Aunque este año ha sido de los peores vividos por la mayoría de la población, como en todos los casos, siempre hay una lectura positiva.
El 2020 pasará a recordarse por tres palabras clave que han marcado nuestras vidas. El Covid-19, el confinamiento y la mascarilla.
A simple vista no parece que haya nada positivo en un año desastroso para la mayoría de la población. Miles de personas fallecidas, los ERTE, negocios que se han ido a la ruina, la sanidad colapsada y un final que no parece llegar.
Comenzamos el año, con el descubrimiento de una palabra que no habíamos escuchado nunca y que se ha convertido en la más repetida por todos, el coronavirus o Covid19.
Un virus que ha puesto patas arriba todo el mundo y que ha cambiado radicalmente nuestra forma de vivir y de relacionarnos.
Una pandemia mundial que nos ha quitado algunos derechos tan fundamentales, como es la libertad ambulatoria, el poder salir a la calle y movernos a nuestro libre albedrío.
Y es en los momentos más difíciles cuando aparecen los héroes, pero no los que vuelan y llevan capa, sino los de carne y hueso, que sienten, sufren y lloran como el resto de las personas.
Los sanitarios han sido los que han sufrido más de cerca esta maldita pandemia. Han tenido que tratar a diario con personas infectadas, exponiendo así sus propias vidas y las de sus personas allegadas.
Han sido la primera línea para frenar al Covid, teniendo que ver con impotencia como día tras día morían pacientes sin que pudieran hacer nada por salvarlos. Han tenido que hablar con padres, hijos, mujeres, maridos y hermanos, para decirles que no podían ver a sus familiares, los cuales agonizaban y morían en las UCIS.
En noviembre eran 63 los médicos fallecidos por el Covid-19 en España, 7 los enfermeros y 21 los farmacéuticos, según los respectivos órganos colegiales.
En primera línea también han estado las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, los cuales han tenido que hacer cumplir las restricciones dictadas por el Gobierno.
Les ha tocado desempeñar el papel de malo de la película
Han tenido que salir a la calle para hacer que el resto de las personas se quedaran en casa, empleando para ello la única arma a su alcance, las sanciones.
Tuvieron que escuchar a personas desesperadas que no podían quedarse en casa porque tenían que mantener a su familia y debían buscarse la vida.
Salieron a lidiar con lo mejor y lo peor de la sociedad cuando la mascarilla no servía para nada y no era obligatoria, para poco después decir que era imprescindible y que no se podía salir a la calle sin ella.
Se convirtieron en los malos de la película, sancionando y haciendo cumplir las restricciones que el Gobierno iba imponiendo y cambiando cada pocos días.
Del mismo modo, los militares han participado en la llamada Operación Balmis, habiéndose desplegado por toda España para evitar la propagación del virus y ahora cumpliendo funciones de rastreadores de los contagiados.
Los vigilantes de seguridad también han tenido un papel fundamental esta pandemia, y es que ellos han tenido que imponer un orden donde no lo había. Han tenido que organizar a cientos de personas que se agolpaban en los supermercados en busca de artículos de primera necesidad, en los hospitales en contacto directo con los enfermos, medios de transporte, etc.
Trabajos que han visto incrementados sus turnos de trabajo para dar un servicio que iba cambiando de un día para otro.
No podemos dejar en el olvido a muchas otras personas que también lo han dado todo y que han estado también al pie del cañón, como son los transportistas que han llenado los supermercados, los dependientes de los referidos supermercados, los trabajadores de los tanatorios y otros muchos trabajos que se ha podido comprobar que son vitales para una situación como la vivida.
Pero no podríamos finalizar este articulo sin agradecer a los millones de españoles que han sabido estar a la altura de esta situación, facilitando el trabajo de nuestros héroes sin capa.