La vacuna: eficacia y obligatoriedad

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manuel novas caamaño abogado h50

En los últimas semanas las vacunas están multiplicándose como setas, presentándose como un auténtico milagro contra el coronavirus, mientras se disparan las cotizaciones bursátiles de la multinacionales farmacéuticas que las fabrican y los gobiernos de todo el mundo se apresuran a su compra masiva con la celebración de grandes contratos, venerando su descubrimiento, aunque sin reparar en si su eficacia difundida de más del 90 % se corresponde con la realidad, ni tampoco en sus posibles efectos secundarios, es decir, su seguridad. Como decía Juan Manuel de Prada en ABC “Si el hombre religioso, al ponerse en manos de Dios, se humaniza, el hombre idólatra, al ponerse en manos de la ciencia se convierte en máquina. Sin cuestionar su origen ni sus métodos, en la seguridad de que la ciencia no falla. Y esa seguridad, además de vana, es con frecuencia suicida”. En fin, se rinde culto a la maquinaria de la ciencia. Pero, ni siquiera, se cuestionan los antecedentes judiciales y administrativos de muchas de esas farmacéuticas “inmaculadas”, que han sido condenadas por productos alterados, ocultación de información, publicidad engañosa, fraude, comisiones ilegales, entre otros motivos. De las 26 grandes farmacéuticas un 85 % han sido sancionadas por actividades ilícitas entre 2003 y 2016. No en la edad de bronce. Todo ello, bien recogido en un artículo del condifencial.com intitulado “Del Soborno al Fraude Masivo: las 196 multas a las farmacéuticas que combaten el virus”. Y, como decía el cónsul romano Lucio Casio, popularizado después por Cicerón y Séneca “¿Cui prodest?”, “¿A quién le beneficia esta situación?”, pues, precisamente, a dicha industria farmacéutica, que se favorece y se lucra de esta pandemia en uno de los mayores  negocios económicos de la historia universal.

Sobre la seguridad y efectividad de las vacunas, a modo de ejemplo, Willian Haseltine, experto en enfermedades contagiosas y presidente de Access Health International, un grupo de expertos en salud sin ánimo de lucro, declaró recientemente que la efectividad de las vacunas de más de un 90% debe ponerse en cuarentena, dado que había que ver los datos subyacentes para que se pudiera respaldar dicha afirmación de la vacuna desarrollada por Pfizer y BiOnTech. Antes, dicho científico ya había criticado a otra de las farmacéuticas, Moderna, por promocionar los resultados del estudio en comunicados de prensa, antes que publicar los datos detallados. También, dice que en el comunicado de Pfizer “No había ningún dato y no se especifica un desglose exacto de cuántas personas enfermaron al recibir la vacuna de Pfizer en comparación con el placebo”. El comunicado, denuncia Haseltine, no especifica cuántos de los casos fueron graves o leves, llegando a decir que “Esto es ciencia por pronunciamiento público”, para a continuación formular muchas preguntas pendientes que quedan sin respuesta, la principal ¿No sabemos si la vacuna de Pfizer previene la infección, lo que aumenta la posibilidad de que siga habiendo portadores asintomáticos y trasmitir el virus a otras persona sin saberlo? Ese es un punto importante que no creo que la gente aprecie, añadió Haseltine. “No significa el fin de la pandemia”, sentenció. También, Carmen del Val Latorre, química, viróloga e inmunóloga del CSIC, acaba de señalar en la Cope que “No sabemos si la vacuna protege del contagio. Bajará la letalidad, pero el Covid seguirá entre nosotros”.

Y, mira por donde, en el día de ayer ha salido a la luz que el Gobierno Británico, a través de su Sistema Nacional de Salud, ha comunicado, veinticuatro horas después de empezar a suministrar la vacuna de Pfizer a la población de mayor riesgo y sanitarios, que las personas con reacciones alérgicas “significativas” no deben recibir la vacuna, después de reconocer que dos sanitarios que recibieron la inyección el pasado martes presentaron reacciones alérgicas, una reacción anafiláctica. A tal respecto, la Clínica Mayo dice que “La anafilaxia es una reacción alérgica grave que puede poner en riesgo la vida. Hace que el sistema inmunitario libere un torrente de sustancias químicas que puede causar que entre en choque: la presión arterial baja repentinamente y las vías respiratorias se estrechan, lo que impide la respiración”. Es decir, cuando se acaba de iniciar la campaña de vacunación ya han empezado a mostrarse los primeros efectos secundarios graves, mientras muchos lava cerebros, incluidos políticos, ya hablaban del comienzo del fin de la pandemia, el principio del fin, la luz al final del túnel y demás estupideces, aún sin saber su efectividad y efectos adversos.

En el actual contexto, en un arrebato de autoritarismo, algunos políticos y miembros de la comunidad médica ya han propagado a bombo y platillo la obligatoriedad de la vacuna, desconociendo si existe base legal para imponerla. Bueno, algunos incluso han citado leyes franquistas. De momento, el presidente del gobierno dice que no se establecerá su obligatoriedad, aunque a estas alturas ya sabemos que su palabra vale menos que un céntimo. Pero, Illa no descarta su obligatoriedad y ya habla de “pasaportes de seguridad”, como los ingleses que ya han impuesto una cartilla obligatoria de vacunación para el Covid-19. Más bien se parece a un pasaporte de inmunidad oficial, como un salvoconducto que permita a las personas moverse libremente (salir a la calle, desplazarse, viajar, trabajar, entrar en centros comerciales, bares, restaurantes, centros oficiales, percibir ayudas, cobrar la pensión, etc.). Es decir, si no estás vacunado, estarás descatalogado o serás un ser inferior privado de tus derechos y libertades. Es la forma encubierta de santificar la obligatoriedad de la vacuna y la infalibilidad de la ciencia. Aquí también será aplicable. Démosle tiempo al tiempo.

Autor: Manuel Novás Caamaño | Abogado

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