El hecho de que los distintos cuerpos y fuerzas de seguridad hayan elegido las combinaciones existentes de ropa militar y policial para sus efectivos es algo que no se debe a un capricho, ni se ha dejado al azar, sino que responde a motivos minuciosamente estudiados sobre el impacto de los uniformes militares y policiales en los distintos colectivos sociales. Elementos como botas, chaquetas, guantes, pantalones o cascos desempeñan un papel crucial, no solo para optimizar su rendimiento y garantizar su seguridad, sino que generan un impacto muy concreto en los demás (civiles, compañeros o delincuentes).
Los colores en la historia militar y policial
El uniforme rojo de Napoleón Bonaparte es una de las anécdotas históricas más llamativas, y que sirve para poner de relieve la importancia de una buena elección de la vestimenta militar. Se dice que este gran estratega vestía habitualmente de rojo para que sus tropas no se dieran cuenta si resultaba herido en combate, al confundirse el color de la sangre con el de la chaqueta. Con este simple gesto, el general galo conseguía salvaguardar la moral de sus soldados batalla tras batalla.
En cuanto a la vestimenta policial, durante los inicios de la década de 1970 nos encontramos el peculiar caso de la policía de Menlo Park (California): en un intento por acercar las figuras del orden público a los ciudadanos, el uniforme de aspecto paramilitar de color azul oscuro fue sustituido por uno consistente en blazer verde, pantalón negro, camisa blanca y lazo negro, con las armas escondidas debajo del blazer. Se redujeron tanto los ataques a la policía (en un 30%) como las lesiones a civiles (en un 50%) durante el primer año y medio de vigencia de dicho uniforme, pero esta estadística se revirtió durante los siguientes siete años, e incluso algunas pruebas psicológicas realizadas durante la época demostraron que el nuevo uniforme ya no intimidaba ni imponía respeto a los civiles; por ese motivo, a finales de la década se restituyó el uniforme tradicional.
La importancia del uniforme sobre los demás
El concepto de uniforme, en este contexto, refuerza la idea de que todos los integrantes de los cuerpos y fuerzas de seguridad, independientemente de su raza, edad, sexo o condición, tienen la misma misión de servir al bien común y asegurar el orden público.
Un uniforme es bueno cuando genera las respuestas adecuadas de cada colectivo, aunque cada individuo pueda reaccionar de formas distintas ante los cuerpos de seguridad en función de su experiencia previa. De este modo, la ciudadanía debería sentirse protegida y a la vez sentir respeto por los agentes del orden; los delincuentes deberían temer a las fuerzas del orden, a la par que ser disuadidos de sus actividades maliciosas.
Lo más importante en la vestimenta militar y policial es que, aparte de proteger debidamente al agente, consiga inspirar el sentir adecuado en cada colectivo, puesto que, de este modo, se contribuye pasivamente también a preservar el orden, que es la razón de ser de esta profesión.