Leopoldo Bernabeu: Sánchez se ha afianzado en el poder con toda clase de mentiras durante dos años y medio gracias a unos presupuestos que, aunque no eran los suyos, e incluso los votó en contra, han permitido a España no irse del todo por el sumidero del desastre. En una misma semana votó en contra de estos, llevó a cabo una moción de censura fake y desde entonces es tan feliz con las cuentas de Montoro que sólo les cambió un sílaba, Montero. Es todo tan inverosímil, como cierto es que quizás veamos si no se da la paradoja de que, ahora que por fin ha podido aprobar los suyos, estos no sean su imprevista tumba, dando fe entonces a la curiosa ecuación de que la cuestión económica estará siempre por encima de las mentiras y la incompetencia, por muy abismal que esta resulte. En español vehicular, que el españolito no salta del sofá hasta que le tocan el bolsillo.
Y justo al día siguiente de aprobarse las cuentas, el Tribunal Supremo dice No a la libertad condicional de los independentistas, confirmándose que Sánchez, que no conoce lo que es la lealtad, es a Esquerra Republicana al siguiente al que tiene pensado jugársela. Lo veremos el día de los enamorados, al tiempo. Más valen por tanto un independentista y un terrorista de cara, que un inmoral. Los dos primeros sabes por donde vienen, el último es un ser peligroso que cambia de parecer cada vez que la ocasión lo requiere. Rufián y Otegui aún no saben a quién han apoyado.
A Pedro Sánchez le importa bien poco quienes le hayan aprobado los presupuestos y que prebendas hayan conseguido con ello. Si ha elegido a unos y no a otros es porque los unos le generan menos molestias que los otros y entretienen mucho más el circo mediático. Él va a lo suyo, tiene su proyecto y para conseguirlo necesitaba estos presupuestos, balón de oxígeno imprescindible para continuar, mínimo, tres años más, como diría el delincuente Echenique. Y además ha conseguido la cuadratura del círculo, lo que de verdad se hace inexplicable para los españoles. A los separatistas y los bilduetarras ya los tiene entretenidos con sus republiquetas de bolsillo, y a los teóricos constitucionalistas divididos entre sí más que nunca. Sin duda, está ganando la batalla y años tendremos para lamentarlo.
Muchos dirán que es una exageración, sobre todo a los que nada interesa conocer su propia historia, pero termina el año más similar que hemos tenido al de 1.935. Los defensores de la unidad nacional separados y las izquierdas, la comunista y la sanchista, coqueteando con la reedición del Frente Popular, apoyados como entonces por nacionalistas vascos y catalanes. Felipe González es el nuevo Besteiro. Lo que estalló siete meses después de la Navidad de aquel año, cumple 85 dentro de siete meses. Vivimos hoy en una España tan acomodada que es incapaz de creer que algo así puede suceder, pero es una evidencia que se está imprimiendo velocidad de crucero a un nuevo proyecto que sustituya el actual marco de derecho por otro régimen en el que se reinterprete la historia a conveniencia de la izquierda, se adoctrine en las aulas, se intervenga la economía, se vulnere la separación de poderes y se nombre a jueces y fiscales, además de abolir la Monarquía de Felipe VI como la de Alfonso XIII entonces.
Y mientras tanto, asistiendo al desarrollo de la fabulosa estrategia de tenernos entretenidos con los debates de la vacuna, las fiestas de la navidad y si un chat de militares veteranos es un riesgo para la actual democracia, pocos quieren hablar del verdadero problema, cogiendo ya una dimensión extraordinaria y que no tardará demasiado en estallar. La tragedia se percibe en un mercado laboral que suma dos millones de parados más que hace un año, y que a diferencia de la primera ola de la pandemia, cebada en los empleos precarios, la segunda no ha tenido miramientos tampoco con los más cualificados, al contraerse la actividad económica de manera ya insostenible. Sigamos disfrutando de lo votado.