Columna de Ricardo Magaz. “CRÓNICAS DEL NUEVE PARABELLUM”.
Desde que las FARC comenzaron a desmovilizarse en 2016, la producción de cocaína en Colombia experimentó un crecimiento colosal y un abaratamiento considerable. A ello se sumó que las autoridades prohibieran fumigar con avionetas los campos de cultivo, para regocijo de campesinos y guerrilleros que ampliaron sus plantaciones de coca.
Cifras de vértigo
En consecuencia, el kilo de cocaína pura en la selva bajó a 1.000 euros kilo. En España ese kilo adulterado alcanza los 120.000 euros despachado a los pocos días al menudeo. Colombia produce el 80 por ciento de la “farlopa”, seguida de Bolivia y Perú.
Paralelamente, los cárteles se vieron obligados a dar salida a las toneladas de polvo blanco de los excombatientes, ideando procedimientos que no estuvieran “fichados” por la policía. De esa manera nació el sistema del “gancho ciego” o “gancho perdido”.
Metodología
El “gancho ciego” no es, como pueda parecer, un crochet boxístico en la mandíbula del contrincante. La técnica consiste en introducir en origen la droga escondida en un contenedor con carga legal de una compañía que no levante sospechas sin que los remitentes o destinatarios lo sepan. Nada más llegar al destino, los contactos de los narcos recogen clandestinamente la coca en el puerto y precintan de nuevo el contenedor para que los titulares no se percaten.
Narcomafias
Con esta metodología las narcomafias, pese al tenacidad policial, vienen introduciendo cientos de toneladas de “nieve” en España, una de las principales puertas marítimas de Europa, donde diariamente arriban 40.000 contenedores de todas las partes del mundo. El mal nunca descansa.
(*) Ricardo Magaz es profesor de Fenomenología Criminal en la UNED, ensayista y miembro de la Policía Nacional (s/a)