Esta semana se han alineado los astros para describir el modelo policial que en Una Policía para el Siglo XXI estamos intentando cambiar, veamos por qué:
El pasado día 10 de octubre publicábamos en este mismo medio nuestro artículo Controlar el Crimen o Combatirlo, comentábamos de qué manera el modelo policial fracasa desde su raíz cada vez que evalúa a un jefe de policía siguiendo la lógica de un sistema estadístico de la criminalidad que evalúa números pero otorga la misma importancia a todos los valores, desde al hurto de una cartera a una violación, desde conducir con dos copas de más a un secuestro. El diseño de este modelo era mejor que nada hace más de veinte años, y hay que reconocer sus logros, pero ahora la realidad es otra y el modelo está agotado.
El modelo policial se ha transformado en una maquinaria burocrática que permite justificar puestos, presupuestos, impuestos, ascensos, dietas y medallas, pero que tiene poco o nulo impacto sobre la seguridad de nuestras familias si no es porque los policías que creemos en nuestro trabajo, optamos por funcionar al margen. Y a las pruebas nos remitimos:
Los vecinos de Cubas de la Sagra se han organizado para proteger su seguridad y no lo han hecho para darnos la razón e ilustrar nuestro relato, lo han hecho porque el Gobierno no puede garantizarles su seguridad. No hacen mal en reclamar más policías en una zona en la que prácticamente no hay ninguno, pero que no haya, no se debe a la tasa de policías en España, sino a su mala gestión, la atomización de cuerpos y la burocratización de los mismos.
Reclamar más policía asumiendo que más funcionarios haciendo las mismas cosas van a cambiar algo es un error, pues es más que probable que más policías impliquen más oficinistas paseando fotocopias. Para que las cosas sigan igual solo hay que seguir haciendo lo mismo, y cuantos más sean haciendo las mismas cosas, más grande y costoso será el aparato burocrático, más lenta y torpe la toma de decisiones, y más ventaja tendrá el crimen.
Pero ¿qué tiene de malo un modelo basado en reducir todo a números? al número de policías, de detenidos, de delitos o de condenas negociadas como hacen en Justicia. Es tan malo como ir a comprar al supermercado y que cueste lo mismo la barra de pan que el kilo de ternera, aumentaría el valor del pan hasta ser tan caro que pocos lo podrían comprar, y devaluaría el precio de la carne de ternera hasta dejar de ser rentable su producción y los carniceros se harían panaderos. Unos pocos clientes podrían comer pan y no habría ternera para nadie. Suena disparatado, pero este sistema pseudocomunista describe el sistema estadístico de la criminalidad que permite controlar el crimen e impide combatirlo.
La estadística es una buena herramienta si su diseño es el correcto y se emplea para evaluar la seguridad con criterios justos, por ejemplo, transformando cada hecho no en un número (1), sino en un abanico de valores entre el 0,05 y el 1, para atribuir desde un 5% (0.05) de valor a una infracción administrativa leve, hasta un 100% (1) de valor sobre el total del modelo, a un delito contra la vida. De modo que se evalúe a los jefes por un índice que sea la suma del valor atribuido a cada hecho, en lugar de evaluar la suma de los hechos.
Un modelo policial basado en estadísticas mal diseñadas sirve para controlar el crimen y no combatirlo como hace Nicolás Maduro, permitiendo que se cometan 200 robos con violencia y dando lugar a que el delito sea rentable al criminal, para luego hacer propaganda vendiendo una macroperación en la que se detienen a 26 de un solo golpe y se esclarecen 200 hechos sobre el papel, pero sin un efecto jurídico determinante porque sus autores son menores y siendo optimistas habrá condenas por 20 de esos hechos para los adultos que los coordinaban.
Vender que se ha detenido a 26 personas diez veces y se ha puesto a 37 menores en situación de riesgo bajo protección, tras ser empleados solo para el primer delito, evitando de tal manera una escalada criminal que perpetúe a esos menores en el crimen, no nos permite engañar a los políticos y a los ciudadanos tanto como si les vendemos macrooperaciones, y además pondría en evidencia que el sistema está “quemado” si se detiene a los mismos tantas veces por hacer las mismas cosas y no les pasa nada.
Se vende una eficacia policial ficticia del 100% para 200 casos, pero la eficacia real es la criminal, desde el momento que por cada diez robos pagan uno (con suerte) y que podían permitirse comprar a otros menores para replicar su modelo delictivo.
Eficacia policial real, sería que por cada dos o tres “palos” los autores sean detenidos una vez (y condenados), estaríamos ante una eficacia criminal del 50 o del 66% respectivamente. Y una rentabilidad del delito como modus vivendi más reducida, pero no venderíamos los titulares que sostienen un sistema de medallas como si fuera un plan de pensiones con un coste superior a 4000 millones anuales y a la Policía como una industria.
Cuando los vecinos de Cubas de la Sagra escuchen ruidos en su casa y crean que les están entrando a robar, hay que decirles que no se preocupen, que no piensen en teorías de la conspiración y que confíen en el Gobierno, que para sentirse seguros lean noticias de macroperaciones o se enchufen a Amazon y vean el documental del GEO, pero que no esperen al Inspector Pelayo apareciendo a la puerta de su casa.
Mientras otros hacen estadísticas y propaganda, en Una Policía para el Siglo XXI seguimos trabajando con los pies en la tierra y las botas puestas.