La creación de Comisiones de Investigación en las Cámaras parlamentarias se ha convertido en un instrumento más de pugna política. Su esencia debería ser otra en mi opinión, aunque hay que decir que realmente nacen muertas ante la capacidad de los comparecientes de ir o no ir y de mentir impunemente. Su evidente obsolescencia jurídica queda oculta ante los minutos de televisión que provocan las comparecencias en las que prácticamente todo vale.
En mi modesta opinión opino que su utilidad debería ser otra. Cuando pienso en asuntos que debieran pasar por el Congreso de los Diputados en Comisión de Investigación siempre me vienen a la cabeza los 378 asesinatos sin resolver de la banda terrorista ETA.
Y los comparecientes serían asesinos, cómplices, pertenecientes a la banda, políticos vinculados a su actividad, víctimas, miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y todo aquel que pudiera aportar algo de luz a estos aún hoy impunes crímenes.
Cualquier dato, cualquier manifestación incluso cualquier silencio arrojaría mucha luz a un terrible capítulo de nuestra historia reciente, y creo que ayudaría a cerrar heridas que sangran desde hace ya demasiado tiempo. Hacer justicia lo llaman…
Se plantean comisiones de investigación sobre asuntos de corrupción política, pero claro, se convocan con arreglo a las mayorías parlamentarias derivadas del momento político concreto, con lo que en un momento como este de mayorías de la izquierda, se convocan y celebran comisiones de investigación sobre la corrupción de un partido político, pero no con respecto a la corrupción de los partidos que gobiernan, a pesar de ser incluso de mayor cuantía.
Sigo pensando que existen asuntos de estado que, obviando la pugna política diaria, serían interesantes para ser objeto de estas Comisiones de Investigación. Otra de ellas sería la gestión de la pandemia, pues pienso que han existido errores, injusticias y decisiones que debieran ponerse ante la luz de la contradicción parlamentaria para atisbar la dimensión jurídica de sus consecuencias.
En definitiva, ojalá algún día los verdaderos asuntos de estado pudieran ser objeto de estos instrumentos parlamentarios, eso elevaría a pi su utilidad y rentabilidad.