Existe cierta similitud o paralelismo entre casos cuyas víctimas son menores inocentes. Simplemente han estado ahí en un momento y un contexto de la nula empatía y egoísmo de quien jamás se debió de llamar padre o madre.
En los casos de Tomás Gimeno y Bretón existía una obsesión con la pareja, el no asimilar una ruptura o abandono. Por ello la más repugnante forma de dañar y herir a Beatriz o a Ruth es quitándoles lo que más quieren, sus hijos. Nadie les puede ofender, nadie les puede abandonar y acaso reviven fantasmas del pasado.
En un momento de obcecación máxima los menores pierden su rastro humano siendo cosificados y no importando su vida. Son un obstáculo a derribar como en el caso de Gabriel, asesinado por Ana Julia ya que quería desprender a su pareja de todo su pasado para llevárselo a otro país. Gabriel era amado por sus padres y jamás lo abandonarían.
Este narcisismo y nula empatía es un rasgo psicopático clave. Hemos visto en el caso de Bretón y de Gimeno episodios de fuego provocado. El psicópata disfruta con el fuego y la destrucción y cuando lo contempla disfruta. En ese instante no es reducir a cenizas sino que en su mente desequilibrada a la par que el fuego se destruye la causa de su obsesión.
En una especie de paranoia transitoria disfruta dañando o quemando a quien cree le quitó su lugar, su protagonismo.
Pero Bretón no se ha quitado la vida, ni Ana julia. Así como el psicópata asesino en serie cree que hace un bien limpiando la sociedad, por ejemplo eliminando a prostitutas o un grupo determinado de personas con un rasgo común, sostengo la obnubilación de Gimeno que no pensó en la muerte ni en las consecuencias para dos niñas bellas, seres de luz e inocencia sino que las protegía de una persona que no era el, su padre. Una especie de suicidio ampliado o por compasión. Así estarían siempre juntos los tres, padre e hijas.
Nada hacía presagiar por qué sus niñas veían amor en sus padres, en su padre también. Beatriz decía que Tomás disfrutaba poniendo los pañales a la bebé de un año. Dos hermanas, Anna y Olivia, se protegían y adoraban junto con su madre. No hay justificación posible a este acto criminal, pero queremos esbozar las raíces para que casos similares no se repitan y proteger al menor.
Cada rincón de la casa de su mamá Beatriz está llena de ellas y seguirán muy vivas en cada hueco y en su alma más profunda. Desde donde estén la siguen amando a una madre fantástica.
“Gracias gigantes de la UCO, a nuestras Fuerzas de Seguridad que llegan hasta lo imposible”, Pilar Enjamio Furelos, psicóloga, escritora y colaboradora en medios de comunicación