Columna de Ricardo Magaz en h50 Digital Policial. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”.
Cuenta una leyenda africana, y yo lo hago ahora con un toque de entelequia a la carta, que el escorpión, también llamado alacrán, le pidió al elefante que le ayudara a pasar un río caudaloso subiéndose a su lomo. El paquidermo se mostró extrañado y, como es natural, dudó: “Tú eres un escorpión y tu aguijón es mortal; me puedes picar y matarme a pesar de mi tamaño”.
El alacrán le respondió: “No tiene sentido que te pique, ambos pereceríamos entonces en el agua”.
El elefante, llevado por el razonamiento y la generosidad, aceptó hacerle el favor al pequeño arácnido y lo colocó con cuidado en lo alto de su espinazo.
Cuando cruzaban el río, justo en mitad del cauce, el alacrán le clavó con saña el aguijón mortífero. El elefante tornó su cabeza y sobrecogido le preguntó a punto de desfallecer: “¿Por qué lo has hecho; ahora moriremos los dos…?”.
“Es mi naturaleza”, alegó sin inmutarse el escorpión.
Este episodio nos acerca, como todas las metáforas, a los aconteceres de la vida real. A menudo las ambiciones no tienen empacho en destruir las propias circunstancias que las mantienen a flote. Lo que se viene a llamar la banalidad del mal.
En el Consejo (de ministros, naturalmente) lo saben bien. País de sayones. País de penas.
(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (sgda/ac)