña deseaba, ahora, con casi dieciocho años de servicio a mis espaldas me paro a explorar esos “cuñadismos” que, en el fondo, tienen parte de razón. Tanto es así, que no soy merecedora de reprochar a estas personitas que forman parte de mi vida, sino a todo cuanto hay circundando al todopoderoso sistema.
Me acuerdo como muchas otras tantas veces que, de niña, una tarde, mi abuela intentaba leer la factura de la luz, otras tantas del gas y, por mucho que la mujer se empeñaba en descifrar aquellas grafías su esfuerzo no desvanecía. Era precioso observar la lucha, la fe y el entusiasmo que mi abuela tenía: férrea en aprender a leer con sus ochenta y dos años de edad….y era estremecedor sentir que una gran parte de mí quiso ser Policía por y para personas como mi abuela. Nacía dentro de mí ese personaje superhéroe que quería proteger a aquella ascendiente e incluso, enseñar a los espejos de su alma el código de información que surgía al unir las letras.
Cuando era impúber me emocionaba sentarme delante de un televisor que, apenas emitía y distinguía los colores, pero eran las mejores tonalidades que se superponían, incluso más que el bocadillo con una escueta onza de chocolate que merendaba; ver al fantástico personaje del “Halcón Callejero”, vestido de negro y con su motocicleta de igual color salvando a los más desvalidos en plena noche o tal vez, alguna película en la que, la flamante capa color roja y la súper “S” en el pecho de un hombre que surcaba los cielos en aras de proteger a la humanidad o a aquella mujer Amazonas que blandía su espada…..uauuuuhhhh!!!!!…..yo quería ser así!!!! Pero claro, esa ilusión que arrastraba mi mente y hechizó a la niña que aún llevo dentro, es incomprensible cuando en la sobremesa, tan sólo se oye “los municipales sólo para joder al pueblo”, “para quitar el dinero al trabajador mientras los de arriba nos roban”, “para estar todo el día dando vueltas con el coche” y un largo etcétera, etcétera, que no sé si es peor que la pescadilla que se muerde la cola pero que, en el fondo, se considera a los de uniforme representantes de los que ensucian la Institución policial y, claro está, son las personas de a pie, las patrullan, las que ponen la mejilla ante aquellos o aquellas que ensucian el esfuerzo, la honradez, el honor, la humildad y lealtad que, como mi abuela, se esforzaban para no ser arrebatados.
Quizás este sentimiento es la parte humana que se guarida bajo un uniforme y que la sociedad no quiere ni observar, aunque sean unos minutos; quizás la imagen ideal de un Policía es en realidad una imagen de un Swat o una persona con un físico de olímpico, pero esa es la idea que vende y enriquece a los “cuñadismos”; pero, alguien se ha parado a pensar por unos instantes, tan solo pido eso: instantes, de hacer funcionar esa neurona que se porta y no se usa en la cabeza para tan solo cavilar que, una persona Policía lleva a cabo muchas más funciones que el ejercicio físico, y me atrevería a anotar que son funciones más psicosociales que violentas? ¡Que yo sepa, o dada mi vaga experiencia, cuando se interviene en un accidente de circulación, a las víctimas se les transmite tranquilidad, empatía, cariño y en muchas ocasiones, atención sanitaria; o quizás en otras intervenciones, el arropar humanamente a las víctimas no se hace con una tonfa, una defensa extensible ni con un taser, sino con proyección nítida que a todos los seres humanos nos nace: emoción, sentimientos, empatía e incluso, muchas veces, amor…¡Ah no, espera, que esta parte no la conoce los de la sobremesa!! Cachis!!!
Dª Nuria Cabrera Mora | Policía Local de Marbella (Málaga)