Maltratar no es solamente golpear

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En pleno siglo XXI me atrevo a afirmar, con poco margen de error, que una parte considerable de la sociedad asocia la violencia sobre la mujer pareja con maltrato físico. Única y exclusivamente, sin considerar la existencia de otras formas de maltrato.

No los culpo: hasta hace bien poco se ha lanzado ese mensaje desde las instituciones, a través de campañas en forma de posters – entre otros formatos -, que recubrían las impolutas paredes de los edificios del Estado, en los que se podía ver a una mujer con el ojo morado, o múltiples magulladuras en su rostro, junto al mensaje “denuncia”. Esto lleva a confusión, principalmente, debido a dos razones.

La primera, que nos invita a asociar el maltrato a la agresión física, incluso a aquella que deja lesiones visibles como norma general. Nada más alejado de la realidad, ya que no es poco habitual que el maltratador agreda físicamente en zonas donde, o bien no deja rastro (la cabeza, como ejemplo más común), o bien las marcas quedan ocultas gracias a prendas de vestir (la espalda).

El segundo motivo, de similar relevancia, nos empuja a creer que la responsabilidad de pedir ayuda recae por entero en la víctima: denuncia, sal, pide ayuda, no te calles, no dejes que te pegue. Esto daría para otro artículo por sí solo, no me cabe la menor duda.

La buena noticia es que la concienciación contra esta lacra, orquestada por Organismos públicos, ha dado un giro de 180 grados: se ha puesto el foco en la importancia del apoyo externo, por un lado; en el varón – como responsable de la violencia sobre la mujer pareja -, por otro; y en la juventud, así como en el uso responsable de las tecnologías de la información y la comunicación por su parte. Se están dando pasos en la dirección adecuada, por supuesto.

A pesar de ello, todavía se normalizan conductas que, como pasaré a desarrollar a continuación, constituyen violencia de género: en este sentido se pronunció el Centro Reina Sofía para la violencia tras un estudio el pasado año 2018, concluyendo que aproximadamente un 15% de los jóvenes “ven aceptable que le revisen su móvil” y un 12%, acepta “que controle todo lo que hace o no ver a sus amigos o amigas si su pareja lo exige”. Aunque a mí, personalmente, me parece más preocupante que casi la mitad de nuestros jóvenes tengan la percepción subjetiva de que la violencia de género va en aumento, porque “han conocido, en alguna ocasión, testimonios próximos a esto actos”. ¿Y qué hicieron al respecto? Poca cosa, pues en su mayoría no consideran que sea lo suficientemente grave. ¡Total, todavía no ha llegado a las manos!

A reglón seguido, con la sola intención de dar herramientas de detección e intervención,
expondré algunas de las formas más comunes que adopta la violencia sobre la mujer pareja. Porque maltratar no es solamente golpear. En absoluto.

Maltratar es acosar tras una ruptura sentimental. Una separación que, casi siempre en estos casos, parte de la mujer y no es aceptada por él, que hará todo lo posible (tanto dentro como fuera de la legalidad vigente) para recuperarla. Bombardeo a mensajes en Whatsapp; llamadas constantes, incluso a deshoras; acecho físico, que suele abarcar su lugar de trabajo, el colegio de los hijos – si tienen alguno en común – y cualquier entorno que la mujer frecuente; hostigamiento a través de familiares; y un largo etcétera. Esta situación, sostenida en el tiempo, causará una alteración grave en el día a día de la mujer, en forma de cambios en sus rutinas, cuadros de ansiedad o insomnio, entre otras afecciones. Porque maltratar no es solamente golpear.

Maltratar es ejercer violencia de tipo ambiental. Me refiero a aquella que se dirige hacia los objetos o enseres del hogar, como por ejemplo un marco de fotos, que en un episodio de ira podría volar por los aires y acabar estampado en la pared. El maltratador descarga su agresividad en lo primero que se encuentre: las paredes y las puertas del domicilio suelen lucir abolladuras coincidentes con la morfología de los nudillos, sin ir más lejos. Esta violencia sobre los objetos consigue generar un clima de terror en el hogar asfixiante, en el que la mujer tomará toda suerte de precauciones en sus gestos, respuestas o comentarios para no enfadarlo, por miedo a su reacción. Porque maltratar no es solamente golpear.

Maltratar es humillar, menospreciar, insultar, faltar al respeto. Se puede atacar hasta con el silencio: cuando nos ignoran y nos aíslan, están ejerciendo violencia pasiva. Recuerdo oír a Marina Marroquí decir, en el curso de especialización de Unidades de Familia de la Policía Nacional, que un guantazo sana en cuestión de días, pero el desprecio constante, prolongado en el tiempo, deja una huella difícil de borrar. “No vales para nada; eres una puerca; me da asco tocarte; inútil; gorda”; son algunos de los que escucho con mayor habitualidad en mi labor diaria. Porque maltratar no es solamente golpear.

Maltratar es, también, ejercer control. Me refiero a “intercambiar” las claves de las redes
sociales, a pedir fotos a cada instante, para saber dónde y con quién está, a consultar el
cuentakilómetros del coche cada mañana, antes de que se marche, y a su regreso, para determinar si ha recorrido más distancia de la que separa la vivienda del trabajo, ida y vuelta.

El control afecta, además, al dominio de las cuentas: la dependencia económica, de hecho, es en multitud de situaciones una cortapisa a la hora de dar el paso y denunciar la situación de violencia. Porque maltratar no es solamente golpear.

Soy consciente de que me dejo atrás un buen puñado de formas de ejercer la violencia. Entre ellas, la sexual. Pero si existe un calificativo que defina a la perfección el maltrato en el seno de las relaciones afectivas, este sería, lejos de toda duda, el de versátil. No buscamos un ojo morado en esa vecina, no señor. Tenemos que centrarnos en aspectos más sutiles: cambios de conducta con vocación de permanencia, ausencias sociales habituales, absentismo y bajada de rendimiento académico en nuestras jóvenes, etc.

Mantened los ojos y los oídos bien abiertos para actuar a tiempo, el apoyo externo en esta lucha es fundamental. Porque maltratar no es solamente golpear.

Álvaro Botias, autor del libro “En clave de igualdad”

 

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