Ayer un grupo de radicales prendieron fuego a un furgón de la Guardia Urbana con agentes dentro, en otra noche de graves disturbios en Barcelona.
La Furgoneta de la Unidad de Refuerzo a las Emergencias y la Proximidad (UREP) de Guardia Urbana situada en Las Ramblas, lugar turístico por excelencia, ardía en un espectáculo dantesco, entre los flashes de los periodistas.
Asaltaron comercios, realizaron barricadas… lo habitual, como una banda de forajidos en las películas del antiguo oeste.
Arran, CDR, Endavant, el Sindicats d’Estudiants dels Països Catalans y la Coordinadora Obrera Sindical son los dueños de una ciudad que ha perdido su brillo, que sucumbe temerosa ante los violentos.
Han cruzado los límites y el retroceso es difícil, ellos ya campan a sus anchas en las calles, se sienten invulnerables, mientras que los Mossos en palabras de sus representantes; “Nos sentimos traicionados por el Govern”.
Los políticos independentistas en Cataluña merecen una mención especial… es otro tipo de radicalismo aún más peligroso, permitido y enquistado. En España se cambiarán todas las leyes, excepto la ley D’Hondt que debería haber sido la primera.
Una ciudad que presumía de modernidad y europeísmo, muere ante los disturbios de los radicales, se está convirtiendo en una urbe intransitable y llena de odio.
Ayer nuevamente al menos 14 detenidos, decenas de heridos, comercios saqueados y los Mossos apaleados y apedreados. Hasta que ellos quieran.
Piden “la amnistía total”, que los policías desaparezcan, la independencia, y otro montón de estupideces, sin olvidarse de “pan techo y trabajo”. A esto último es a lo único que temen.